Hechos 15, 1 - 41
CONTROVERSIAS. - CONCILIO DE JERUSALÉN: LA IGLESIA, ¿SERÁ JUDÍA?
[1] Llegaron algunos de Judea que aleccionaban a los hermanos con estas palabras: «Ustedes no pueden salvarse, a no ser que se circunciden como lo manda Moisés.» [2] Esto ocasionó bastante perturbación, así como discusiones muy violentas de Pablo y Bernabé con ellos. Al fin se decidió que Pablo y Bernabé junto con algunos de ellos subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los apóstoles y los presbíteros. [3] La Iglesia los encaminó, y atravesaron Fenicia y Samaría. Al pasar contaban con todo lujo de detalles la conversión de los paganos, lo que produjo gran alegría en todos los hermanos. [4] Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia, por los apóstoles y los presbíteros, y les expusieron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. [5] Pero se levantaron algunos del grupo de los fariseos que habían abrazado la fe, y dijeron: «Es necesario circuncidar a los no judíos y pedirles que observen la ley de Moisés.» [6] Entonces los apóstoles y los presbíteros se reunieron para tratar este asunto. [7] Después de una acalorada discusión, Pedro se puso en pie y dijo: «Hermanos: ustedes saben cómo Dios intervino en medio de ustedes ya en los primeros días, cuando quiso que los paganos escucharan de mi boca el anuncio del Evangelio y abrazaran la fe. [8] Y Dios, que conoce los corazones, se declaró a favor de ellos, al comunicarles el Espíritu Santo igual que a nosotros. [9] No ha hecho ninguna distinción entre nosotros y ellos, sino que purificó sus corazones por medio de la fe. [10] ¿Quieren ustedes mandar a Dios ahora? ¿Por qué quieren poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que nuestros padres no fueron capaces de soportar, ni tampoco nosotros? [11] Según nuestra fe, la gracia del Señor Jesús es la que nos salva, del mismo modo que a ellos.» [12] Toda la asamblea guardó silencio y escucharon a Bernabé y a Pablo, que contaron las señales milagrosas y prodigios que Dios había realizado entre los paganos a través de ellos. [13] Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo: «Hermanos, escúchenme: [14] Simeón acaba de recordar cómo Dios, desde el primer momento, intervino para formarse con gentes paganas un pueblo a su nombre. [15] Los profetas hablan el mismo lenguaje, pues está escrito: [16] Después de esto volveré y construiré de nuevo la choza caída de David. Reconstruiré sus ruinas y la volveré a levantar, [17] para que el resto de los hombres busque al Señor, todas las naciones sobre las cuales ha sido invocado mi Nombre. Así lo dice el Señor, que hoy realiza [18] lo que tenía preparado desde siempre. [19] Por esto pienso que no debemos complicar la vida a los paganos que se convierten a Dios. [20] Digámosles en nuestra carta tan sólo que se abstengan de lo que es impuro por haber sido ofrecido a los ídolos, de las relaciones sexuales prohibidas, de la carne de animales sin sangrar y de comer sangre. [21] Porque desde tiempos antiguos leen a Moisés en las sinagogas todos los sábados, y tiene predicadores en cada ciudad.
» LA CARTA DEL CONCILIO, EL PRINCIPIO DE LIBERTAD [22] Entonces los apóstoles y los presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia, decidieron elegir algunos hombres de entre ellos para enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Fueron elegidos Judas, llamado Barsabás, y Silas, ambos dirigentes entre los hermanos. [23] Debían entregar la siguiente carta: «Los apóstoles y los hermanos con título de ancianos saludan a los hermanos no judíos de Antioquía, Siria y Cilicia. [24] Nos hemos enterado de que algunos de entre nosotros los han inquietado y perturbado con sus palabras. No tenían mandato alguno nuestro. [25] Pero ahora, reunidos en asamblea, hemos decidido elegir algunos hombres y enviarlos a ustedes, junto con los queridos hermanos Bernabé y Pablo, [26] que han consagrado su vida al servicio de nuestro Señor Jesucristo. [27] Les enviamos, pues, a Judas y a Silas, que les expondrán de viva voz todo el asunto. [28] Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro no imponerles ninguna otra carga fuera de las indispensables: [29] que no coman carne sacrificada a los ídolos, ni sangre, ni carne de animales sin desangrar, y que se abstengan de relaciones sexuales prohibidas. Observen estas normas dejándose guiar por el Espíritu Santo. Adiós. » [30] Después de despedirse fueron a Antioquía, reunieron a la asamblea y entregaron la carta. [31] Cuando la leyeron, todos se alegraron con aquel mensaje de aliento. [32] Judas y Silas, que también eran profetas, dieron ánimo y confortaron a los hermanos con un largo discurso. [33] Se quedaron allí algún tiempo, y los hermanos los despidieron en paz para volver a la comunidad que los había enviado. [34] Pero Silas prefirió quedarse con ellos y Judas volvió solo. [35] En cuanto a Pablo y Bernabé, se detuvieron en Antioquía, enseñando y anunciando con muchos otros la Palabra de Dios.
SEGUNDA MISIÓN DE PABLO [36] Pero un día Pablo dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar a los hermanos y veamos cómo están en cada una de las ciudades donde hemos anunciado la Palabra del Señor.» [37] Bernabé quería llevar con ellos también a Juan, llamado Marcos, [38] pero Pablo consideraba que no debían llevar consigo a quien los había abandonado en Panfilia, cuando debía haber compartido sus trabajos. [39] Se acaloraron tanto que acabaron por separarse el uno del otro. Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre. [40] Pablo, por su parte, eligió a Silas. Los hermanos lo encomendaron a la gracia de Dios y partió. [41] Recorrió Siria y Cilicia confirmando a las Iglesias y entregando las decisiones de los presbíteros.
[1] Aquí vemos el primer gran debate de la Iglesia. Pablo, en efecto, lo cuenta en Gál 1,1-10.La forma de resolver el conflicto pone de manifiesto el aspecto comunitario de la Iglesia: los ancianos de la Iglesia-madre de Jerusalén se reúnen con los apóstoles, que son la autoridad suprema de la Iglesia. Simón Pedro les recuerda su experiencia con Cornelio (cap. 11) y abre el camino de la libertad total con respecto a la religión judía.
[22] Si se lee Gálatas 2, y luego Hechos 21,25, se puede pensar que Lucas ha juntado aquí dos acontecimientos: por una parte, la reunión en Jerusalén y por otra, una decisión de Santiago, tomada un poco más tarde para las Iglesias que dependían más directamente de Jerusalén y donde los judíos de origen formaban la gran mayoría. En este caso sería más fácil comprender el decreto que viene a continuación. La decisión final del «Concilio» de Jerusalén, tal como está presentada aquí, debió de ser lo mejor que los apóstoles y el Espíritu Santo podían hacer en ese momento. Pero hay que reconocer que el arreglo sólo podía ser provisorio y que no tenía justificación doctrinal. Imponer las leyes judías era castigar a los no judíos. Era además una manera de decir que la Iglesia no era capaz de mantenerse en la novedad del Evangelio, libre del pasado, libre de las disciplinas religiosas. De hecho, algunos años más tarde, ya nadie se preocupaba por esas leyes, por el hecho de que la Iglesia se había liberado de la comunidad judía tanto como había sido rechazada por ésta. Habrá que fijarse en las expresiones siguientes: Los apóstoles, los ancianos y toda la comunidad... Fue el parecer del Espíritu Santo y el nuestro. Es que la decisión de la comunidad unida a sus apóstoles es la garantía del Espíritu Santo. Semejantes debates volverán a presentarse en los siglos posteriores, pero entonces se tratará de liberar a la Iglesia, no de las Leyes del Antiguo Testamento, sino de leyes y costumbres de la propia Iglesia que habrán pasado a ser un yugo imposible de soportar para una gran parte de la humanidad. Pero sólo un debate muy abierto como el de Jerusalén permitirá poner el dedo en esos obstáculos y tabúes eclesiásticos; en el caso de que organismos centrales ahoguen la libertad de expresión, la misión se debilita y la Iglesia se encierra en una clientela tradicional cada vez más reducida.
[36] Estamos en el año 50. Hace trece años que Pablo se había encontrado con Cristo en el camino de Damasco, y comienza ahora una nueva etapa de su vida. Los apóstoles y la Iglesia de Jerusalén han reconocido oficialmente la misión que Cristo le había encomendado el día de su conversión, esto es, que fuera el apóstol de las naciones paganas que forman el mundo romano (Gál 2,7-9; Ef 3,8-9). Va a llevar a cabo la misión como el único responsable. La violenta ruptura de Pablo y de su amigo Bernabé no debe extrañarnos, puesto que la fe no destruye nuestra personalidad. Pero el tiempo y la gracia atenúan las asperezas. Algunos años más tarde, Marcos estará de nuevo al lado de Pablo en su tiempo de detención en Roma (Filem 24 y 2 Tim 4,11).
Comentarios