Salmo 77 (76), 1 - 21

[2] En voz alta clamo a Dios, en voz alta para que me escuche. [3] Busqué al Señor, en el momento de la prueba, de noche sin descanso, hacia él tendí mi mano y mi alma se negó a ser consolada. [4] No me acuerdo de Dios sin que no gima, si medito, una duda acosa mi espíritu. [5] No me permite dormir, me perturbo y me faltan las palabras. [6] Es que pienso en los días de otrora, en los tiempos antiguos... [7] Y me acuerdo, y por la noche mi corazón se atormenta, medito y mi espíritu se interroga: [8] ¿Nos rechazará Dios para siempre y no reabrirá el tiempo de sus favores? [9] ¿Ha clausurado su gracia para siempre, y encerrado su palabra para el futuro? [10] ¿Se ha olvidado Dios de su compasión o la cólera ha cerrado sus entrañas? [11] Y me dije: "Lo que me traspasa es que ha cambiado la diestra del Altísimo". [12] Recuerdo las hazañas del Señor, recuerdo tus milagros de otros tiempos,. [13] En tus obras medito, una a una, y pienso en tus hazañas. [14] ¡Oh Dios, en tus obras todo es santo! ¿qué dios es tan grande como nuestro Dios? [15] Tú eres el Dios que hace maravillas, tú demuestras tu fuerza entre los pueblos. [16] Por tu brazo, a tu pueblo rescataste, a los hijos de Jacob y de José. [17] Oh Dios, las aguas te vieron, te vieron y se estremecieron, y hasta sus honduras enmudecieron. [18] Las nubes descargaron aguaceros, las nubes hicieron oír su voz, mientras tus flechas se arremolinaban. [19] Se oía de tu trueno el retumbar, tus relámpagos el mundo iluminaban, la tierra se asombraba y estremecía. [20] Tu camino cruzaba por el mar, por aguas profundas corrían tus senderos, y nadie supo dar cuenta de tus huellas. [21] Tú guiabas a tu pueblo, a tu rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón.

[1] Dios ya no interviene como antes. El salmista medita los prodigios de Dios en el pasado y lo compara con el tiempo en que vive: Dios, aparentemente, deja a su pueblo en medio de problemas y dificultades insolubles. Así, la crisis presente de la Iglesia aparece como su derrumbe; en la futura generación se comprobará que fue una resurrección. También en cualquier vida de creyente hay momentos en que Dios se manifiesta y nos alza de la tierra, y períodos en que nos pide que seamos fieles, a pesar de no ofrecernos incentivos. Recuerdo las hazañas del Señor. Digamos como Pablo: «Dios, que entregó a su Hijo por nosotros, ¿cómo no va a darnos con él todo lo demás?»Nos corresponde también recordar el pasado de nuestra propia vida, de nuestro pueblo, de nuestra comunidad cristiana, para descubrir la paciencia de Dios y reconocer en nuestras desgracias la consecuencia merecida por nuestros pecados. En especial, la división de los cristianos en varias iglesias debe aparecer como la prueba de que no fuimos fieles a la enseñanza de Cristo.

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