Salmo 139 (138), 1 - 24

[1] Señor, tú me examinas y conoces, [2] sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso. [3] Ya esté caminando o en la cama me escudriñas, eres testigo de todos mis pasos. [4] Aún no está en mi lengua la palabra cuando ya tú, Señor, la conoces entera. [5] Me aprietas por detrás y por delante y colocas tu mano sobre mí. [6] Me supera ese prodigio de saber, son alturas que no puedo alcanzar. [7] ¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde huiré lejos de tu rostro? [8] Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás. [9] Si le pido las alas a la Aurora para irme a la otra orilla del mar, [10] también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha. [11] Si digo entonces: "¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga noche sobre mí!" [12] Mas para ti ni son oscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día. [13] Pues eres tú quien formó mis riñones, quien me tejió en el seno de mi madre. [14] Te doy gracias por tantas maravillas, admirables son tus obras y mi alma bien lo sabe. [15] Mis huesos no te estaban ocultos cuando yo era formado en el secreto, o bordado en lo profundo de la tierra. [16] Tus ojos veían todos mis días, todos ya estaban escritos en tu libro y contados antes que existiera uno de ellos. [17] ¡Tus pensamientos, Dios, cuanto me superan, qué impresionante es su conjunto! [18] ¿Pormenorizarlos? Son más que las arenas, nunca terminaré de estar contigo. [19] ¡Ojalá, oh Dios, mataras al malvado y se alejaran de mí los sanguinarios, [20] arman maquinaciones en tu contra y no toman en cuenta tus declaraciones! [21] Señor, ¿no debo odiar a los que te odian y estar hastiado de los que te atacan? [22] Con un odio perfecto yo los odio y para mí también son enemigos. [23] Examíname, oh Dios, mira mi corazón, ponme a prueba y conoce mi inquietud; [24] fíjate si es que voy por mal camino y condúceme por la antigua senda.

[1] Hay una manera de contemplar la omnipotencia y la presencia de Dios, que nos aplasta. Pero hay otra que nos llena de confianza. La Biblia no puede contemplar este misterio insondable de Dios sin referirse inmediatamente a las luchas del mundo real: su Dios es un apasionado por la justicia, y el fiel no puede contentarse con medias tintas ni con compromisos con el mal. De ahí esta declaración que choca a muchos, pero cuya inspiración siempre válida adivinamos: De todo corazón los aborrezco y para mí también son enemigos. Es en realidad un odio al mal.

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