Zacarías 7, 1 - 14
» LA VERDADERA RELIGIÓN [4] Entonces me llegó una palabra de Yavé de los Ejércitos: [5] «Esto es lo que dirás a todos residentes del país y a los sacerdotes: Cuando ustedes han ayunado y llorado en julio y en septiembre, durante setenta años, ¿lo han hecho realmente por mí? [6] Si ustedes quieren comer y beber, que lo decidan ustedes mismos. [7] ¿Acaso ya se olvidaron de lo que decía Yavé por medio de los antiguos profetas cuando la gente vivía tranquila en Jerusalén y sus pueblos vecinos y los desiertos de Negueb y la Sefela estaban poblados?(8) [9] Pues bien, esto es lo que Yavé decía por sus profetas: Tomen decisiones justas, actúen con sinceridad, sean compasivos con sus hermanos. [10] No opriman a la viuda ni al huérfano, al extranjero ni al pobre; no anden pensando cómo hacerle el mal a otro. [11] Pero ellos no quisieron que les hablara, me volvieron la espalda y se tapaban los oídos para no escucharme; [12] endurecieron el corazón como el diamante. Rechazaron la Ley y los mensajes que Yavé de los Ejércitos les mandaba por medio de los antiguos profetas, a los cuales inspiraba. Yavé se enojó mucho con esto, [13] y se les dijo: Si ustedes no le hacen caso cuando él los llama, también ustedes gritarán sin que él los atienda. [14] Por esta razón los dispersé entre naciones desconocidas para ellos y a sus espaldas dejaron un país desolado y sin alma viviente. Por culpa de ellos un país fértil se convirtió en un desierto.
[4] Se pregunta a las autoridades si es conveniente o no seguir con los ayunos. El profeta renueva la enseñanza de sus predecesores, resumida en esta frase de Os: «Quiero el amor, dice Dios, y no los sacrificios.»Muchos piensan que con sacrificios y mandas se puede negociar con Dios y conseguir sus favores. Nuestros sacrificios voluntarios pueden agradar a Dios si el mismo los ha inspirado. Sin embargo, la verdadera religión es, como dice Zacarías: opinar en conformidad con la verdad, obrar rectamente, ser buenos y misericordiosos con el prójimo, respetar a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre, y no albergar en nuestros corazones pensamientos contrarios al prójimo (ver Is 58 y Santiago 1,27).
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