Nehemías 4, 1 - 17

[1] Sambalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los vecinos de Azoto vieron que la reparación de la muralla adelantaba y que los hoyos empezaban a taparse. Se enojaron mucho, [2] y todos se pusieron de acuerdo para atacar a Jerusalén y humillarme a mí. [3] Rogamos, pues, a nuestro Dios, y montamos guardia día y noche. [4] El pueblo de Judá decía: «Ya fallan las fuerzas de los cargadores y todavía quedan muchos escombros, nunca podremos rehacer la muralla.» [5] Y nuestros enemigos decían: «Los vamos a asaltar por sorpresa antes de que se enteren. Matémoslos y no se hablará más de su proyecto.» [6] Pero algunos judíos que vivían con ellos vinieron diez veces a avisarnos de todos los lugares de donde iban a salir contra nosotros. [7] Entonces ordené que la gente se colocara detrás de la muralla, ahí donde tenía menos altura; los dispuse por familias, a cada uno con sus espadas, lanzas y arcos. [8] Tenían miedo, pero me levanté y dije a los notables, a los consejeros y al resto del pueblo: «Acuérdense del Señor, grande y formidable, y peleen por sus hermanos, hijos e hijas, por sus mujeres y sus casas.» [9] Cuando nuestros enemigos supieron que estábamos avisados, Dios quiso que se desbarataran sus planes, y todos volvimos a la muralla, cada cual a su trabajo. [10] Pero desde ese día, sólo la mitad de mis hombres tomaba parte en el trabajo; la otra mitad, con arcos, lanzas, escudos y corazas, estaba detrás de los nuestros. [11] Los cargadores cargaban con una mano, teniendo un arma en la otra, [12] y los constructores llevaban una espada colgada a la cintura. Había un corneta junto a mí, para tocar el cuerno. [13] Les dije a los notables, a los consejeros y al resto del pueblo: «Los trabajos tienen mucha extensión y nosotros estamos repartidos a lo largo de la muralla, lejos uno de otro, [14] así que ustedes acudirán a donde escuchen el sonido del cuerno y nuestro Dios peleará por nosotros.» [15] Así ordenamos el trabajo desde el comienzo de la mañana hasta que salían las estrellas, la mitad de nosotros con el arma en la mano. [16] También le dije al pueblo: «Todos pasarán la noche en Jerusalén con sus criados. Así haremos guardia de noche y trabajaremos de día.» [17] Pero yo, mis hermanos, mi gente y los hombres de guardia que me seguían, no nos quitábamos la ropa para dormir. Cada uno llevaba sus armas encima.

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