1A Reyes 17, 1 - 24

EL PROFETA ELÍAS

[1] Elías, del pueblo de Tisbé, en Galaad, dijo a Ajab: «Por la vida de Yavé, el Dios de Israel a cuyo servicio estoy, no habrá estos años lluvia ni rocío mientras yo no mande.» [2] Luego habló Yavé a Elías diciendo: [3] «Levántate y dirígete al oriente; te esconderás cerca del torrente de Kerit, al este del Jordán. [4] Tomarás agua del torrente y, en cuanto al alimento, he ordenado a los cuervos que te lo den allí.» [5] Obedeció, pues, las palabras de Yavé y se fue a vivir a orillas del torrente de Kerit, al oriente del Jordán; [6] y los cuervos le llevaban pan por la mañana y carne por la tarde, y tomaba agua del torrente.

ELÍAS Y LA VIUDA DE SAREPTA

[7] Al cabo de cierto tiempo se secó el torrente, porque no había caído lluvia alguna sobre el país. [8] Entonces habló Yavé a Elías: [9] «Levántate, anda a Sarepta, pueblo que pertenece a los sidonios, y permanece allí, porque he ordenado a una viuda que te dé comida.» [10] Se levantó, pues, y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que recogía leña. Elías la llamó y le dijo: «Tráeme, por favor, un poco de agua en tu cántaro para beber.» [11] Cuando ella iba a traérselo, la llamó desde atrás: «Tráeme también un pedazo de pan.» [12] Ella le respondió: «Por Yavé, tu Dios, no tengo ni una torta; no me queda nada de pan, sólo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en un cántaro. Estaba recogiendo un par de palos para el fuego y ahora vuelvo a casa a preparar esto para mí y mi hijo. Cuando lo hayamos comido, no nos quedará más que esperar la muerte.» [13] Elías le dijo: «No temas, vete a tu casa a hacer lo que dijiste. Pero primero hazme un panecito a mí y tráemelo, y después te lo haces para ti y tu hijo. [14] Porque así dice Yavé, Dios de Israel: No se terminará la harina de la tinaja ni se agotará el aceite del cántaro hasta el día en que Yavé mande la lluvia a la tierra.» [15] Ella se fue e hizo lo que Elías le había dicho, y tuvieron comida, ella, Elías y el hijo. [16] La harina de la tinaja no se agotó ni disminuyó el aceite del cántaro, según lo que había prometido Yavé por medio de Elías.

ELÍAS RESUCITA AL HIJO DE LA VIUDA

[17] Después de estos hechos, el hijo de la dueña de la casa enfermó y su enfermedad fue tan grave que murió. [18] Entonces ella habló a Elías: «¡Qué mal me quieres, hombre de Dios! ¿Has venido para sacar a luz mis pecados y hacer morir a mi hijo?» [19] Elías respondió: «Dame tu hijo.» Ella, que lo tenía en su seno, se lo pasó;y él se lo llevó a su pieza que quedaba en el piso superior, y lo acostó en su cama. [20] En seguida oró a Yavé: «Dios mío, ¿así que quieres castigar también a esta viuda que me cobijó en su casa? ¿Por qué has hecho morir a su hijo?» [21] Se tendió tres veces sobre el niño e imploró a Yavé: «Dios mío, por favor, que vuelva el alma de este niño. » [22] Yavé escuchó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él y revivió. [23] Elías tomó al niño, lo bajó de su habitación y lo entregó a su madre diciendo: «Mira, tu hijo vive.» [24] La mujer dijo a Elías: «Ahora veo realmente que eres hombre de Dios y que tus palabras vienen de Yavé.»

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[1] Aquí aparece Elías, cuyo nombre permanecerá como el más grande entre los profetas. Cuando Jesús se transfigure (Mc 9,2), Elías estará a su lado. El nombre de Elías es un programa: Eli-ya quiere decir: Yavé-mi-Dios». Viene de Tisbé, al otro lado del Jordán. Esa región pobre y más alejada de las nuevas influencias se había mantenido fiel a su fe. Frente a la apostasía, es decir, a la infidelidad de todo su pueblo, se levanta solo. Se siente responsable de la causa de su Dios y actúa sin esperar que otros hayan empezado. No habrá lluvia. Elías, el hombre de fe, sabe que sus palabras le vienen de Dios y que se cumplirán. Ver al respecto Stgo 5,17, donde Elías es presentado como un modelo de la fe. No habrá estos años rocío ni lluvia. Por supuesto, la sequía es un acontecimiento natural. Pero Dios, sin intervenir a cada momento en forma directa, dispone los acontecimientos de manera que hablen. La fe del que pide es una fuerza, igual que las leyes físicas del universo, y, cuando pedimos a Dios lo imposible, confiados en que él mismo quiere darlo, él dispone de muchos medios para que eso suceda. El pueblo tenía a los baales por dioses de la lluvia y de la naturaleza; la sequía que viene les mostrará que Yavé, Dios de las victorias, es también Dios de la creación. Elías empieza su misión de profeta atacando el desorden más grande, que es no poner a Dios por encima de todo.

[7] Levántate, vete a Sarepta. La sequía es para todos, incluso para Elías, que pidió a Dios esta señal. Pero para el creyente la misma plaga es la oportunidad de comprobar que el Padre del cielo no lo abandona. He ordenado a una viuda que te dé comida. El profeta recibirá su alimento, pero también encontrará consuelo de Dios al descubrir a esa mujer creyente. La viuda pobre tiene algo que dar al gran profeta, y esto es una gracia para los dos. Tráeme un poco de agua, es un primer paso. Tráeme un pedazo de pan. Elías prueba su fe: primero harás un pan para mí, y la viuda se lo da. Esta se parece a aquella que Jesús alabará en Marcos 12,41.La harina no se agotó. Dios premia esta fe que lleva a arriesgar todo lo que uno posee.

[17] Esta es la primera resurrección que encontramos en la Biblia. Habitualmente, Dios dirige el mundo mediante el proceso natural de las cosas, por el efecto de las leyes de la naturaleza que él mismo estableció. Pero también se reserva pasar a veces por encima de estas leyes: el agua se transforma en vino, el pan se multiplica. Pues la Creación es, en el sentido más fuerte, una palabra de Dios, y Dios no lo ha dicho todo con las leyes de la naturaleza. ¡Qué mal me quieres, hombre de Dios! La muerte del hijo único despierta en la pobre mujer los complejos de culpabilidad: Dios está espiando a los hombres. Ella cree que la presencia del profeta ha atraído sobre su casa la mirada de Yavé, que quiso castigarla con esta desgracia. Se tendió tres veces sobre el niño. Este gesto nos recuerda al de Yavé insuflando en las narices del hombre un aliento de vida (Gén 2,7), pero nos invita mucho más a reconocer en él a Cristo que viene a unirse íntimamente a la humanidad para darle la fuerza de su resurrección.

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