Salmo 28 (27), 1 - 9

[1] A ti te llamo, Señor, Roca mía, no te hagas el sordo; no sea que, si guardas silencio, me ocurra como a los que bajan a la tumba. [2] Escucha la voz de mi plegaria cuando a ti grito y elevo mis manos hacia tu Templo santo. [3] Junto con los malvados no me arrastres ni con los que cometen iniquidad, que hablan de paz a sus hermanos, pero llevan dentro la maldad. [4] Págales tú de acuerdo a sus obras y según la malicia de sus crímenes, dáles lo mismo que han hecho sus manos, págales como se lo merecen. [5] Ya que no miran las obras del Señor ni entienden lo que hacen sus manos, él los destruirá y no los rehará. [6] Bendito sea el Señor, que ha escuchado la voz de mi oración. [7] El Señor es mi fuerza y mi escudo, mi corazón confiaba en él, y me socorrió, por eso mi corazón se alegra y le canto agradecido. [8] El Señor es la fuerza de su pueblo, un refugio seguro para su ungido. [9] ¡Salva a tu pueblo y bendice a los tuyos, pastoréalos y llévalos por siempre!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Eclesiastés 3, 1 - 22

SIRACIDES