Isaías 41, 1 - 29

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CIRO, LIBERTADOR DE ISRAEL

[1] Islas, guarden silencio y atiéndanme, y que los pueblos se acerquen a mí. Adelántense para hablar, pues tenemos que litigar juntos. [2] ¿Quién ha mandado desde el Oriente a aquel que se topa con la victoria a cada paso? ¿Quién le entrega las naciones y le somete los reyes? Su espada los convierte en polvo y las flechas de su arco los dispersan como paja. [3] El los persigue y avanza sin que lo molesten, sus pies apenas tocan el camino. [4] ¿Quién está detrás de esto realizándolo? Aquel que desde el principio trae a su tiempo los acontecimientos. Yo, Yavé, que soy el primero y que estaré también con los últimos. [5] Las islas lo han visto y sienten miedo, y se han asustado hasta los extremos del mundo. [6] (Se ayudan unos a otros y mutuamente se dan ánimo. [7] El fundidor anima al joyero y el pulidor al herrero, mientras conversan sobre el enchapado: «Está bueno.» Y lo afianzan con clavos para que no se mueva.)

ESPEREN UNA NUEVA SALIDA

[8] Pero tú, Israel, eres mi siervo. Tú eres mi elegido, pueblo de Jacob, raza de Abraham, mi amigo, [9] yo te traje de los confines de la tierra. Te llamé de una región lejana, diciéndote: «Tú eres mi servidor, yo me fijé en ti y te elegí.» [10] No temas, pues yo estoy contigo; no mires con desconfianza, pues yo soy tu Dios; yo te he dado fuerzas, he sido tu auxilio, y con mi diestra victoriosa te he sostenido. [11] Todos los que se lanzan contra ti serán avergonzados y humillados; tus adversarios serán reducidos a la nada y perecerán. [12] Buscarás a tus contrarios, pero no los hallarás; serán totalmente derrotados, reducidos a la nada los que te hacían la guerra. [13] Yo, Yavé, soy tu Dios; te tomo de la mano y te digo: No temas, que yo vengo a ayudarte. [14] No temas, raza de Jacob, más indefensa que un gusano. Yo soy tu socorro, dice Yavé, el Santo de Israel es el que te rescata. [15] Mira que te convierto en un rastrillo nuevo y con doble hilera de dientes: molerás los cerros y los harás polvo, y dejarás las lomas como paja. [16] Las echarás al viento, que se las llevará, el temporal las dispersará; pero tú te alegrarás en Yavé, y te sentirás orgulloso con el Santo de Israel. [17] Los pobres y los humildes buscan agua pero no encuentran, y se les seca la lengua de sed. Pero yo, Yavé, los escucho; yo, Dios de Israel, no los abandonaré. [18] Haré brotar ríos en los cerros pelados y vertientes en medio de los valles. Convertiré el desierto en lagunas y la tierra seca en manantiales. [19] Plantaré en el desierto cedros, acacias, arrayanes y olivares. En la estepa plantaré cipreses, olmos y alerces [20] para que todos vean y sepan, miren y comprendan que esto lo ha hecho la mano de Yavé y lo ha creado el Dios Santo de Israel.

¿QUIÉN LO HABÍA PREDICHO?

[21] Presenten sus argumentos, dice Yavé, hablen por su defensa, dice el rey de Jacob. [22] Preséntense para decirnos qué es lo que pasará. ¿Qué nos anunciaron en el pasado, para que lo estudiemos y sepamos lo que vendrá después? O sencillamente digan lo que sucederá, [23] indiquen lo que pasará en el futuro, para que sepamos si ustedes son dioses. Hagan algo al menos, bueno o malo, para que lo veamos y los respetemos. [24] Pero no, ustedes son nada, y sus obras no valen nada. Es una locura seguirlos a ustedes. [25] Lo he despertado en el norte, y ha venido, desde el oriente ha sido llamado por su nombre. Ha pisoteado a los jefes como al barro, como el alfarero pisa la arcilla. [26] ¿Quién lo había dicho con anterioridad para que lo supiéramos? Había que decirlo antes, y podríamos decir: «Era exacto» Pero nadie lo anunció o lo dio a saber, [27] yo fui el primero que dije a Sión: «Aquí están.» y mandé la Buena Nueva a Jerusalén. [28] Miré y no había nadie que diera una opinión, a quien yo preguntara y que me respondiera. [29] Pues todos ellos no valen nada, nada son sus obras y sus ídolos, puro aire y vacío.

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[1] Los primeros versos del poema (1-3) presentan a Ciro, el vencedor que progresa en su conquista del Medio Oriente. En tiempos anteriores, los reyes paganos eran mandados por Yavé para castigar a su pueblo. Ahora, uno de ellos es elegido por Yavé para salvar a su pueblo. Esa es una lección de humildad para los creyentes: Dios no escoge siempre a santos o a creyentes para libertar a los pueblos. Los versos 6-7, sobre la idolatría, parecen estar fuera del lugar, lo mismo que 40,19-20.

[8] Los primeros versículos del capítulo han celebrado las victorias de Ciro, pero ahora, Dios se dirige a Israel. Este será librado de su Exilio, se prepara una nueva partida más magnífica de lo que fue la salida de Egipto, para que los judíos puedan volver a su patria. ¡Pero, qué exageración en apariencias! El regreso del Exilio iba a ser obra de pequeñas caravanas que se toparían con muchas dificultades. Sin embargo, es un hecho que gracias a ellas la nación se levantaría y la historia sagrada seguiría su curso. Allí está ya la figura de lo que Dios ofrece a las minorías de creyentes, las pequeñas comunidades que se aferran a las esperanza del Evangelio: a menudo tenemos la impresión de que no estamos realizando gran cosa, pero sin embargo es toda la aventura del Reino la que está en juego en nuestra voluntad de existir.

[21] Este pasaje alude una vez más a las victorias de Ciro: promesas de paz para los judíos y para las pequeñas naciones del Cercano Oriente, las que desde hacía dos siglos vivían entre guerras incesantes, masacres y hambrunas .Pero Dios (por boca del profeta) recuerda que él había anunciado todo eso de antemano, lo que nadie más había hecho. Y recrimina a todos esos dioses y a sus sacerdotes que no dijeron nada.

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