Salmo 131 (130), 1 - 3

[1] Señor, mi corazón no es engreído ni mis ojos altaneros: no he tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me superaran. [2] Al contrario, tranquila y en silencio he mantenido mi alma como un niño saciado que se aprieta a su madre; mi alma en mí nada reclama. [3] ¡Que Israel cuente con el Señor, desde ahora y para siempre!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Eclesiastés 3, 1 - 22

SIRACIDES