Ezequiel 34, 1 - 31

LOS PASTORES DE ISRAEL

[1] Se me comunicó esta palabra de Yavé: [2] "Hijo de hombre, habla de parte mía contra los pastores de Israel, profetiza! Les dirás a los pastores: Esta es una palabra de Yavé: ¡Ay de ustedes, pastores de Israel: pastores que sólo se preocupan de ustedes mismos! ¿Acaso el pastor no tiene que preocuparse del rebaño? [3] Se alimentan de leche, se visten con lana, sacrifican los animales gordos, pero no se preocupan de sus ovejas. [4] No han reanimado a la oveja agotada, no se han preocupado de la que estaba enferma, ni curado a la que estaba herida, ni han traído de vuelta a la que estaba extraviada ni buscado a la que estaba perdida. Y a las que eran fuertes, las han conducido en base al terror. [5] Sin pastores, mis ovejas se han dispersado: siendo así presa fácil de las fieras salvajes. [6] Mi rebaño se dispersó por las montañas y colinas; el resto está disperso por todo el país, y nadie se preocupa o sale en su búsqueda. [7] Por eso, pastores, escuchen la palabra de Yavé: [8] Tan cierto como que yo vivo, dice Yavé, que si mis ovejas quedaron expuestas a los ladrones, si se convirtieron en presa de las fieras salvajes, la culpa es de los pastores. Mis pastores no se preocuparon de mis ovejas, se preocuparon de sí mismos pero no del rebaño. [9] Por eso, pastores, ( ) Yavé habló: Me dirijo directamente a los pastores para quitarles mi rebaño. Ya no serán más los pastores de mi rebaño, pastores que sólo se preocupan de sí mismos. Arrancaré mis ovejas de su boca y ya no serán más su presa. [11] Porque esto dice Yavé: ¡Aquí estoy, soy yo! Vengo en busca de las ovejas, yo me ocuparé de ellas [12] como el pastor que se ocupa de su rebaño el día en que se encuentre en medio de sus ovejas en libertad. Yo también me ocuparé de mis ovejas y las sacaré de todos los lugares por donde se dispersaron ese día de negras nubes y tinieblas. [13] Haré que salgan de los otros pueblos, las reuniré de diferentes países y las conduciré a su propia tierra. Haré que ramoneen por las montañas de Israel, en los valles y en todas las praderas del país. [14] Sí, haré que ramoneen en un buen potrero, en las altas montañas de Israel, descansarán en un buen corral y se alimentarán en fértiles praderas de las montañas de Israel; [15] yo mismo me preocuparé de mis ovejas, yo las llevaré a descansar -palabra de Yavé. [16] Buscaré a la que esté perdida, volveré a traer a la que esté extraviada, curaré a la que esté herida, reanimaré a la que esté enferma, velaré por la que esté sana; las cuidaré con justicia. [17] Y a ustedes, mis ovejas, esto dice Yavé: Juzgaré entre ovejas y ovejas, entre chivos y carneros. [18] ¿Así que no les basta con pastar en un buen potrero? ¿Por qué han pisoteado el resto del pasto? Si toman un agua clara, ¿por qué han enturbiado el resto con sus pies? ¿Acaso mis ovejas tienen que ramonear lo que ustedes pisotearon y tomar lo que enturbiaron los pies de ustedes? Por eso, esto dice Yavé: Juzgaré tanto a las ovejas gordas como a las flacas. [21] Ustedes les han pegado a costillas y lomos, han corneado a todas las más débiles, hasta echarlas afuera. [22] Por eso, salvaré a mis ovejas, las pondré a resguardo de los ladrones y juzgaré entre unas ovejas y otras. [23] Pondré a la cabeza de ellas a un pastor único para que se preocupe de ellas, a mi servidor David. El será su pastor. [24] Yo, Yavé, seré su Dios, y mi servidor David, su príncipe. [25] Firmaré con ellas una alianza de paz, haré que desaparezcan del país las fieras salvajes; mis ovejas podrán quedarse en el desierto y dormir en los bosques. [26] Las instalaré alrededor de mi colina y haré que caiga la lluvia a su tiempo, será una lluvia de bendición. [27] El árbol de los campos dará su fruto y la tierra, su cosecha; mi pueblo vivirá seguro en su tierra, porque habré roto su yugo y los habré librado de manos de los opresores. Entonces sabrán que yo soy Yavé. [28] Ya no serán más presa de las naciones, ni los devorarán más las fieras salvajes, sino que vivirán en paz y nadie vendrá a molestarlos. [29] Haré que la tierra produzca en abundancia. Ya no experimentarán más hambre, ni pasarán más esa humillación ante los demás pueblos. [30] Porque yo soy Yavé, su Dios, y ellos son Israel, mi pueblo -palabra de Yavé. [31] Ustedes son mi rebaño, las ovejas de mi potrero y yo soy su Dios -palabra de Yavé.

[1] El señor Yavé reúne a su rebaño disperso. Hay como dos partes en esta larga comparación en que Yavé promete hacerse el pastor de su pueblo:-- una revolución,-- un juicio. Habla de parte mía contra los pastores de Israel. Aquí Yavé anuncia un cambio total de la vida social de Israel: reemplazará a los pastores. La expresión «pastores» se aplica a todas las autoridades civiles. Comprende, por tanto, al rey, magistrados y jueces. ¿Acaso el pastor no tiene que preocuparse del rebaño? (2). Yavé condena a las autoridades de su pueblo que encontraron normal gozar el poder y la riqueza sin considerarse primero como los servidores del pueblo. Fácilmente imaginamos la miseria del pueblo judío en los momentos que hablaba Ezequiel, inmediatamente después de la catástrofe de Jerusalén:-- ovejas agotadas, hambrientas, enfermas;-- extraviadas, andaban errantes, sin domicilio ni trabajo, alienadas por las mentiras de sus dirigentes;-- llegaron a ser presa de todos los violentos, fueron llevados al destierro, o dejaron la patria en busca de trabajo. Yo mismo vengo en busca de mis ovejas (12). Ahora los jefes de Israel han desaparecido en la catástrofe de su país, y Yavé promete hacerse pastor. Con esta ocasión dice cuáles son los deberes del pastor: reunir, proteger, dar alimento a todos y reprimir a los prepotentes. Se acabaron los días de negras nubes y tinieblas (12) en que Dios parecía lejano e Israel se veía hundido y sin esperanza. Ahora Yavé reunirá su pueblo de entre las naciones. El reino que ha preparado Dios para esa muchedumbre desalentada superará todo lo que podían esperar. No tendrán solamente la prosperidad material, sino que vivirán en paz junto a Dios: Yo mismo los llevaré a descansar. En cuanto a ustedes, yo distinguiré entre ovejas y ovejas (17). Con estas palabras empieza la segunda parte: el juicio de Dios. Por una parte, las ovejas gordas, las que aprovecharon el orden injusto de la sociedad. No les bastó tener un nivel de vida superior al de los demás, sino que pisotearon lo mejor del pasto: dejaron sin cultivar las mejores tierras del país, sacaron al extranjero las divisas que hubieran permitido el desarrollo económico, impidieron el acceso de todos a la educación y la cultura. Ustedes han corneado a las ovejas más débiles hasta echarlas afuera (21). Aprovecharon el poder y, porque tenían la justicia a su disposición, impusieron «su» orden por la fuerza. Pondré un solo pastor que los apaciente, David, mi siervo. Ese es Cristo, nuevo David. Como se hizo notar respecto de Isaías 11,1, no se anuncia al Mesías como uno más de los descendientes de David y para que reanude el pasado. Será otro David y empezará algo totalmente inédito. Fácilmente uno encontrará aquí las imágenes que Jesús meditó personalmente, y que le sirvieron para hacer tres parábolas: la del Buen Pastor (Juan 10,1), la de la Oveja perdida (Lucas 15,4) y la del Juicio (Mateo 25,31).

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