Josué 13, 1 - 33

REPARTICION DE LA TIERRA ENTRE LAS DOCE TRIBUS JOSUÉ REPARTE EL PAÍS DE CANAÁN [1] Josué estaba ya muy anciano cuando Yavé le dijo: [2] «Estás viejo y queda un extenso territorio por conquistar y repartir. A saber: toda Galilea, Filistea y Gesuri; [3] desde el río Sijor frente a Egipto, hasta la frontera con Acarón hacia el norte, que es considerado como cananeo, los cinco príncipes de los filisteos: Gaza, Azoto, Ascalón, Gat, Acarón, y luego los jeveos del sur, [4] Canaán desde Ara de los Sidonios hasta Afec y los límites con los amorreos. [5] Al oriente el territorio de los gueblitas y el del Líbano, desde Baal Gad al pie del monte Hermón hasta entrar en Jamat, [6] y todo el territorio de los habitantes de las montañas, desde el Líbano hasta Misrefat-Maím, los cuales son sidonios. Yo soy el que los derrotaré delante de los israelitas. Por lo tanto, procura que este país pase a ser parte de la herencia de Israel, tal como te lo he ordenado. [7] Ahora, procede a repartir la tierra que deben poseer las nueve tribus y la media tribu de Manasés. [8] La otra mitad y las de Rubén y Gad ocupan ya la tierra que les entregó Moisés al este del Jordán, [9] desde Aroer, situada a orillas del Arnón, incluyendo la ciudad en medio del valle, hasta la llanura de Madaba y Dibón. [10] Todas las ciudades de Sijón, rey de los amorreos, que vivió en Jesebón, hasta la frontera con Ammón. [11] Galaad, Gesuri y Macati, el monte Hermón y todo Basán hasta Saleca. [12] El reino de Og, en Basán, que vivió en Astarot y Edreí, y era descendiente de los refaím, pueblo derrotado y aniquilado por Moisés. [13] Los israelitas no exterminaron a los de Gesuri y Macati, los cuales siguen viviendo entre ellos hasta la fecha. [14] Moisés no le dio ninguna posesión a la tribu de Leví, porque estaban consagrados al servicio de Yavé. TERRITORIO DADO A RUBÉN, GAD Y LA MITAD DE MANASÉS [15] Moisés había otorgado a la tribu de los hijos de Rubén lo que llegó a ser su territorio. [16] Desde Aroer, a orillas del río Arnón, con el pueblo que está en medio del río y la meseta junto a Madaba; [17] Jesebón y todos sus pueblos que están sobre la meseta: Dibón, Bamot-Baal y la ciudad de Baalmon, [18] Jassá, Cedimot, Mefat, [19] Cariatiarim, Sabana, Saratasarar en el monte del valle. [20] Bet-Peor en las pendientes del Fasga, Betiesimot [21] y todas las ciudades del valle, los dominios de Sijón, rey de los amorreos, que vivió en Jesebón. Este rey había sido derrotado por Moisés igual que los príncipes de Madián, Heví y Recem, y los jefes Sur, Hur y Rebe, que habitaban esas tierras y pagaban impuestos a Sijón, [22] así como Balaam, hijo de Beor, que los israelitas mataron entre otras víctimas. [23] En resumen, el río Jordán fue la frontera de los rubenitas. Esta fue la herencia de los hijos de Rubén, según sus familias, con sus ciudades y aldeas. [24] Moisés había dado a la tribu de Gad, divididos en sus familias, lo que llegó a ser su territorio: [25] Yazer y todas las ciudades de Galaad, con la mitad del país de los amonitas hasta Aroer, ciudad fronteriza con Rabba; [26] desde Majanaím hasta Lodebar. [27] El valle de Betaram, Betnimra, Socot y Safón, restos del reino de Sijón, rey de Jesebón: la tierra se extiende entonces desde el Jordán hasta el mar de Quineret al este del Jordán. [28] Tal fue la herencia de los hijos de Gad según sus familias, con sus ciudades y aldeas. [29] La media tribu de Manasés también recibió de Moisés la parte que le correspondía. [30] Desde Majanaím, todo Basán, y los sesenta pueblos de la comarca de Jaír en Basán. [31] La mitad de Galaad, Astarot y Edreí, ciudades del reino de Og, fueron atribuidas a los hijos de Maquir, hijo de Manasés, es decir, la mitad de los hijos de Maquir, según el número de sus familias. [32] Esta es la herencia que repartió Moisés mientras estaba en las estepas de Moab al este del Jordán, frente a Jericó. [33] Pero a la tribu de Leví, Moisés no le dio ninguna posesión de tierra; porque Yavé, Dios de Israel, es su herencia, como se lo tiene dicho.

[1] Josué reparte entre las doce tribus la Tierra Prometida.Entre los nómadas, los hombres de cada tribu pretendían ser todos la descendencia del fundador de la tribu, un hombre prestigioso del pasado, cuyo nombre llevaban. Ya que los israelitas se daban por descendientes de Jacob-Israel, cada una de las doce tribus se consideraba como la descendencia de uno de los hijos de su antepasado Jacob, del que había recibido su nombre.En realidad las doce eran trece. Basta con comparar la lista de los hijos de Jacob, Gén 35,23, y la de las doce tribus en el presente libro. La nómina concuerda en Rubén, Simeón, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser y Benjamín. En cambio, los «hijos de José» forman dos tribus, Efraím y Manasés (Josué 16,4), que, añadidas a la de Leví, dan la cifra de trece. Pero esta última estaba formada por familias tradicionalmente dedicadas al culto. No tenían territorio propio (Josué 21,10), de manera que para la repartición se restablecerá la cifra de doce tribus.La repartición se hace echando suertes: así se enseña que la Tierra Prometida es un don de Dios (el Salmo 16 usa la misma imagen). Cada uno recibió una parte que no escogió y que ahora debe conquistar para hacerla suya. Esto tiene valor de ejemplo: cada cual ha recibido de Dios su parte en la vida. Debe aceptar lo que es, y a la vez conquistar su destino.En toda la Biblia será importante la noción de herencia. El hombre aislado no existe, sino que tiene antepasados y es solidario de una tribu. Más aún, la existencia del individuo, como la de su pueblo, es asegurada por la herencia inalienable que ha recibido de sus padres. Son nociones esenciales que han sido violadas por los imperialismos contemporáneos. ¡Cuántos pueblos ya no son dueños de su tierra, de sus minerales, de los bosques y de las cosechas de su tierra!

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