Isaías 52, 1 - 15

[1] ¡Despierta, despierta, levántate, Sión! Vístete de fiesta, Jerusalén, Ciudad Santa. Ya no volverá a entrar en ti ni el incircunciso ni el impuro. [2] ¡Sacude el polvo! ¡Levántate, Jerusalén, tú que estabas cautiva, y desata las ligaduras de tu cuello, Hija de Sión! [3] Sí, así se expresa Yavé: Así como ustedes fueron gratuitamente vendidos, así serán comprados sin plata. [4] Sí, lo asegura Yavé, mi pueblo bajó, primero, a Egipto para instalarse allí, y después cayó bajo la violenta opresión de Asur. [5] Y ahora, ¿qué hago yo aquí?, se pregunta Yavé, mientras mi pueblo ha sido hecho esclavo gratuitamente, sus opresores lanzan gritos de triunfo, y continuamente, a lo largo del día, mi nombre es despreciado. Pues bien, mi pueblo conocerá mi Nombre, y sabrá entonces quién dijo: «¡Aquí estoy!

» MENSAJEROS DE LA BUENA NUEVA

[7] Qué bien venidos, por los montes, los pasos del que trae buenas noticias, que anuncia la paz, que trae la felicidad, que anuncia la salvación, y que dice a Sión: «¡Ya reina tu Dios!» [8] Escucha, tus centinelas alzan la voz y juntos gritan jubilosos, por lo que han visto con sus propios ojos: ¡Yavé regresando a Sión! [9] Griten de alegría, ruinas de Jerusalén, porque Yavé se ha compadecido de su pueblo y ha rescatado a Jerusalén. [10] Yavé, el Santo, se ha arremangado su brazo a la vista de las naciones, y han visto, hasta los extremos del mundo, la salvación de nuestro Dios. [11] ¡Apártense!, ¡apártense! salgan de aquí, y dejense de tocar cosas impuras. Salgan de Babilonia y purifíquense ustedes que llevan los vasos sagrados de Yavé. [12] No saldrán a la carrera, ni partirán como que vienen huyendo, pues al frente de ustedes irá Yavé, y el Dios de Israel les protegerá las espaldas.

EL SOPORTÓ EL CASTIGO QUE NOS TRAE LA PAZ

[13] Ahora llega para mi servidor la hora del éxito; será exaltado, y puesto en lo más alto. [14] Así como muchos quedaron espantados al verlo, pues estaba tan desfigurado, que ya no parecía un ser humano [15] así también todas las naciones se asombrarán, y los reyes quedarán sin palabras al ver lo sucedido, pues verán lo que no se les había contado y descubrirán cosas que nunca se habían oído.

[7] Los profetas, mensajeros del Dios victorioso: ese es el sentido de buena nueva. Este término que más tarde será traducido por Evangelio, aparece aquí en la Biblia por primera vez: véase Rom 1,1; 2 Cor 2,14.

[13] Mi servidor se hará famoso. Es el cuarto y el último canto del Servidor de Yavé; aquí es donde el profeta conocido como el "segundo Isaías" entrega todo su mensaje y es tal vez la última palabra del Antiguo Testamento con respecto a la Redención. El profeta entrega a Israel el significado de sus pruebas y le precisa su misión. Israel ha sido puesto en el centro de la historia y no puede esperar reposo en el mundo mientras las otras naciones no han descubierto al Dios verdadero mediante sus pruebas y sus humillaciones. Israel no tiene más título que ser el servidor de Dios, y no alcanzara la gloria ni se salvará él mismo mientras su misión no lo haya llevado a la muerte. Israel había de ser víctima, y si Dios enviaba un Salvador, éste también sería la víctima. Desde hacía miles de años, los hombres acostumbraban sacrificar animales y, a veces, humanos, pensando que podían descargarse sobre ellos de sus propios pecados y, luego, eliminarlos. Pero estos sacrificios o esta eliminación de los que se consideraban responsables del enojo de Dios, nunca interrumpían el ciclo de la violencia. Aquí, en cambio, se nos presenta la respuesta de Dios a nuestros males: él salva a los hombres por el sufrimiento de los inocentes y, más todavía, por el sacrificio voluntario del que acepta llevar sobre sí el pecado del mundo. El profeta, al escribir, tenía a la vista el pequeño grupo de los judíos fieles en el destierro a Babilonia: ellos no eran más que basura de los hombres. Pero sus humillaciones no las habían merecido por sus propias culpas, sino que llevaban las dolencias del mundo violento y pecador en que vivían. Estos creyentes eran castigados por los crímenes de su pueblo, Israel, pero Dios haría de ellos la semilla de una raza santa: verían a sus descendientes y tendrían larga vida. Esta obra de Dios sería más grande que todas las anteriores, y los reyes, al verlo, se callarían asombrados. Este canto es para asombrarnos. El profeta que escribía cinco siglos antes de Cristo se refería, aparentemente, a las humillaciones del pueblo de Dios que, en su tiempo como en el nuestro, es instrumento de la salvación; pero su poema trazaba de antemano la figura del Dios hecho hombre, que se rebajó a sí mismo hasta la muerte de la cruz. Y los apóstoles, al presentar a Jesús como el salvador, se refirieron varias veces al presente texto. Ver He 8,32; 1 Pe 2,24.¿Quién podrá creer esta noticia? ¿Cómo los oyentes de Pedro, de Pablo o de Juan aceptarían su proclamación de Jesús, salvador crucificado? Ver Jn 12,38; 1 Cor 1,22; Rom 10,16. Y ahora, tal vez muchos cristianos no entienden lo que pasa en torno a ellos cuando tantos inocentes mueren víctimas de la injusticia y se persigue especialmente a los cristianos. El ofreció su vida como sacrificio por el pecado. En varios lugares, la Biblia nos invita a tomar esta actitud cuando sufrimos injustamente (1 Pe 1,20; 4,13). Pero uno solo cumplió perfectamente esta misión redentora desde el comienzo hasta el final de su vida: Cristo. Heb 10; Jn 2,29; Rom 5,6.Mi siervo justificará a muchos. O sea que los reconciliará con Dios y los hará tales como Dios los quiere. Muchos; el hebreo dice «los muchos», y esta expresión significa: la muchedumbre. Jesús se refiere a este texto cuando celebra la Eucaristía: «mi sangre derramada por muchos», o sea, por la muchedumbre (Mc 14,24). En ese lugar, Jesús expresa claramente que su muerte es el sacrificio voluntario y perfecto anunciado en el presente poema.

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