Génesis 6

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HIJOS DE DIOS E HIJAS DE LOS HOMBRES
[1] Cuando los hombres empezaron a multiplicarse sobre la tierra y les nacieron hijas, [2] los hijos de Dios se dieron cuenta de que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron por esposas aquellas que les gustaron. [3] Entonces dijo Yavé: «No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Que su vida no pase los ciento veinte años.» [4] En ese entonces había gigantes sobre la tierra, y también los hubo después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y tuvieron hijos de ellas. Estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos. El diluvio [5] Yavé vio que la maldad del hombre en la tierra era grande y que todos sus pensamientos tendían siempre al mal. [6] Se arrepintió, pues, de haber creado al hombre, y se afligió su corazón. [7] Dijo: «Borraré de la superficie de la tierra a esta humanidad que he creado, y lo mismo haré con los animales, los reptiles y las aves, pues me pesa haberlos creado.» [8] Noé, sin embargo, se había ganado el cariño de Yavé. [9] Esta es la historia de Noé. Noé fue en sus tiempo un hombre justo y que se portó bien en todo; Noé caminaba con Dios. [10] Noé tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet. [11] El mundo se corrompió a los ojos de Dios y se llenó de violencia. [12] Miró Dios a la tierra, y vio que estaba corrompida, pues todos los mortales en la tierra seguían los caminos del mal. [13] Y dijo Dios a Noé: «He decidido acabar con todos los seres vivos, pues la tierra está llena de violencia por culpa de ellos, y los voy a suprimir de la tierra. [14] En cuanto a ti, construye un arca de madera de ciprés; en el arca dispondrás celditas, y la recubrirás con brea por dentro y por fuera. [15] La construirás de la siguiente manera: tendrá ciento cincuenta metros de largo, veinticinco metros de ancho y quince metros de alto. [16] Le pondrás un techo, dejando medio metro entre la parte superior de los costados y el techo. Pondrás la puerta del arca en un costado y harás un primer piso, un segundo y un tercero. [17] Por mi parte voy a mandar el diluvio, o sea, las aguas sobre la tierra, para acabar con todo ser que tiene aliento y vida bajo el cielo; todo cuanto existe en la tierra perecerá. [18] Pero contigo voy a firmar mi pacto, y entrarás en el arca tú y tu esposa, tus hijos y las esposas de tus hijos contigo. [19] Meterás en el arca una pareja de todo ser viviente, o sea de todos los animales para que puedan sobrevivir contigo; tomarás macho y hembra. [20] De cada especie de pájaros, de animales, de cada especie de los que se arrastran por el suelo, entrarán contigo dos para que puedan salvar su vida. [21] Procúrate también toda clase de alimentos y almacénalos, pues te servirán de comida a ti y a ellos.» [22] Y Noé hizo todo lo que lo que Dios le había mandado

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[1] Esta historia retoma leyendas del Medio Oriente: en tiempos lejanos la tierra había sido poblada por gigantes nacidos de la unión de los dioses con mujeres. Esos dioses de segunda clase habían cometido en esto un gran pecado y las fechorías de los gigantes orgullosos habían sido castigadas con el diluvio. En la biblia esos dioses pasan a ser hijos de Dios, es decir, ángeles. Es así como aparece en la Biblia la afirmación de que, al comienzo del mundo, los ángeles fueron probados y muchos cayeron. En tiempos posteriores no se hablará más de esta leyenda de los gigantes, pero sí de los ángeles caídos (Mt 25,41; Ap 12,4; 12,7).Al autor le importaba mostrar que mientras más fuerte y capaz el hombre, más orgulloso se pone; y por más que se crea dueño del cielo, no encuentra los caminos de Dios.


[5] Hay tiempos en que pareciera que el mal se ha adueñado de nuestro planeta, pero la historia nos muestra que las crisis sobrevienen a su tiempo para purificar eliminando. Es lo que Dios intenta con el Diluvio, según dice esta página, pero no destruye todo, sino que salva al Justo, a Noé, para que de él salga una raza santa. En la historia sagrada Dios traerá sobre su pueblo infiel las peores desgracias, pero siempre preservará un Resto (Is 4,2-6; 6,13). Es así como elige a Noé entre toda la descendencia de Adán; más tarde elegirá a Abrahán entre todos los descendientes de Noé. Después David entre los hijos de Abrahán, y por fin, a uno de los descendientes de David, a Cristo, representante y Salvador de toda la humanidad. La Biblia resalta este contraste: mientras el pecado de uno solo, Adán, se extiende a toda la humanidad y desvirtúa los progresos de la civilización, Dios, al revés, va concentrando su atención en un solo pueblo, una sola familia, un solo hombre que salvará a todos (Rom 5).El creyente es, como Noé, el que acepta entrar en los planes de Dios y cooperar con él en la salvación del mundo. Frente a los negligentes, a los flojos y a los corrompidos, Noé, el hombre de fe, se pone a trabajar. Y no duda ni se desanima mientras construye su barco ridículo y aparentemente inútil. Hasta que Dios elimine a los desprevenidos que prefirieron gozar lo inmediato antes que trabajar por el futuro que Dios les señalaba (Mi 3,9-12; Sof 2,1-3; Mt 24,38).La historia de Noé se inspira en leyendas muy antiguas. No por casualidad Noé aterriza en los montes de Ararat (el Armenia), que según las creencias del Medio Oriente eran la residencia de los dioses. Esta historia se escribió una primera vez en tiempos del rey Salomón. Mucho más tarde los sacerdotes judíos añadieron los párrafos que ponemos aquí en letra cursiva más pequeña.


COMPRENSION CRISTIANA DE UN MENSAJE ANTIGUO

La historia del diluvio se recuerda en varios lugares del Nuevo Testamento (ver 1 Pe 3,10 y 2 Pe 2,5). Limpieza y salvación: la Iglesia primitiva reconocía estas dos características en el bautismo. Y no sin razón los creyentes entendían que toda la cultura del mundo en que vivían había de pasar, como ellos, por un bautismo, revisándose hasta los fundamentos de su cultura. También la Iglesia aparecía como el Arca del nuevo Noé. Seguramente sería un error encerrarnos en la Iglesia como en el refugio de los salvados y, desde allí, condenar todo lo que se hace en el mundo, olvidando que nuestra misión es de salvar al mundo (Jn 3,17). Pero también es cierto que la Iglesia es la única esperanza del mundo y que nada de lo que producen los hombres puede entrar al Reino si no pasa por las aguas purificadoras y destructoras.

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