Tito 3

[1] Recuerda a los creyentes que se sometan a los jefes y a las autoridades, que sepan obedecer, y estén listos para todo lo que sirve. [2] Que no insulten a nadie, que sean pacíficos y comprensivos y traten a todos con toda cortesía. [3] Pues también nosotros fuimos de esos que no piensan y viven sin disciplina: andábamos descarriados, esclavos de nuestros deseos, buscando siempre el placer. Vivíamos en la malicia y la envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. [4] Pero se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres; [5] no se fijó en lo bueno que hubiéramos hecho, sino que tuvo misericordia de nosotros y nos salvó. En el bautismo volvimos a nacer y fuimos renovados por el Espíritu Santo [6] que Dios derramó sobre nosotros por Cristo Jesús, nuestro Salvador. [7] Habiendo sido reformados por gracia, esperamos ahora nuestra herencia, la vida eterna. [8] Una cosa es cierta, y en ella debes insistir: los que creen en Dios han de destacarse en el bien que puedan hacer. Ahí está lo bueno y lo que realmente aprovecha a la sociedad. [9] Evita, en cambio, las cuestiones tontas, las genealogías, las discusiones y polémicas a propósito de la Ley; no son ni útiles ni importantes. [10] Reprende al que deforma el mensaje. Después de dos advertencias, romperás con él, [11] sabiendo que es un descarriado y culpable que se condena a sí mismo. [12] Cuando te mande a Artemas o a Tíquico, date prisa en venir donde mí en Nicópolis, pues decidí pasar allí el invierno. [13] Toma todas las medidas necesarias para el viaje del abogado Zenas y de Apolo, de modo que nada les falte. [14] Y que los nuestros aprendan a moverse apenas se presente alguna necesidad, en vez de quedarse como unos inútiles. [15] Te saludan todos los que están conmigo. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos ustedes.

[1] Al hablar a la primera generación cristiana, Pablo presentaba la conversión como una ruptura con la vida anterior y con el mundo. Pero la presente carta fue escrita en el transcurso de la generación siguiente, y mientras la Iglesia se establecía en las diversas provincias del imperio romano, la espera de una inminente venida de Cristo se había esfumado. Si la vida del mundo y de la Iglesia debía prolongarse, era necesario que el cristiano diera en ese mundo el ejemplo de una vida ordenada y justa. Y como la obediencia era entonces el pilar de la vida familiar y social, el autor pedía que la obediencia del creyente viniera del corazón. Sería fácil hablar de contradicciones o de oportunismo en la enseñanza del Nuevo Testamento, pues aquí se habla de lealtad social y virtudes familiares y allá de ignorar hasta a su padre y a su madre. Pero en realidad lo uno no se opone a lo otro. Obediencia que viene del corazón, siempre que esto no se oponga a la voluntad de Dios; pero rechazo de cualquier dependencia cuando una autoridad humana pretenda reemplazar a Dios, ignorando la conciencia y los derechos de las personas. Aquí se insiste en las virtudes sociales; lo mismo había sido en 2,5; 2,10 y también en 1 Tim 2,2 y 2,11.

[8] Al que deforma el mensaje (10). El texto griego usa una palabra que significa «seleccionar», y que se puede traducir indiferentemente por «sectas» o «herejías». En vez de aceptar la fe tal como la transmite la Iglesia, el hereje escoge lo que personalmente le parece más importante y mejor. Rechaza una parte del mensaje y, junto con sus discípulos, abandona la Iglesia para formar su propio grupo. Al preferir su propio discernimiento a la doctrina de la Iglesia, pierde la actitud profunda de la fe y destruye la unidad del Cuerpo de Cristo, aun cuando haya sabido preservar la mayor parte del mensaje.

así l; � i a @^S ��R omunión entre las diversas comunidades. El equilibrio humano de este «obispo» es, pues, parte de su vocación; no puede ser un hombre de carácter mal equilibrado, cuyas intervenciones hieren, cuya autoridad ignora las reglas elementales de la sana convivencia y del respeto hacia las personas. Muchas veces se ha reprochado a los responsables de la Iglesia tener fe, pero no saber actuar humanamente. El párrafo 1,12-16 es una advertencia contra la vuelta a una religión de prácticas y abstinencias inspirada en la Ley judía. Todo es limpio para los limpios: conforme a lo dicho en Mt 15,11 y Rom 14,20. Eso no quiere decir que nuestras intenciones (¡las nuestras son siempre puras!) justifiquen nuestros actos; eso sería olvidar que el árbol (el deseo que nos impulsa a actuar) se juzga por sus frutos, que no son justificables si van contra la voluntad de Dios manifestada por la Ley.


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