Ezequiel 9, 1 - 11

[1] Gritó con todas sus fuerzas en mis oídos: "¡Castigos de la ciudad, acérquense! ¡Que cada uno lleve en la mano su instrumento de muerte!" [2] Aparecen entonces seis hombres desde el lado de la Puerta Alta, que mira al norte: cada cual lleva en la mano un instrumento de muerte, y en medio de ellos veo a un hombre con un traje de lino, que tiene en la cintura una tablilla de escriba. Vienen a ponerse al lado del altar de bronce, [3] e inmediatamente la Gloria del Dios de Israel, que hasta entonces descansaba sobre los Querubines, se eleva en dirección a la puerta del Templo. Llama al hombre con traje de lino, que lleva en su cintura una tablilla de escriba, [4] y le dice: "Recorre Jerusalén, marca con una cruz en la frente a los hombres que se lamentan y que gimen por todas esas prácticas escandalosas que se realizan en esta ciudad". [5] Luego dice a los otros, de manera que yo lo entienda: "Recorran la ciudad detrás de él y maten. No perdonen a nadie, que su ojo no tenga piedad. [6] Viejos, jóvenes, muchachas, niños y mujeres, mátenlos hasta acabar con ellos. Pero no tocarán a los que tienen la cruz. Comenzarán por mi Santuario". Comienzan pues con la gente que se encontraba delante del Templo. [7] Porque les había dicho: "Llenen los patios de cadáveres, el Templo quedará manchado con ellos; luego salgan y maten en la ciudad". [8] Mientras mataban de esa manera, me postré con el rostro en tierra, gritando y diciéndole. "¡Ay, Yavé, ¿vas a esparcir tu furor por Jerusalén y destruir lo que queda de Israel?" Me respondió: "El pecado de la casa de Israel y de Judá es tan grande que supera toda medida; el país está repleto de sangre y la ciudad, llena de injusticia. Dicen para sí: Yavé ya no se preocupa del país, Yavé ya no ve nada. [10] Por eso, yo tampoco los perdonaré, mi ojo no tendrá piedad. Haré que su comportamiento recaiga sobre su cabeza". [11] En ese momento, el hombre que llevaba un traje de lino y que tenía una tablilla en la cintura, llegó para dar cuenta; declaró: "Hice todo lo que me ordenaste".

[4] Una T, que en ese tiempo tenía la forma de una cruz, protege al «resto».

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