Salmo 22 (21), 1 - 23

[2] Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste? ¡Las palabras que lanzo no me salvan! [3] Mi Dios, de día llamo y no me atiendes, de noche, mas no encuentro mi reposo. [4] Tú, sin embargo, estás en el Santuario, de allí sube hasta ti la alabanza de Israel. [5] En ti nuestros padres esperaron, esperaban y tú los liberabas. [6] A ti clamaban y quedaban libres, su espera puesta en ti no fue fallida. [7] Mas yo soy un gusano y ya no un hombre, los hombres de mí tienen vergüenza y el pueblo me desprecia. [8] Todos los que me ven, de mí se burlan, hacen muecas y mueven la cabeza: [9] "¡Confía en el Señor, pues que lo libre, que lo salve si le tiene aprecio!" [10] Me has sacado del vientre de mi madre, me has confiado a sus pechos maternales. [11] Me entregaron a ti apenas nacido; tú eres mi Dios desde el seno materno. [12] No te alejes de mí, que la angustia está cerca, y no hay nadie que pueda ayudarme. [13] Me rodean novillos numerosos y me cercan los toros de Basán. [14] Amenazándome abren sus hocicos como leones que desgarran y rugen. [15] Yo soy como el arroyo que se escurre; todos mis huesos se han descoyuntado; mi corazón se ha vuelto como cera, dentro mis entrañas se derriten. [16] Mi garganta está seca como teja, y al paladar mi lengua está pegada: ya están para echarme a la sepultura. [17] Como perros de presa me rodean, me acorrala una banda de malvados. Han lastimado mis manos y mis pies. [18] Con tanto mirarme y observarme pudieron contar todos mis huesos. [19] Reparten entre sí mis vestiduras y mi túnica la tiran a la suerte. [20] Pero tú, Señor, no te quedes lejos; ¡fuerza mía, corre a socorrerme! [21] Libra tú de la espada mi alma, de las garras del can salva mi vida. [22] Sálvame de la boca del león, y de los cuernos del toro lo poco que soy. [23] Yo hablaré de tu Nombre a mis hermanos,

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[1] Desde los comienzos, la tradición cristiana ha aplicado este salmo a Jesús mismo. De hecho, su lectura nos recuerda varios detalles de la pasión de Jesús. Los toros, el león, los perros, designan a sus enemigos; la comparación con el gusano conviene a la humillación de los azotes y a la infamia de la cruz; el reparto de sus ropas también se realizó exactamente como está dicho. Jesús se aplicó a sí mismo este salmo al lanzar en la cruz el gran grito: Dios mío, ¿por qué me has abandonado? El mismo Jesús, el propio Hijo de Dios, tuvo el sentimiento de llamar en vano a su Padre. Pero, en medio de estas tinieblas, hay en él una certeza que no puede vacilar. Sabe que, a pesar de su silencio, el Padre está siempre con él, y toda la segunda parte del salmo es un canto de confianza que se levanta y amplifica hasta transformarse en clamor de triunfo; el crucificado del Viernes Santo, se cambia en el Señor de la gloria, y su imperio será universal. Jesús había dicho: «Cuando esté levantado sobre la tierra atraeré a mí todas las cosas».La vida cristiana es un paso de la muerte a la vida. Lo maravilloso es que por medio de Jesús siempre podemos sacar el bien del mal, la felicidad del sufrimiento y de la muerte misma.

[26] Cumpliré mis votos: se trata de los sacrificios de acción de gracias.

[27] : Alude al banquete que Dios ha preparado para sus elegidos: Is 25,6; Lc 22,30.

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