2A Reyes 18, 1 - 37

REINADO DE EZEQUÍAS EN JUDÁ

[1] Ezequías, hijo de Ajaz, comenzó a reinar en Judá en el tercer año de Oseas, rey de Israel. [2] Tenía entonces veinticinco años y su reinado en Jerusalén duró veintinueve años. Su madre era Abí, hija de Zacarías. [3] Hizo lo que es recto a los ojos de Yavé, imitando a David, su antepasado. [4] Suprimió los santuarios de las lomas, quebró los cipos y cortó los troncos sagrados. También destruyó la serpiente de bronce que Moisés había fabricado en el desierto, pues hasta ese tiempo los israelitas le ofrecían sacrificios y la llamaban Nejustán. [5] Confió en Yavé más que cualquiera de los reyes de Judá que lo precedieron o que le sucedieron y nunca se alejó de él. [6] Guardó los mandamientos que Yavé había dado por medio de Moisés. [7] Por eso, Yavé estuvo con él y tuvo éxito en todo lo que emprendía. Se rebeló contra el rey de Asur y ya no le estuvo sometido. [8] Se impuso a los filisteos hasta Gaza y se apoderó de su país desde las torres de vigilancia hasta las ciudades fortificadas. [9] En el año cuarto del reinado de Ezequías, que es el año séptimo de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, vino Salmanasar, rey de Asur, contra Samaria y la sitió. [10] Al cabo de tres años la conquistó. En el año sexto de Ezequías, que es el noveno de Oseas, rey de Israel, fue conquistada Samaria. [11] El rey de Asur deportó a los israelitas a Asur y los ubicó en Jalaj, sobre el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos. [12] Esto les sucedió porque no escucharon la voz de Yavé, su Dios, y rompieron la Alianza, lo que Moisés, siervo de Yavé, había ordenado, y no lo escucharon ni lo practicaron.

INVASIÓN DE SENAQUERIB

[13] El año catorce del reinado de Ezequías subió Senaquerib, rey de Asur, invadió Judá, sitió todas las ciudades fortificadas y se apoderó de todas ellas. [14] Ezequías, rey de Judá, mandó decir a Senaquerib, que se hallaba en Laquis: «He actuado mal, deja de atacarme y haré lo que tú me digas.» El rey de Asur impuso a Ezequías una contribución de trescientos talentos de plata y treinta de oro. [15] Ezequías, pues, le entregó todo el dinero que se hallaba en la Casa de Yavé y en los tesoros de la casa real. [16] Fue en aquel entonces cuando Ezequías mandó arrancar de las puertas de la Casa de Yavé las planchas de oro con que él mismo las había revestido, y las entregó al rey de Asur. [17] El rey de Asur mandó desde Laquis a uno de sus generales con una numerosa tropa para que encontraran a Ezequías. Subió a Jerusalén, y se detuvo en el canal del estanque superior, que está junto al camino del Campo del Batanero. [18] El general pidió hablar con el rey. Este mandó como representante a su mayordomo Elyaquim, al secretario Sobna y al ministro Joaj, hijo de Asaf. [19] El general les dijo: «Transmitan este recado a Ezequías: [20] ¿En qué te confías? ¿Acaso crees que las palabras valen la sabiduría y pueden reemplazar la fuerza en el combate? ¿En quién te apoyas para rebelarte contra mí? [21] Ya sé, tú cuentas con la ayuda de esa caña rota que es Egipto, que rompe y traspasa la mano del que se apoya en ella. Así se porta Faraón con todos los que confían en él. [22] Ustedes tal vez me dirán: «No es cierto, porque nosotros solamente hemos confiado en Yavé.» Pero ¿no son justamente sus altares y sus santuarios de las lomas los que ha suprimido Ezequías, diciendo a la gente de Judá y de Jerusalén: Ustedes deben postrarse sólo delante de ese altar? [23] Pues bien, haz una apuesta con mi señor, el rey de Asur. Yo te doy dos mil caballos, si puedes encontrar a dos mil jinetes para montarlos. [24] Pero ni siquiera eres capaz de hacer retroceder al más insignificante de los generales de mi rey. ¡Tú creíste que Egipto te daría carros y caballerías! [25] ¿Y ahora piensas tú que he subido a este lugar para destruirlo sin el permiso de Yavé? Es precisamente Yavé quien me dijo: Sube a esta tierra y destrúyela.» [26] Entonces Elyaquim, Sobna y Joaj respondieron al general: «Por favor, háblanos a nosotros, tus siervos, en idioma arameo, ya que lo entendemos, pero no nos hables en judío frente a esta gente que está encima de la muralla.» [27] Pero el general contestó: «¿Ustedes se figuran que mi patrón me mandó a decirles estas cosas nada más que a su patrón y a ustedes, no a la gente que está arriba y que junto con ustedes está condenada a comer excrementos y beber sus orines?» [28] Entonces el general se puso de pie y hablando en alta voz pronunció en judío estas palabras: [29] «Oigan el mensaje del gran rey de Asur. Así habla el rey: No se dejen engañar por Ezequías, porque no los podrá salvar, [30] ni lo crean cuando trata de que ustedes confíen en Yavé y les dice que esta ciudad no será conquistada por el rey de Asur. [31] Escuchen más bien al rey de Asur que les dice: Hagan las paces conmigo y pónganse a mi servicio. Así todos podrán comer de su viña y de su higuera y tomar agua de su propio estanque. [32] Luego los vendré a buscar y los llevaré a una tierra igual a ésta, una tierra de trigo y vino, tierra de pan y viñas, tierra de aceite y miel. Así vivirán en vez de morir de hambre. Pero no escuchen a Ezequías, que los engaña diciéndoles que Yavé los librará. [33] ¿Acaso los dioses de las otras naciones han protegido cada uno a su país contra el rey de Asur? [34] ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arfad, de Sefarvaim, de Hená y de Avá? [35] ¿Cuál de todos los dioses de esos países ha librado su tierra de mi poder? ¿Cómo entonces Yavé librará a Jerusalén?» [36] El pueblo guardó silencio y nadie le respondió, pues ésta era la orden del rey: «No le respondan nada.» [37] Después de esto, Elyaquim, hijo de Helcías, mayordomo del palacio, el secretario Sobna y Joaj, hijo de Asaf, canciller, volvieron a Ezequías con sus vestiduras rasgadas y le contaron las palabras de Rabsaces.

--------------------------------------------------------------------------------

[1] Empieza la última parte de los libros de los Reyes: la historia del único reino de Judá. La caída de Samaria y la desaparición del reino del norte alientan una renovación religiosa en el del sur. Ezequías hizo lo recto a los ojos de Yavé. Es el momento en que el profeta Isaías está presente junto al rey Ezequías (716-687 antes de Cristo). Este fue uno de los reyes reformadores. Suprimió los santuarios de las lomas. Aquí notamos el esfuerzo de los reyes de Judá para que no hubiera otro lugar de culto que el Templo de Jerusalén. Pues en los numerosos santuarios de la provincia, se hacían celebraciones en que, ordinariamente, se mezclaban muchas prácticas paganas. Al destacar el monopolio del Templo de Jerusalén, donde sacerdotes y levitas más instruidos vigilan la pureza de la fe, Ezequías favorece la reforma de la religión. Respecto a la serpiente de bronce que Ezequías destruyó, ver Núm 21,3.Es cierto también que numerosos levitas vinieron del norte durante los últimos días de Samaría y se refugiaron en Jerusalén. Varios de ellos habían procurado mantener la fe de Yavé y la unidad religiosa. Llevaban consigo libros sagrados y numerosas tradiciones antiguas sobre Moisés y el pasado de Israel. Este aporte iba a ser de suma importancia, tanto para la redacción de la Biblia como para la reforma de Josías, un siglo más tarde (2 Reyes 22).

[13] En el año 701 (antes de Cristo), Senaquerib sitia a Jerusalén, y Ezequías debe pagar un fuerte rescate para alejarlo. En ese momento se ubica la enfermedad de Ezequías, relatada en el capítulo 20.A partir de 18,17 y hasta el fin del capítulo 19 hallamos el relato de la liberación milagrosa de Jerusalén. En realidad hay dos relatos que corresponden posiblemente a dos liberaciones sucesivas con ocasión de dos invasiones asirias. En el 701, desde Laquis, el rey de Asur, envía a sus generales para exigirle a Ezequías que se rinda. Pero tiene que volver a su país y no puede cumplir sus amenazas. Este relato está en 18,17-19, y se concluye en 19,36-37. En el 690, nueva intervención contada en 19,9-35. Esa vez «salió el ángel de Yavé y mató en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil soldados». El "ángel de Yavé" es una manera de designar cualquier acontecimiento providencial, a lo mejor una peste (ver salmo 76). En el momento en que la Ciudad Santa iba a caer y en que, por lo tanto, las promesas de Dios parecían fallar, algunos ratones tal vez llevan el virus mortífero: Jerusalén es liberada como lo había anunciado Isaías. Estos dos capítulos están reproducidos casi en los mismos términos en el libro de Isaías cap. 36 y 37. Por eso destacamos aquí solamente el relato de la primera liberación y, en Isaías 37, se destaca el de la segunda liberación. Hagan las paces conmigo y pónganse a mi servicio (31). El rey de Asiria propone la paz con esta condición: que los habitantes de Jerusalén sean desterrados. Esto significa para los judíos perder su vida nacional y religiosa, al ser dispersados en otros pueblos. También significa que se quita el poder a los descendientes de David y, según las ideas de este tiempo, Yavé ha sido vencido por los dioses del conquistador. Tal desastre sobrevendrá efectivamente un siglo y medio después, mas por ahora no está todavía maduro y es por eso que Dios va a intervenir. Jerusalén queda inviolada, contra todas las esperanzas humanas. Es la imagen del dirigente al que han querido derribar a causa de su honradez y que se mantiene. Es el estudiante que permanece firme, a pesar de que sus compañeros se burlan de su fe. Son los jóvenes que viven puros en un ambiente sin moralidad. Es la Iglesia reducida a un escaso número de fieles y aparentemente vencida por las fuerzas políticas, pero siempre vencedora.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Eclesiastés 3, 1 - 22

SIRACIDES