Joel 2, 1 - 27

[1] ¡Toquen la trompeta en Sión! Den la alarma en mi monte santo. ¡Tiemblen todos los habitantes del país, porque está cerca el día de Yavé: ¡Ahí viene! [2] ¡Día de tinieblas y de oscuridad, día de nubes y de espesa niebla! Ahí viene un pueblo numeroso y fuerte, como jamás hubo otro ni lo habrá después de él, avanza y se extiende como una sombra sobre los cerros. [3] El fuego devora delante de él, detrás de él la llama abrasa. Delante de él, un jardín de delicias; detrás de él queda un desierto. No hay nada que se pueda salvar. [4] Son semejantes a poderosos caballos y se lanzan como caballerías, saltando por los cerros. [5] Es como el estruendo de carros, como el sonido de la llama de fuego que devora la paja seca. Son como un ejército poderoso en orden de batalla. [6] Ante él se estremecen los pueblos, todos los rostros palidecen. [7] Corren como valientes, como asaltantes suben las murallas; cada uno va delante sin equivocarse de camino. [8] Nadie tropieza con su vecino, cada cual va por su camino. Atacan en medio de las flechas, sin romper las filas. [9] Se arrojan sobre la ciudad, corren sobre la muralla, suben hasta las casas, y por las ventanas entran como ladrones. [10] Al verlos tiembla la tierra, se estremecen los cielos, el sol y la luna se oscurecen y las estrellas pierden su brillo! [11] Yavé hace oír su trueno, al frente de su ejército: numerosos son sus soldados, poderosos los que cumplen sus órdenes. Porque grande y temible es el día de Yavé. ¿Quién podrá soportarlo?

VUELVAN A MÍ CON LLANTOS

[12] Dice Yavé: «Vuelvan a mí con todo corazón, con ayuno, con llantos y con lamentos.» [13] Rasguen su corazón, y no sus vestidos, y vuelvan a Yavé su Dios, porque él es bondadoso y compasivo; le cuesta enojarse, y grande es su misericordia; envía la desgracia, pero luego perdona. [14] ¡Quién sabe si volverá atrás y nos perdonará y hará producir de nuevo a nuestros campos, de los cuales sacaremos las ofrendas para Yavé! [15] Toquen la trompeta en Sión, promulguen un ayuno sagrado y llamen a concejo. [16] Congreguen al pueblo, reúnan a los ancianos y que todos se purifiquen. Traigan también a los pequeños y a los niños de pecho, y que los recién casados dejen su cama. [17] En el patio del santuario lloren los sacerdotes ministros de Yavé y digan: «¡Yavé, perdona a tu pueblo, y no lo entregues al desprecio y a la burla de las naciones! ¿Acaso permitirás que los paganos digan: Dónde está su Dios?» [18] Yavé se mostró lleno de celo por su tierra y tuvo piedad de su pueblo. [19] Entonces Yavé respondió y dijo a su pueblo: «Miren que les envío trigo, vino y aceite, de suerte que puedan saciarse, y no los expondré más a los insultos de las naciones. [20] Al que viene del norte se lo quitaré de encima y lo arrojaré a una tierra árida y desierta, su vanguardia hacia el mar oriental, su retaguardia hacia el mar occidental, y subirá su pestilencia y hediondez, porque yo obro maravillas. [21] No temas, tierra; alégrate y regocíjate, porque Yavé obra grandes cosas. [22] No teman, animales del campo, porque los prados del desierto han reverdecido, los árboles han dado su fruto, la higuera y la vid, sus riquezas. [23] Y ustedes, hijos de Sión, alégrense en Yavé, su Dios, porque él les da la lluvia de otoño para la fertilidad y hace caer agua en otoño y primavera como antes. [24] Las eras se llenarán de trigo puro, los lagares desbordarán de vino y aceite virgen. [25] yo los compensaré por los años que les devoró la langosta y el pulgón, el grillo y la oruga, mi gran ejército, que contra ustedes había mandado [26] Comerán y se saciarán, alabarán el Nombre de su Dios, que ha obrado con ustedes de modo maravilloso, mi pueblo no será ya jamás confundido, [27] y sabrán ustedes que yo estoy en medio de Israel, yo Yavé, su Dios, y no hay otro. Mi pueblo no será ya jamás confundido.

[12] Vuelvan a mí con todo corazón. Invitación a la penitencia. En tiempos de prueba se ordenaban ayunos públicos en Israel. La gente se vestía de duelo, o sustituía sus ropas por sacos, no se peinaba el cabello y se echaba ceniza en la cara. Jesús en el Evangelio no declarará inútiles los gestos de penitencia corporal, como el ayuno, para expresar el arrepentimiento y acompañar la oración (Mt 4,1 y Mc 2,20). Pero precisará que esta penitencia exterior no es todo, ni lo principal.

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