Salmo 36 (35), 1 - 13

[2] Sólo el pecado habla al impío en el fondo de su corazón; ¡ningún temor de Dios ante sus ojos! [3] Se mira con tan buen concepto, que se niega a admitir su culpa. [4] Sus palabras son fraude y maldad; renunció a ser sensato, a obrar el bien. [5] Hasta en su lecho rumia sus maldades; se obstina en el camino que no es bueno, no renuncia al mal. [6] Señor, tu amor está sobre los cielos y tu fidelidad pasa las nubes. [7] Como los altos montes es tu justicia, y tus decretos como los abismos; Señor, tú ayudas a hombres y animales: [8] ¡qué valiosa es tu gracia! A ti acuden los hijos de Adán debajo de tus alas se refugian; [9] se sacian con lo mejor de tu casa, y le quitas la sed en tu río de delicias. [10] En ti se halla la fuente de la vida, y es por tu luz que vemos la luz. [11] Conserva tu amor a los que te conocen, tus premios a los de recto corazón. [12] Que no me aplaste el pie del orgulloso, ni me atrape la mano del impío. [13] ¡Ahí están, cayeron los malhechores, fueron tumbados y no pueden levantarse!

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