Salmo 146 (145), 1 - 10

[1] ¡Aleluya! ¡Alaba al Señor, alma mía! [2] Mientras viva yo quiero alabar al Señor, quiero salmodiar para el Señor mientras exista. [3] No pongas tu confianza en los que mandan, ni en el mortal, que no puede salvarte; [4] no bien se le va el alma, vuelve al polvo, y ese día se acaban sus proyectos. [5] Dichoso aquel que al Dios de Jacob tiene de ayuda y pone su esperanza en el Señor, su Dios, [6] en el que hizo los cielos y la tierra, el mar y todo cuanto ellos encierran. El su lealtad conserva siempre, [7] y su justicia da a los oprimidos, proporciona su pan a los hambrientos. El Señor deja libres a los presos. [8] el Señor da la vista a los ciegos, el Señor endereza a los encorvados, el Señor ama a los justos; [9] da el Señor protección al forastero, y reanima al huérfano y a la viuda, mas desvía el camino de los malvados. [10] El Señor reina para siempre, tu Dios, Sión, de generación en generación. ¡Aleluya!

[1] Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos...No nos dejemos enajenar por los entretenimientos que devoran el tiempo -la vida misma- de los consumidores, sino miremos la realidad: el mundo está lleno de males e injusticias y nos pide actuar como él mismo que endereza lo torcido. Reafirmemos sin miedo que Dios es el que libera a los pobres. Mientras mejor lo sabe uno, más tratará de compartir los pensamientos del Señor, poniendo su vida al servicio de los postergados, hambrientos y humillados.

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