Génesis 12, 1 - 20

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SEGUNDA PARTE DEL GENESIS LOS PRIMEROS PADRES DEL PUEBLO DE DIOS DIOS LLAMA A ABRAM

[1] Yavé dijo a Abram: «Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré. [2] Haré de ti una gran nación y te bendeciré; voy a engrandecer tu nombre, y tú serás una bendición. [3] Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. En ti serán bendecidas todas las razas de la tierra.» [4] Partió Abram, tal como se lo había dicho Yavé, y Lot se fue también con él. Abram tenía setenta y cinco años de edad cuando salió de Jarán. [5] Abram tomó a su esposa Saray y a Lot, hijo de su hermano, con toda la fortuna que había acumulado y el personal que había adquirido en Jarán, y se pusieron en marcha hacia la tierra de Canaán. [6] Entraron en Canaán, y Abram atravesó el país hasta llegar al lugar sagrado de Siquem, al árbol de Moré. En aquel tiempo los cananeos ocupaban el país. [7] Yavé se apareció a Abram y le dijo: «Le daré esta tierra a tu descendencia.» A consecuencia de esto, Abram edificó un altar a Yavé que se le había aparecido. [8] Desde allí pasó a la montaña, al oriente de Betel, y plantó su tienda de campaña, teniendo Betel al oeste y Hay al oriente. También aquí edificó un altar a Yavé e invocó su Nombre. [9] Luego Abram avanzó por etapas hacia el país de Negueb. [10] En el país hubo hambre, y Abram bajó a Egipto a pasar allí ún tiempo, pues el hambre abrumaba el país. [11] Estando ya para entrar en Egipto, dijo a Saray, su esposa: «Estoy pensando que eres una mujer hermosa. [12] Los egipcios al verte dirán: "Es su mujer", y me matarán para llevarte. [13] Di, pues, que eres mi hermana; esto será mucho mejor para mí, y me respetarán en consideración a ti.» [14] Efectivamente, cuando Abram entró en Egipto, los egipcios notaron que la mujer era muy hermosa. [15] Después que la vieron los oficiales de Faraón, le hablaron a éste muy bien de ella; por eso Saray fue conducida al palacio de Faraón, [16] y en atención a ella, Faraón trató bien a Abram, quien recibió ovejas, vacas, burros, siervos y camellos. [17] Pero Yavé afligió con grandes plagas a Faraón y su gente a causa de Saray. [18] Entonces Faraón llamó a Abram y le dijo: «¡Mira lo que me has hecho! ¿Por qué no me dijiste que era tu esposa? [19] Y yo la hice mi mujer porque me dijiste que era tu hermana. ¡Ahí tienes a tu esposa! ¡Tómala y márchate!» [20] Y Faraón ordenó a sus hombres que lo devolvieran a la frontera con su mujer y todo lo suyo.

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[1] Siendo Abrahán ya anciano, numerosos grupos a su alrededor salían hacia el sur en busca de tierras mejores. Pero él, ¿por qué los seguiría? Su vida estaba detrás de él, y lo peor era que no tenía hijos. ¿Cómo este hombre reharía su vida? Pero Dios lo llama: «Sal, tú también, algo te espera.» Y Abrahán sale, semejante a los numerosos emigrantes de nuestra época, a los que los cambios económicos obligan a irse de su tierra sin saber a dónde irán ni en qué parará su vida. Anda a la tierra que yo te mostraré. Abrahán sólo sabe que Dios quiere concederle lo que deseó toda su vida, y acoge esa promesa. A pesar de su edad sabe todavía esperar lo imposible, y esa disponibilidad de corazón, o esa capacidad de renacer, agrada más a Dios que cualquier otra obra buena. Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre. Estas son unas de las primeras palabras de Dios en la Sagrada Escritura. Este llamado a Abrahán todavía forma parte de un mundo de leyendas, como los capítulos precedentes del Génesis, pero también señala la partida de una historia verdadera que se extenderá por los siglos y que está lejos de acabarse: la historia de Israel y del pueblo cristiano. Si lo llamamos el padre de los creyentes, no es sin razón, pues ese llamado que recibió y esa partida suya a tierras desconocidas es lo mismo que nos pasa a nosotros cuando comenzamos a creer.

LA FE

Deja a los de tu raza y a la familia de tu padre... A muchos de nosotros Dios nos dirá más bien : "Olvídate de tu sabiduría". Pues si Dios habla, esto no es para decirnos lo que ya sabemos. Más bien nos pone a prueba, nos golpea en el corazón para ver cual será el eco: ¿seremos capaces de librarnos de nuestra propia sabiduría para entrar en su proyecto? Pensamos saber lo que valemos y a dónde debemos ir, pero ¿y si él hubiera ya dispuso de nosotros, si nos conociera mejor de lo que nos conocemos? Abrahán no fue el que tomó la iniciativa, sino que Dios lo llamó, y con esto lo liberó. Pues a consecuencia del pecado, todo hombre nace y vive como en tierra extranjera. Su propia realidad se le escapa mientras no se ha arraigado en Dios y no está en comunión con él. Sus religiones y sus ideologías, por cuanto son unos productos de su cultura, no le permiten traspasar los límites de un mundo que hizo a su propia medida. Para que tome conciencia de su vocación, es necesario que Dios lo llame y que él responda. No habrá fe sin rupturas, y por eso Dios ha dispuesto en la vida de cada uno crisis y rupturas. El hombre crece superando las «crisis» de su vida: sale de su familia, entra al trabajo, se casa... La fe, luego, nos lleva a enfrentar otras rupturas más dolorosas con las que nos ponemos más enteramente al servicio de Dios. El verdadero creyente nunca piensa que ha merecido el descanso y la seguridad, sino que, hasta el fin de su vida, será un errante, en busca de otra justicia y de otra perfección que no es humana (Mt 5,20; Lc 12,32; Heb 11,13).La fe ya está toda cuando Abrahán responde al llamado de Dios, y el capítulo 15 del Génesis volverá a expresar lo mismo. Encontramos en la Biblia fundadores o reformadores de religión, como es Moisés; encontramos sabios y libros de sabiduría. Pero hay antes que nada hombres y mujeres que responden a la llamada de Dios. Y las promesas que Dios hizo a Abrahán valen también para todos los creyentes: gracias a ellos la salvación de Dios se hace realidad en el mundo. Lo dice la Biblia: En ti serán benditas todas las razas de la tierra. En un mundo dividido, en que cada cual defiende su predio, Dios ha escogido un hombre que no tiene tierra propia para empezar el Reino en que reunirá a todos. En adelante, Dios escogerá a los pobres, a las minorías, y a los que no tienen asegurada su vida, para dar al mundo lo que el mundo no puede descubrir por sí mismo. A ellos, tal como a Abrahán, les promete la Ciudad definitiva (Heb 11,8).La descendencia de Abrahán: ver Mt 3,7; Jn 8,33; He 3,25; 13,26; Rom 4,13; Gál 3,8.Abram y Abrahán: Gén 17,5.

[10] Di que eres mi hermana para que me traten bien en consideración a ti. Algunos se escandalizan al ver el nivel poco elevado de la moralidad de ese tiempo, aun del mismo Abrahán. Cuando Dios lo llamó para que fuera su amigo, no lo cambió de repente. Este cambio moral debía hacerse lentamente a través de los siglos: Dios es paciente. Este incidente sin embargo no es narrado aquí por casualidad: nos comunica a través de imágenes cosas importantes. Dios acababa de prometerle a Abrahán una tierra, pero no le había dicho dónde ni cómo se la daría. Abrahán pensó primero en Egipto, tierra rica por excelencia con su valle regado tan distinto a las secas colinas de Palestina. Y para salvar su vida no dudó en ceder su mujer al Faraón. Pero dar la mujer era como establecer una alianza con el Faraón, con Egipto - y el pueblo de Israel aprenderá más tarde a sus expensas que todo anda mal cuando en vez de contentarse con la Alianza con Dios se busca la de Egipto. Por otra parte Sarai es su verdadera esposa, la "mujer libre", que en el plan de Dios debe dar a luz al heredero de Abrahán. Al querer actuar por su cuenta en vez de esperar la hora de Dios, Abrahán lo estaba echando todo a perder. La bendición de Dios no irá a buscar a Abrahán al país de los ricos: para sus descendientes Egipto no será más que la tierra de la esclavitud.

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