Isaías 51, 1 - 23

DIOS SALVARÁ A LOS HIJOS DE ABRAHAM

[1] Escúchenme ustedes, que anhelan la justicia y que buscan a Yavé. [2] Vuelvan a su origen, miren la roca, la cantera de donde fueron sacados; miren a Abraham, su padre, y a Sara, que los dio a luz. Era uno solo cuando lo llamé, pero lo bendije y se multiplicó. [3] Pues bien, Yavé se ha compadecido de Sión y ahora quiere dar vida a sus ruinas, transformar su soledad en un Paraíso y su sequedad en un jardín de Yavé. Entonces se lo agradecerán, tocando música y lanzando vivas de entusiasmo y de alegría. [4] Pueblos, pónganme atención, y escúchenme, naciones, porque de mí saldrá la Ley y mis sentencias que serán la luz de los pueblos. [5] Mi justicia está por llegar; ya he mandado mi salvación y aquí vengo yo para gobernar a los pueblos. Las islas también esperan en mí y cuentan con mi intervención. [6] Levanten los ojos al cielo y miren después al suelo. Miren que los cielos se derriten y se hacen humo y la tierra se deshace como la ropa mientras sus habitantes mueren como moscas. Pero mi salvación durará para siempre y mi justicia nunca se acabará. [7] Atiéndanme, ustedes que andan derecho, pueblo mío que tienes mi ley en tu corazón. No teman las injurias de los hombres ni se desmoralicen por sus insultos. [8] Porque la polilla los roerá como ropa, y sus larvas se los comerán como lana. Pero mi justicia durará para siempre y mi salvación seguirá de siglos en siglos.

DESPIÉRTATE, YAVÉ

[9] ¡Despiértate, despiértate con toda tu fuerza, brazo de Yavé! Despiértate como pasó antes, en los tiempos antiguos. ¿No eres tú quien destrozó a Rahab y traspasó al dragón? [10] ¿No eres tú el que secó el mar y las aguas profundas, e hiciste del fondo del mar un camino para que pasaran los que rescatabas? [11] Así volverán los que ha salvado Yavé. Entrarán a Sión entre gritos de alegría, una dicha imperecedora hará brillar sus rostros. ¡Alegría y felicidad los acompañarán, y lejos quedarán las penas y los suspiros! [12] Yo, yo soy el que te consuela. ¿Por qué tienes miedo a los hombres que mueren, a un hijo de hombre que desaparecerá como el pasto? [13] ¿Acaso te has olvidado de Yavé, que te creó, que extendió los cielos y que fundó la tierra? Pues te lo pasas siempre asustado al ver la rabia del tirano, que trata, por todos los medios, de destruirte. Pero, ¿dónde está ahora su rabia? [14] Muy pronto saldrá en libertad el prisionero; no morirá en el calabozo, ni le faltará más el pan. [15] Yo soy Yavé, tu Dios, que muevo el mar y hago rugir sus olas, mi nombre es Yavé de los Ejércitos. [16] Cuando estaba estirando los cielos y echando los cimientos de la tierra, coloqué mis palabras en tu boca y te escondí bajo mi mano. Y dije a Sión: «Tú eres mi pueblo.» [17] ¡Despierta, despierta, levántate, Jerusalén! Tú que te serviste de la misma mano de Yavé la copa que contenía su enojo y que hace perder los sentidos, te la tomaste hasta dejarla vacía. [18] Ella, que tuvo tantos hijos, no tiene ni uno para que la lleve; y, de todos los hijos que crió, no queda nadie para que la sostenga. [19] ¿Quién te dará el pésame por estas dos desgracias que te han ocurrido: saqueo y ruina, hambre y espada? [20] Has visto a tus hijos tirados, sin fuerzas, en las esquinas de las calles, como un antílope en una trampa, desmayados por el enojo de Yavé, por las amenazas de tu Dios. [21] Por esto, óyeme, infeliz, que te has embriagado con algo que no es vino. [22] Así te habla tu Señor, Yavé, tu Dios, defensor de tu pueblo: Yo quito de tu mano la copa que hace perder los sentidos, la copa de mi enojo; tú ya no volverás a tomarla. [23] Yo se la pasaré a tus opresores que decían: Agáchate, para que pasemos por encima. Y tu espalda quedó como un camino por donde pasaba la gente.

[9] Este poema es un doble llamado, a Yavé y a Jerusalén, para que despierten. Se llama a Yavé como a un héroe dormido, y a Jerusalén como a una mujer humillada y desanimada. Se llama a los dos al mismo tiempo, porque la resurrección de Jerusalén se hará en una acción común: Yavé es el que indica el momento, que prepara las condiciones históricas para que sea factible y que pone la esperanza en el corazón de los hombres. Los hijos de Jerusalén tienen que desear primeramente su propia liberación, y luego ir a reconstruir.Dios parece ausente del mundo mientras que los hombres lo arreglan todo a su antojo. Dios parece dormir hasta que llegue su hora. No por esto vamos a ser fatalistas y pensar que los problemas se solucionarán cuando Dios así lo decida. Llamar a Dios para que se despierte significa también emprender la marcha cuando la neblina no se ha despejado aún. ¿A quién está animando Dios? A hombres fracasados y que padecen los males que se merecieron. No habla a santos sino a pecadores y les dice que al perdonarles sus errores pasados los hace fuertes para construir la Ciudad Santa. Es fácil criticar las expresiones realistas y primitivas con las que la Biblia habla a veces de este Dios de los Ejércitos. Pero no ganaríamos nada cambiando la imagen del Conquistador por la de un Dios tranquilo y bonachón feliz de vernos sonrientes y repletos. Aquí se anunciaban acontecimientos que debían volcar el curso de la historia. Nótese de paso las expresiones vendidos y comprados que ya se usaron en 50,1. El hombre pertenece a Dios y se encuentra libre obedeciéndole. Si rechaza esta dependencia, recae en otra: no está hecho para otra libertad que la que se desarrolla cara a cara con otro, y el primero entre esos "otros" es Dios Padre. Cristo nos "rescata" o nos libra de cualquier servidumbre como dice Isaías 53,10 (véase Rom 6,15) pero haciéndonos hijos.

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