Salmo 31 (30), 1 - 25

[2] A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado: ¡tú que eres justo, ponme a salvo! [3] Inclina tu oído hacia mí, date prisa en librarme. Sé para mí una roca de refugio, el recinto amurallado que me salve. [4] Porque tú eres mi roca y mi fortaleza; por tu nombre me guías y diriges. [5] Sácame de la red que me han tendido, porque eres tú mi refugio. [6] En tus manos encomiendo mi espíritu, y tú, Señor, Dios fiel, me librarás. [7] Aborreces a los que adoran ídolos vanos, pero yo confío en el Señor. [8] Gozaré y me alegraré de tu bondad porque has mirado mi aflicción y comprendido la angustia de mi alma; [9] no me dejaste en manos del enemigo, me has hecho caminar a campo abierto. [10] Ten piedad de mí, Señor, pues estoy angustiado; mis ojos languidecen de tristeza. [11] Mi vida se consume en la aflicción y mis años entre gemidos; mi fuerza desfallece entre tanto dolor y mis huesos se deshacen. [12] Mi enemigo se alegra, mis vecinos se horrorizan, y se espantan de mí mis conocidos: si me ven en la calle, se alejan de mí. [13] Se olvidaron de mí, como de un muerto, soy como un objeto inservible. [14] Oigo los cuchicheos de la gente, y se asoma el terror por todas partes. Se unieron todos en mi contra, tramaron arrebatarme la vida. [15] Pero yo, Señor, confío en ti, yo dije: Tú eres mi Dios. [16] Mi porvenir está en tus manos, líbrame de los enemigos que me persiguen. [17] Que sobre tu servidor brille tu rostro, sálvame por tu amor. [18] A ti clamé, Señor, no sea confundido; confundidos sean los impíos, lánzalos a la mansión del silencio. [19] Enmudece los labios embusteros, que hablan insolencias contra el justo con orgullo y desprecio. [20] Qué bondad tan grande, Señor, es la que reservas para los que te temen. Se la brindas a los que en ti esperan, a la vista de los hijos de los hombres. [21] En secreto, junto a ti los escondes, lejos de las intrigas de los hombres; los mantienes ocultos en tu carpa, y los guardas de las querellas. [22] Bendito sea el Señor, su gracia hizo maravillas para mí: Mi corazón es como una ciudad fuerte. [23] Yo decía en mi desconcierto: "Me ha arrojado de su presencia". Pero tú oías la voz de mi plegaria cuando clamaba a ti. [24] Amen al Señor todos sus fieles, pues él guarda a los que le son leales, pero les devolverá el doble a los soberbios. [25] Fortalezcan su corazón, sean valientes, todos los que esperan en el Señor.

[1] A tus manos encomiendo mi espíritu. Lucas atribuye estas palabras a Jesús en la cruz. Un poco más adelante se encontrarán estas palabras: Confío en ti, recuerdo que eres mi Dios, las que se leen igualmente en el salmo 22, tan ligado a la Pasión. Esa será nuestra última profesión de fe y de esperanza en el momento de la muerte.

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