Éxodo 15, 1 - 27

[1] Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico a Yavé: «Cantaré a Yavé, que se hizo famoso; arrojó en el mar al caballo y su jinete. [2] ¡Yavé, mi fortaleza!, a él le cantaré, él fue mi salvación, él es mi Dios y lo alabaré, el Dios de mi padre, lo ensalzaré. [3] Yavé es un guerrero, Yavé es su nombre. [4] Los carros de Faraón y su ejército: ¡los precipitó en el mar! Los mejores de sus oficiales, ¡hundidos en el Mar Rojo! [5] Las aguas profundas los han sepultado, hasta el fondo cayeron como piedra. [6] Tu diestra, Yavé, de tremendo poder, tu diestra, Yavé, aplasta al enemigo. [7] Tu Gloria derriba a tus adversarios, despachas tu furor y los devora como paja. [8] Al soplo de tus narices retroceden las aguas, las olas se paran como murallas; los torbellinos cuajan en medio del mar. [9] Dijo el enemigo: «Los perseguiré y los alcanzaré, los tendré a merced, llevaré sus despojos; sacaré mi espada y mi mano los matará.» [10] Mandaste tu soplo y el mar los cubrió, y se hundieron como plomo en las aguas majestuosas. [11] Quién como Tú, Yavé, entre los dioses? ¿Quién como Tú, glorioso y santo, terrible en tus hazañas, autor de maravillas? [12] ¡Extiendes tu mano y se los traga la tierra! [13] Guiaste con amor al pueblo que rescataste, lo llevaste con poder a tu santa morada. [14] Lo oyeron los pueblos y se turbaron, se asustaron los filisteos; [15] los jefes de Edom vacilan y los generales de Moab se asustan, se angustian los pobladores de Canaán: [16] ¡pavor y espanto cayó sobre ellos! Diste golpes, y quedan mudos como piedra hasta que pase tu pueblo, Yavé, hasta que pase el pueblo que compraste. [17] Tú lo llevarás y lo plantarás en el monte que es tuyo, el lugar en que habitas, oh Yavé; el Santuario del Señor, obra de sus manos. [18] ¡Que Yavé reine eternamente!» [19] Como Faraón entrara en el mar, con sus carros y sus caballos, Yavé hizo volver sobre ellos las aguas del mar, mientras los israelitas pasaban en seco por medio del mar. [20] Entonces Miriam, la profetisa, hermana de Aarón, tomó en sus manos un instrumento, un pandero, y todas las mujeres la seguían con tímpanos, danzando en coro. [21] Y Miriam les entonaba las palabras: «Cantemos a Yavé, que se hizo famoso; arrojó en el mar al caballo y su jinete.

» MARCHA HACIA EL DESIERTO [22] Moisés hizo partir a los israelitas del Mar Rojo y fueron al desierto de Sur. Allí anduvieron tres días por el desierto sin encontrar agua. [23] Llegaron a Mará, pero no pudieron beber de sus aguas porque eran amargas. Por esto se llamó aquel lugar Mará, esto es, Amargura. [24] El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: «¿Qué beberemos?» [25] Y como Moisés invocara a Yavé, le enseñó cierto madero; Moisés lo echó en las aguas, y se endulzaron. Fue allí donde Yavé dio al pueblo sus decisiones y sus decretos. Allí lo puso a prueba, [26] y le dijo: «Si de veras escuchas a Yavé, tu Dios, y haces lo que es justo a sus ojos, dando oídos a sus mandatos y practicando sus normas, no descargaré sobre ti ninguna plaga de las que he descargado sobre los egipcios; porque yo soy Yavé, que te doy la salud.» [27] De allí pasaron a Elim, donde había doce manantiales de agua y setenta palmeras. Allí acamparon junto a las aguas.

[1] El primer "cántico de Moisés" (habrá otro en Deut 32) es el grito de gozo agradecido. Es al mismo tiempo una profesión de fe. Un salmo dice: «Feliz el pueblo que sabe aclamar.» El pueblo liberado no tiene por qué gloriarse de esta victoria, que fue de Dios y de Moisés, el hombre de fe. Solamente le corresponde dar gracias a Dios. El Apocalipsis recordará este cántico (Ap 15,31) cuando presente el canto de los elegidos y de los mártires de Cristo, al verse salvados de su debilidad y coronados de gloria. Las religiones antiguas celebraban sus fiestas al ritmo de la naturaleza: fiesta de la luna, del verano, de la lluvia, del nacimiento. Porque las religiones celebran y quieren mantener un orden en el mundo. La Biblia, en cambio, crea una historia y celebra las intervenciones de Dios que la han marcado. Si es bueno alabar a Dios por las maravillas de la naturaleza, es mejor aún reconocerlo en los acontecimientos grandes y pequeños que demuestran que su reino ha llegado a nosotros.

[22] Los israelitas dejaron definitivamente atrás la civilización más brillante del tiempo, con sus hortalizas, sus campos de riego y su prestigiosa cultura. Quedándose allá habrían desaparecido como pueblo. Pero ahora Moisés los hizo tomar el camino de la libertad. Como cualquier nación o clase social que logra su independencia, tienen que hacerse responsables de su propio destino. La libertad no es lo mismo que las vacaciones es el principio de un camino difícil y sacrificado. En este camino, sin embargo, se manifiesta la Providencia de Dios, que permite andar confiado. Se producen maravillas inesperadas, pero Dios no multiplica sus milagros para hacernos una vida más cómoda. No faltan los peligros en los territorios desérticos del Sinaí: el hambre y la sed, los habitantes del desierto. Las páginas que siguen evocan esos peligros y recuerdan algunas intervenciones de la Providencia. Es fácil de ver que a medida que transcurre el tiempo los que cuentan lo sucedido se toman algunas libertades. Después de mucho tiempo de los acontecimientos, quieren instruir a un pueblo siempre tentado por la vida fácil, atraído por las promesas de países extranjeros, con el riesgo de perder su propia identidad y el sentido de su misión. Yo soy Yavé, que te doy la salud (26). Cada dios tenía su especialidad, pero Yavé, el Dios de los padres, no es sólo liberador también sabe ver nuestras enfermedades y su palabra es poderosa para sanarnos y mantenernos sanos.

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