Miqueas 7, 1 - 20

[1] Pobre de mí, pues me parezco a los que recogen espigas después de la siega o a los que rebuscan racimos después de la vendimia, pero no hay ni un racimito para probarlo ni una de esas primeras brevas que me gustan. [2] Los creyentes han desaparecido del país, y entre sus habitantes no se encuentra ni siquiera un hombre justo. [3] Sus manos son buenas para hacer el mal: el príncipe es exigente; el juez se deja comprar; el poderoso decide lo que le conviene. [4] Su bondad es la del cardo, su honradez peor que una hilera de espinos. ¡Pobres de ellos! Ahora viene el juicio, el día de su castigo, y ahora no saben qué hacer. [5] No crean en su compañero, ni confíen en su amigo; cuídate de la que se acuesta contigo. [6] Porque ahora el hijo insulta a su padre, la hija se rebela contra su madre, la nuera contra su suegra, y cada cual tiene por enemigos las personas de su familia. [7] Pero yo miraré al Señor, esperaré en el Dios que me salva; mi Dios me atenderá.

POEMA DEL TIEMPO DEL DESTIERRO. JERUSALÉN SE LEVANTARÁ

[8] No te alegres de mi desgracia, oh enemiga mía, pues si he caído, me levantaré; si ahora estoy a oscuras, Yavé será mi luz. [9] Por ahora debo soportar la cólera de Yavé, pues me rebelé contra él, mientras examina mi causa y me hace justicia; entonces me hará salir a la luz y yo veré su fidelidad. [10] Mi enemiga, al verlo se sentirá avergonzada, pues decía: ¿Dónde se metió tu Dios? Mis ojos se recrearán viendo cómo es pisoteada, igual que el barro de las calles. [11] Ya llega el día en que se reedificarán tus fortificaciones, el día en que se ampliarán tus fronteras, [12] el día en que vendrán a ti desde Asiria hasta Egipto, desde Tiro hasta el Eufrates, de uno a otro mar, de una a otra cordillera. [13] El país se convertirá en un desierto por culpa de sus habitantes: esto será el fruto de sus maldades. [14] Apacienta con tu vara a tu pueblo, al pequeño rebaño que te pertenece y que todavía permanece extraviado en los matorrales, en una zona de excelentes pastizales. Concédele que pueda ir a pastar en Basán y en Galaad, como lo hacía antiguamente. [15] Haz que presenciemos tus prodigios como en los días de la salida de Egipto. [16] Al verlo las naciones se sentirán derrotadas a pesar de todo su poderío; se taparán la boca con la mano y quedarán atontadas. [17] Morderán el polvo como la serpiente, como los reptiles que se arrastran por el suelo. Saldrán temblando de sus refugios, y en tu presencia se sentirán despavoridos y asustados. [18] ¿Qué Dios hay como tú, que borra la falta y que perdona el crimen; que no se encierra para siempre en su enojo, sino que le gusta perdonar? [19] Una vez más te compadecerás de nosotros, pisotearás nuestras faltas. Tira, pues, al fondo del mar todos nuestros pecados. [20] Concede a Jacob tu fidelidad, a Abraham tu misericordia, como lo juraste a nuestros padres desde los días antiguos.

[8] Este salmo de esperanza que termina el libro debe haber sido añadido más tarde en tiempo del destierro.

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