Génesis 32, 1 - 33

[1] Labán se levantó muy temprano, besó a sus hijos y a sus hijas, los bendijo y se fue. Así volvió Labán a su lugar. [2] Jacob, por su parte, siguió su camino y le salieron al encuentro Angeles de Dios. [3] Al verlos dijo Jacob: «Este es un campamento de Dios», y por eso llamó a aquel lugar Majanaim.

JACOB LUCHA CON DIOS [4] Jacob mandó a avisar de su llegada a su hermano Esaú, en Seír, en los campos de Edom; [5] los mensajeros recibieron las instrucciones siguientes: «Digan a mi señor, a Esaú, de parte de su servidor Jacob: He vivido con Labán y con él he permanecido hasta hoy. [6] He adquirido bueyes, burros, rebaños, mozos y sirvientas. Y ahora quiero avisarte, esperando que me recibirás bien.» [7] Volvieron los mensajeros y dijeron a Jacob: «Hemos estado con tu hermano Esaú, y él mismo viene ahora a tu encuentro con cuatrocientos hombres.» [8] Jacob se llenó de miedo y se desesperó. Dividió en dos campamentos a la gente que estaba con él, y lo mismo hizo con el ganado, las ovejas y los camellos, [9] pues pensaba: «Si Esaú ataca a un campamento, el otro podrá salvarse.» [10] Luego oró así: «Yavé, Dios de mi padre Abrahán y Dios de mi padre Isaac, tú me dijiste: Vuelve a tu patria, a la tierra de tus padres que yo seré bueno contigo. [11] Yo no soy digno de todos los favores que me has hecho, ni de la gran bondad que has tenido conmigo. Porque al partir, cuando atravesé el Jordán, no tenía más que mi bastón. Pero ahora, al volver, tengo suficiente como para hacer dos campamentos. [12] Líbrame de las manos de mi hermano, de las manos de Esaú; no sea que que venga y mate a todos, a la madre con sus hijos. [13] Pero eres tú quien me dijo: Te colmaré de bienes y tu descendencia será como la arena del mar, que nadie puede contar.» [14] Y pasó allí aquella noche. Echó mano a lo que traía consigo para enviar un regalo a su hermano Esaú: [15] doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, [16] treinta camellas paridas con sus crías, cuarenta vacas y diez toros, veinte mulas y diez burros. [17] Luego los dividió en varios grupos y confió cada uno de ellos a un servidor, con esta orden: «Vayan delante de mí, y mantengan cierta distancia entre un grupo y otro.» [18] Al del primer grupo le recomendó: «Cuando te encuentre mi hermano Esaú y te pregunte quién eres, a dónde vas, y de quién es el rebaño que vas guiando, [19] le contestarás: «Todo pertenece a tu siervo Jacob, y todo es un regalo que él envía a mi señor Esaú. Él mismo viene detrás de nosotros.» [20] Jacob dio las mismas instrucciones al segundo, al tercero y a todos los demás que guiaban los rebaños. Y les dijo: [21] «Así han de hablar a Esaú cuando lo encuentren». Y también le dirán: «Tu siervo Jacob ya viene detrás de nosotros.» Pues Jacob pensaba: «Lo aplacaré con los regalos que le envío delante, y cuando después me encuentre frente a él, quizá me reciba sin enojo.» [22] Envió, pues, los regalos por delante, y él se quedó aquella noche en el campamento. [23] Aquella misma noche Jacob se levantó, tomó a sus dos esposas, a sus dos sirvientas y a sus once hijos, y los hizo cruzar el vado de Yaboc. [24] A todos los hizo pasar al otro lado del torrente, y también hizo pasar todo lo que traía con él. [25] Y Jacob se quedó solo. Entonces alguien luchó con él hasta el amanecer. [26] Este, viendo que no lo podía vencer, tocó a Jacob en la ingle, y se dislocó la cadera de Jacob mientras luchaba con él. [27] El otro le dijo: «Déjame ir, pues ya está amaneciendo». Y él le contestó: «No te dejaré marchar hasta que no me des tu bendición.» [28] El otro, pues, le preguntó: «¿Cómo te llamas?» El respondió: «Jacob.» [29] Y el otro le dijo: «En adelante ya no te llamarás Jacob, sino Israel, o sea Fuerza de Dios, porque has luchado con Dios y con los hombres y has salido vencedor.» [30] Entonces Jacob le hizo la pregunta: «Dame a conocer tu nombre» Él le contestó: «¿Mi nombre?¿Para qué esta pregunta?» Y allí mismo lo bendijo. [31] Jacob llamó a aquel lugar Panuel, o sea Cara de Dios, pues dijo: "He visto a Dios cara a cara y aún estoy vivo". [32] El sol empezaba a dar fuerte cuando cruzó Penuel, y él iba cojeando a causa de su cadera. [33] Por esta razón los hijos de Israel no comen, hasta el día de hoy, el nervio del muslo, porque tocó a Jacob en la ingle, sobre el nervio del muslo.

[4] Las bendiciones de Dios acompañan a Jacob prófugo. Después de quince años, vuelve a su patria y se prepara para enfrentarse con Esaú, su hermano y rival. Jacob tuvo mucho miedo y se desesperó. Angustiado, Jacob eleva una oración a Dios recordándole precisamente su promesa y sus «fidelidades», o sea, todo lo que hizo por él y sus padres. Y Dios le responde a su manera, en forma algo misteriosa, en la visión de la noche.

[23] Un hombre luchó con él hasta el amanecer. Al luchar esa noche con Dios, Jacob comprende que sus trabajos y pruebas han sido mucho más que un enfrentamiento con la sociedad y los hombres. Dios le prometió el éxito, pero no lo dará antes de que Jacob haya llegado al extremo de sus fuerzas. Y porque Jacob comprende mejor el motivo de tantas pruebas y demoras, también se dirige personalmente al que solo puede cambiar las disposiciones de Esaú. Jacob se hace fuerte contra Dios; no le pide un favor, una ayudita, sino que le exige que cumpla sus promesas: no te soltaré antes de que me hayas dado tu bendición. Pues orar no es solamente aceptar la voluntad de Dios como cosa escrita de antemano en el cielo, o pedirle fuerzas para aceptarla; también es presionar a Dios, confiando en sus promesas y a sabiendas de que nos atiende. Si no pudiéramos tener alguna parte en las decisiones divinas que a nosotros se refieren o al gobierno del mundo, la palabra Alianza sería un engaño. En las encrucijadas de la vida, el creyente, apretado entre la posibilidad de estancarse y la de superarse, sabe que Dios le dará esto último, con tal de que se lo pida con fe. Le dislocó la cadera. Jacob se enfrenta con Dios cuando, después de su largo exilio, quiere forzar la entrada de la Tierra Prometida. En realidad, entrar en la Tierra no es otra cosa que adentrarse en el misterio de Dios, y eso no es posible para el hombre que se siente fuerte, seguro de sí mismo y de sus caminos. Sea cual sea el golpe o el percance o la crisis que nos toca atravesar, nos deja heridos y ya como extranjeros en este mundo: Jacob entra cojeando en la Tierra Prometida. Aquí también, como en muchos otros relatos antiguos de la Biblia, los descubrimientos modernos contribuyen a un nuevo esclarecimiento del texto, lo que nos permite tal vez leerlo de otra manera, aparentemente más aterrizada, pero también muy rica desde un punto de vista espiritual. Excavaciones recientes efectuadas en ese lugar nos revelan que el dios de Panuel estaba encargado de poner a los hombres en el buen camino y que su profeta Balaam (véase Núm 25) transmitía sus amenazas. De hecho, las historias más antiguas de Jacob dan a entender que Dios lo había corregido (Os 12, 4-5); y así se explicaría su nombre de Ichrael: "corregido por Dios". Pero más tarde ese nombre se transformó en Israel, porque en Palestina central había dificultad para pronunciar el sonido "ch" (véase Jueces 12,6) y se lo interpretó como "fuerte contra Dios", lo que era mucho más satisfactorio para el orgullo nacional. Se puede pues pensar que en la tradición primitiva, cuando Jacob regresaba, orgulloso de sus mujeres, de sus hijos y de lo que había adquirido de manera más o menos honrada, Dios lo había detenido, amenazado y herido. Y él había tenido que humillarse para recibir las bendiciones prometidas a sus padres: En adelante te llamarán Israel.

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