Salmo 78 (77), 1 - 72

1] Atiende, pueblo mío, a mi enseñanza, toma en serio estas palabras de mi boca. [2] En parábolas voy a abrir mi boca, evocaré los enigmas del pasado. [3] Las cosas que escuchamos y sabemos, que nos fueron contando nuestros padres, [4] no deben ignorarlas nuestros hijos. A la futura generación le contaremos la fama del Señor y su poder, las maravillas que él ha realizado. [5] En Jacob arraigó sus declaraciones, a Israel le dio una Ley. Luego ordenó a nuestros padres que se las enseñaran a sus hijos, [6] para que las conozcan sus sucesores, los hijos que nacerán después. Que éstos se encarguen de instruir a sus hijos [7] para que éstos confíen sólo en Dios, no olviden las hazañas de su Dios y observen sus mandatos. [8] Para que no sean, a ejemplo de sus padres, una generación rebelde y obstinada, incapaz de mantener su decisión y cuyo espíritu no era fiel a Dios. [9] Los hijos de Efraín, diestros arqueros, volvieron las espaldas el día del combate. [10] Es que no respetaban la alianza de Dios, se habían negado a seguir su Ley. [11] Habían olvidado sus hazañas los prodigios que había hecho ante sus ojos. [12] ¡Qué milagros no hizo ante sus padres, en la tierra de Egipto, en los campos de Tanis! [13] Hendió el mar y los hizo pasar deteniendo las aguas como un dique. [14] De día los guió con una nube y cada noche con una luz de fuego. [15] Partió en medio las rocas del desierto y les dio de beber agua a torrentes. [16] Hizo brotar arroyos de la piedra y las aguas corrieron como ríos. [17] Mas de nuevo pecaron contra él desafiaron al Altísimo en el desierto. [18] Tentaron a Dios en sus corazones, pidiendo de comer para sobrevivir; [19] insultaron a Dios, diciendo: "¿Será Dios capaz de prepararnos la mesa en el desierto? [20] Es cierto que, cuando él golpeó la roca, corrió el agua y los torrentes desbordaron, pero, ¿será capaz de darnos pan, o de proporcionar carne a su pueblo?" [21] Al oírlo el Señor se encolerizó, un fuego se encendió contra Jacob y la cólera subió contra Israel, [22] porque no habían creído en Dios ni habían confiado en que los salvaría. [23] Dio orden a las nubes en lo alto, abrió las compuertas de los cielos, [24] les envió como lluvia maná para comida, les dio trigo del cielo. [25] Y el hombre comió el pan de los Fuertes, y El les envió de sobra provisiones. [26] Hizo soplar en los cielos viento del este, y trajo con su poder el viento sur. [27] Hizo llover sobre ellos la carne como polvo, aves innumerables como arena del mar. [28] Hizo que cayeran dentro del campamento, en todo el derredor de sus carpas. [29] Comieron hasta ya no poder más, él les sirvió de cuanto deseaban. [30] Pero aún sus ansias no calmaban y todavía en su boca tenían su comida, [31] cuando estalló contra ellos la cólera de Dios: dio muerte a los más fuertes de los suyos, derribó a la flor y nata de Israel. [32] A pesar de esto, pecaron nuevamente, no creían aún en sus maravillas. [33] De un soplo, entonces, apagó sus días, trágicamente se acabaron sus años. [34] Cuando él los masacraba, lo buscaban, se volvían y le hacían la corte; [35] se acordaban que Dios era su Roca y el Dios altísimo, su redentor. [36] Pero todo se quedaba en palabras, y con su lengua sólo le mentían; [37] pues su corazón no se dio a fondo, ni tampoco tenían fe en su alianza. [38] El, empero, siempre bueno y compasivo, perdonaba su culpa en vez de destruirlos, ¡cuántas veces no refrenó su cólera en vez de desatar toda su ira! [39] "Son seres de carne, se decía, soplo que se va y no volverá". [40] ¡Cuántas veces lo desafiaron en el desierto y lo enervaron en esa soledad! [41] Nuevamente tentaron a su Dios y enojaron al Santo de Israel. [42] No se acordaron más de su poder, del día en que los libró del adversario, [43] cuando hizo milagros en Egipto, prodigios en los campos de Tanis, [44] convirtió en sangre sus ríos, para que no bebieran de sus arroyos. [45] Luego vinieron mosquitos que se los comían y ranas que les hicieron gran perjuicio. [46] Entregó sus cosechas al pulgón y el fruto de su trabajo a las langostas. [47] Echó a perder sus viñas con granizo y sus sicomoros con la helada. [48] Dejó sus rebaños a merced del granizo y el rayo tumbó sus ganados. [49] Lanzó sobre ellos el ardor de su cólera, ira, furor, angustia: ¡un buen envío de ángeles de desdichas! [50] Le dio rienda suelta a su cólera, no preservó sus vidas de la muerte y entregó sus personas a la peste. [51] Mató a los primogénito de Egipto, a todo hijo mayor en las carpas de Cam. [52] Luego sacó a su pueblo como ovejas, los guió, como rebaño, en el desierto; [53] los condujo seguros, sin temor, mientras que el mar cubría a sus enemigos. [54] Los introdujo en su santo territorio, la montaña que su diestra conquistó. [55] Expulsó en su presencia a las naciones, les asignó a cordel una heredad y en carpas ajenas instaló a las tribus de Israel. [56] Mas tentaron a Dios, el Altísimo, se rebelaron contra él, no hicieron caso de sus advertencias. [57] Se corrían y traicionaban como sus padres, le fallaban como arco que no apunta. [58] Lo irritaron con sus sitios de culto y con sus ídolos lo pusieron celoso. [59] Dios los oía, y se indignó, y rechazó totalmente a Israel; [60] abandonó su morada de Silo, que era su tienda, plantada entre los hombres. [61] Permitió que se llevaran cautivo a su poder y en manos enemigas cayera su gloria. [62] Tanto era su enojo con los suyos que entregó su pueblo a la espada; [63] el fuego devoró a su juventud y sus niñas solteras se quedaron; [64] sus sacerdotes cayeron por la espada y sus viudas no se lamentaron. [65] Pero se despertó el Señor como de un sueño, como un hombre que ha dormido la mona, [66] hirió a sus enemigos por la espalda, los dejó humillados para siempre. [67] Descartó luego a la tienda de José y no eligió a la tribu de Efraín, [68] mas escogió a la tribu de Judá, a ese monte Sión al que amaba. [69] Construyó su santuario como las alturas, como la tierra, firme para siempre. [70] Eligió a David, su servidor, lo sacó del redil de los corderos, [71] lo llamó cuando cuidaba a las ovejas para pastorear a Jacob, su pueblo. [72] Fue su pastor con un corazón perfecto y con mano prudente los condujo.

[1] Efraín... Jacob ... José... No olvidemos que durante siglos Israel estuvo dividido en dos reinos. El más poderoso, el del norte, se llamaba el Reino de Israel; se consideraba el legítimo heredero de su antepasado Jacob-Israel, y la principal de sus tribus era la de Efraín, hijo de José. Con toda probabilidad, este salmo fue escrito en ese reino antes que desapareciera; cuando se reconquistó Jerusalén, en el Reino de Judá, se añadieron los versículos 67-72. La primera parte describe las desobediencias de la gente del Norte; después se termina con la benevolencia de Dios para con los del sur.

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