2A Pedro 1, 1 - 21

[1] Carta de Simeón Pedro, servidor y apóstol de Cristo Jesús, a todos aquellos que tuvieron la suerte, como la tuvimos nosotros, de recibir una fe tan preciosa y de ser renovados por nuestro Dios y Salvador Jesucristo. [2] Que la gracia y la paz se les aumenten de día en día, junto con el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor.

SOMOS PARTÍCIPES DE LA NATURALEZA DIVINA

[3] Su poder divino nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad, en primer lugar el conocimiento de Aquel que nos ha llamado por su propia gloria y fuerza. [4] Por ellas nos ha concedido lo más grande y precioso que se pueda ofrecer: ustedes llegan a ser partícipes de la naturaleza divina, escapando de la corrupción que en este mundo va a la par con el deseo. [5] Por eso, pongan el máximo empeño en incrementar su fe con la firmeza, [6] la firmeza con el conocimiento, el conocimiento con el dominio de los instintos, el dominio de los instintos con la constancia, la constancia con la piedad, [7] la piedad con el amor fraterno y el amor fraterno con la caridad. [8] Pues si tienen todas estas virtudes en forma eminente, no serán inútiles ni estériles, sino que más bien alcanzarán el conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor. [9] En cambio, quien no tiene todo esto es ciego y corto de vista, y se ha olvidado de que fue purificado de sus pecados pasados. [10] Por lo tanto, hermanos, esfuércense por confirmar el llamado de Dios que los ha elegido. Si obran así, no decaerán, [11] y se les facilitará generosamente la entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador, Cristo Jesús. [12] Por eso siempre trataré de recordarles estas cosas, aunque las sepan y se mantengan firmes en la verdad que poseen. [13] Me parece bueno avivar su memoria mientras esté en la presente morada, [14] sabiendo que pronto será desarmada esta tienda mía, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. [15] Por eso procuro hacer todo lo necesario para que, después de mi partida, recuerden constantemente estas cosas.

LAS BASES DE LA FE

[16] En efecto, no hemos sacado de fábulas o de teorías inventadas lo que les hemos enseñado sobre el poder y la venida de Cristo Jesús, nuestro Señor. Con nuestros propios ojos hemos contemplado su majestad [17] cuando recibió de Dios Padre gloria y honor. En ese momento llegó sobre él una palabra muy extraordinaria de la gloriosa Majestad: «Este es mi Hijo muy querido, el que me agradó eligir.» [18] Nosotros mismos escuchamos esa voz venida del cielo estando con él en el cerro santo. [19] A consecuencia de esto creemos más firmemente en el mensaje de los profetas, y deben tenerlo como una lámpara que luce en un lugar oscuro, hasta que se levante el día y el lucero de la mañana brille en sus corazones. [20] Sépanlo bien: ninguna profecía de la Escritura puede ser interpretada por cuenta propia, [21] pues ninguna profecía ha venido por iniciativa humana, sino que los hombres de Dios han hablado, movidos por el Espíritu Santo.

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