Jueces 8, 1 - 35
ESTA FUE LA TRAMPA EN QUE CAYÓ GEDEÓN [22] Los israelitas dijeron a Gedeón: «Ya que nos salvaste de los madianitas sé tú nuestro rey, y después de ti tu hijo y los descendientes de tu hijo.» [23] Pero Gedeón respondió: «No seré yo ni mi hijo quien reine en Israel, sino que Yavé es nuestro rey.» [24] Gedeón agregó: «Sólo quiero pedirles que me dé cada uno de ustedes un anillo de los del botín.» Esto lo dijo Gedeón, porque los vencidos eran ismaelitas, cuyos anillos eran de oro. [25] Le contestaron: «Te lo damos con mucho gusto.» Entonces Gedeón extendió su manto y cada israelita echó un anillo de su botín. [26] El peso de los anillos alcanzó a mil setecientas monedas de oro; sin contar los prendedores, los aros y los lujosos vestidos que usaban los reyes de Madián. Además, los collares de los camellos. [27] Con este dinero, Gedeón se hizo un ídolo que puso en su ciudad de Ofrá, y de todas partes de Israel la gente empezó a ir a ese lugar, apartándose de Yavé. Esa fue la trampa en que cayó Gedeón y los suyos. [28] Por lo demás fueron humillados los madianitas de tal manera que hubo paz en Israel durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón. [29] Este volvió a Ofrá y se quedó en su casa. [30] Tuvo setenta hijos, pues tenía muchas esposas. [31] De una mujer de la ciudad de Siquem tuvo un hijo llamado Abimelec. [32] Murió Gedeón, hijo de Joás, después de una dichosa vejez, y fue enterrado en la tumba de su padre Joás, en Ofrá de Abiezer. [33] Después de la muerte de Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse tras de los Baales y tomaron por Dios a Baal-Berit. [34] Los israelitas no se acordaron más de Yavé, su Dios, que los había librado de la mano de todos los enemigos que los rodeaban. [35] Tampoco fueron agradecidos con la familia de Jerubaal-Gedeón, por todo el bien que había hecho a Israel.
[22] Los israelitas necesitan formar una nación, lo que sería un gran progreso después de la anarquía de las tribus desunidas y desorganizadas. Sin embargo, los que redactaron el presente libro, en el último siglo de los reyes de Jerusalén, habían quedado tan defraudados por sus gobernantes, que soñaban con el tiempo pasado en que no había ni reyes ni administración. Pensaban que Israel, por ser el pueblo de Dios, no debía tener jefes permanentes como los demás pueblos. Por eso el libro de los Jueces anota la negativa de Gedeón a ser rey: Yavé tiene que ser rey de ustedes. Desgraciadamente, Gedeón pide oro, en vez del poder, y con esto el héroe destruye todo lo que hizo por su pueblo. Todos estos salvadores: Gedeón, Barac, Jefté, Sansón... son muy decepcionantes, como en general lo son los políticos y todos los que hablan de liberar al pueblo oprimido. ¿Hay que concluir de ahí que la acción política es inútil? ¿O que debemos consagrar todos nuestros esfuerzos a la oración y a la catequesis y dejar a los demás la lucha por la justicia? Pero precisamente la justicia se encuentra en cada página de la Biblia. De hecho, hablar de política es hablar de poder y el poder corrompe a los que no tienen una conciencia sólidamente formada. Poco se puede esperar de la política allí donde la conciencia no haya sido educada desde muy temprano en una familia sana, en la que el niño vaya descubriendo amor y fidelidad entre sus padres (las dos cualidades que la Biblia no cesa de juntar) y donde no haya sido formada por los padres decididos a usar de su autoridad para domar sus caprichos. Por esta razón, después de esos tiempos heroicos, vinieron otros en que Dios quiso educar a las familias y las personas mediante las enseñanzas de los sabios y la práctica de la Ley.
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