Salmo 86 (85), 1 - 17

[1] Escúchame, Señor, y respóndeme, pues soy pobre y desamparado; [2] si soy tu fiel, vela por mi vida, salva a tu servidor que en ti confía. [3] Tú eres mi Dios; piedad de mí, Señor, que a ti clamo todo el día. [4] Regocija el alma de tu siervo, pues a ti, Señor, elevo mi alma. [5] Tú eres, Señor, bueno e indulgente, lleno de amor con los que te invocan. [6] Señor, escucha mi plegaria, pon atención a la voz de mis súplicas. [7] A ti clamo en el día de mi angustia, y tú me responderás. [8] Nadie como tú, Señor, entre los dioses y nada que a tus obras se asemeje. [9] Todos los paganos vendrán para adorarte y darán, Señor, gloria a tu nombre. [10] Porque eres grande y haces maravillas, tú solo eres Dios. [11] Tus caminos enséñame, Señor, para que así ande en tu verdad; unifica mi corazón con el temor a tu nombre. [12] Señor, mi Dios, de todo corazón te daré gracias y por siempre a tu nombre daré gloria, [13] por el favor tan grande que me has hecho: pues libraste mi vida del abismo. [14] Oh Dios, me echan la culpa los soberbios, una banda de locos busca mi muerte, y son gente que no piensan en ti. [15] Mas tú, Señor, Dios tierno y compasivo, lento para enojarte, lleno de amor y lealtad, [16] vuélvete a mí y ten piedad de mí, otórgale tu fuerza a tu servidor y salva al hijo de tu sierva, [17] y para mi bien haz un milagro. Humillados verán mis enemigos que tú, Señor, me has ayudado y consolado.

[1] Este es un salmo muy tranquilo, sin gritos de angustia ni maldiciones: el hijo de tu sierva tiene enemigos, por supuesto, pero dentro de del marco de la vida ordinaria. No por eso su pena es menos viva. A continuación, presentamos unos versos de la Imitación de Cristo: Cristo nos llama a compartir sus angustias: Tengo ahora muchos amantes de mi reino; pero pocos se preocupan de llevar mi cruz. Muchos desean mis consuelos, pocos mis tribulaciones. Encuentro muchos compañeros de mi mesa, pocos de mi abstinencia. Todos quieren alegrarse conmigo, pocos quieren sufrir algo por mí. Muchos me siguen hasta la fracción del pan, pocos hasta beber el cáliz de mi pasión. Muchos reverencian mis milagros, pocos se apegan a la ignominia de mi cruz. Muchos me aman mientras la prueba no les llega. Muchos me alaban y me bendicen mientras reciben algunos favores. Pero si me escondo y los dejo un instante, se quejan y caen en el más completo abatimiento. Al contrario, los que me aman por mí mismo, y no en vista de algún interés particular, me bendicen tanto en las pruebas y en las angustias del corazón como en medio de las grandes alegrías.

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