2A Reyes 5, 1 - 27

ELISEO SANA A NAAMÁN

[1] Naamán era el jefe del ejército del rey de Aram. Este hombre era muy estimado. Gozaba del favor del rey porque Yavé se había valido de él para conducir a la victoria el ejército de los arameos. Pero este valiente estaba enfermo de lepra. [2] Un día, unos soldados arameos entraron al país de Israel y se llevaron cautiva a una muchachita, que quedó al servicio de la mujer de Naamán. [3] Ella dijo a su patrona: «Ojalá mi señor se presentara al profeta que hay en Samaria, pues él le sanaría la lepra.» [4] Fue entonces Naamán ante el rey y le dijo: «Esto dice la muchachita que me trajeron de Israel.» [5] Le dijo el rey de Aram: «Anda donde el profeta y además mandaré una carta al rey de Israel.» Naamán, pues, se fue tomando diez barras de oro, seis mil monedas de plata y diez vestiduras. [6] Al llegar entregó al rey de Israel la carta, que decía: «Te presento a mi servidor Naamán para que lo sanes de su lepra.» [7] Al leer la carta el rey, rasgó sus vestidos para manifestar su indignación: «Yo no soy Dios para dar muerte o vida. ¡Y el rey de Aram me manda a este hombre para que lo sane! Reconozcan y vean que busca pretextos de guerra.» [8] El hombre de Dios, Eliseo, supo que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, y le mandó a decir: «¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que el hombre venga a mí, y sabrá que hay un profeta en Israel.» [9] Naamán, pues, llegó con su carro y sus caballos, y se detuvo ante la casa de Eliseo. [10] Eliseo mandó un mensajero a decirle: «Anda al río Jordán y lávate siete veces, y tu carne se volverá como antes y serás purificado.» [11] Naamán se enojó y se retiró. Había pensado: «A mi llegada saldrá personalmente a encontrarme, se detendrá y rogará a Yavé. Con su mano tocará la parte enferma y quedaré sano. [12] ¿Acaso no son mejores el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, que todos los ríos del país de Israel? ¿No podría bañarme en los ríos de Damasco para mejorarme de la lepra?» [13] Sus servidores se acercaron a él cuando se iba, y le dijeron: «Padre, si el profeta te hubiera mandado hacer una cosa difícil, ¿no la habrías hecho? Y ¡qué fácil es bañarte, como el profeta te ha ordenado!» [14] Naamán aceptó bajar al Jordán y se bañó siete veces, como le había dicho Eliseo. Su piel se puso suave como la de un niño y quedó purificado. [15] Entonces Naamán regresó al hombre de Dios con toda su gente. Entró y le dijo: «Ahora sé que no hay en el mundo otro Dios que el de Israel. Te pido que aceptes estos regalos de parte de tu servidor.» [16] Pero Eliseo contestó: «Lo juro por Yavé, a quien sirvo: no los aceptaré.» Y por más que Naamán insistió, no aceptó sus regalos. [17] Entonces Naamán le dijo: «Ya que te niegas, permite que se me den unos sacos de tierra de tu país, la cantidad que puedan cargar dos mulos. La usaré para construir un altar a Yavé, pues a ningún otro ofreceré más sacrificios. [18] Solamente acompañaré a mi rey cuando vaya al templo de su dios Rimón. El se apoya en mi brazo, y yo me postraré con él; que Yavé me perdone esto.» [19] Eliseo le respondió: «Vete en paz». Y Naamán se fue. [20] Cuando Naamán estaba ya a cierta distancia, Guejazí, el muchacho de Eliseo, se dijo: «¡Pensar que mi señor no tomó los regalos que le trajo ese arameo! ¡Por Yavé, que correré tras él y recuperaré algo de esto!» [21] Guejazí partió tras Naamán. Este vio que corría tras él, y saltó de su carro para saludarlo. Guejazí le dijo: [22] «Perdón, señor, mi patrón me envía a decirle: Acaban de llegar a mí dos jóvenes de la montaña de Efraím, de la comunidad de los profetas; dame, por favor, para ellos un talento de plata y dos trajes nuevos.» [23] Naamán le dijo: «Dígnate aceptar dos talentos de plata.» Insistió en que los aceptara y metió dos talentos de plata con dos trajes nuevos en dos sacos y se los entregó a dos de sus criados, que los llevaron delante de Guejazí. [24] Cuando llegaron a Ofel, Guejazí se los quitó y los puso en su casa. Luego despidió a los dos servidores de Naamán, que se fueron. [25] Cuando se presentó a su señor Eliseo, éste le preguntó: «¿De dónde vienes, Guejazí?» Le contestó: «No ha ido tu siervo a ninguna parte.» [26] Le replicó Eliseo: «¿No te acompañaba mi espíritu cuando un hombre saltó de su carro para venir a tu encuentro? Ahora bien, tú has recibido plata y puedes comprar olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas. [27] Pero también la lepra de Naamán se pegará a ti y a todos tus descendientes para siempre.» Y Guejazí salió de su presencia con lepra blanca como la nieve.

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[1] La curación de Naamán ocupa un lugar especial entre los milagros de Eliseo. Fácilmente descubrimos en ella como una figuración anticipada del bautismo. Naamán, por general y famoso que sea, no puede nada contra la lepra. Quiere renovarse, dejando su piel contaminada, y se le ofrece una esperanza: en Israel se producen tales milagros. La muchachita dijo a su patrona. Todo empieza con la palabra de una muchachita, sirvienta de Naamán. Del mismo modo, cualquier creyente en el tiempo actual tiene muchas oportunidades para decir la palabra o hacer el gesto pequeño del cual resultará mucho bien, y para orientar hacia «Israel», la Iglesia, al que busca remedio. La Buena Nueva no se comunica y difunde solamente por obra de grandes apóstoles. Naamán es del país de Aram, enemigo de Israel. Sin embargo, viene recomendado por su rey. Su enfermedad los lleva al uno y al otro a que superen las rivalidades de pueblos. En el Evangelio (Lc 4,27), Jesús señala la curación de este extranjero con preferencia a todos los leprosos de Israel, como una prueba de que Dios se interesa por todos y no solamente por los que son oficialmente sus fieles. Eliseo mandó a un mensajero (10). Ante el profeta, el generalísimo no es más que cualquier hombre. No hay privilegios para él, ni atención especial en consulta privada. Ya que no bajó de su carro, tampoco se anticipará Eliseo a saludarlo. Ve y lávate. Naamán esperaba algo como «mágico»: gestos o palabras cargados de poder divino. Su curación vendrá sin embargo del simple contacto con las aguas que corren en la tierra de Dios. Israel es una nación muy pequeña, pero tiene escondidas las riquezas del Señor. Si el profeta te hubiera pedido algo difícil, ¿no lo habrías hecho? (13). La gente espera maravillas: Dios pide la simple obediencia a una palabra. Jesús procederá en igual forma (Juan 4,46). Lo importante no es hacer cosas sacrificadas, sino lo que Dios pide. Muchas veces, pasamos al lado de su Reino porque queremos realizar grandes esfuerzos, en vez de hacer las cosas sencillas que él pide. La curación es gratuita. El tesoro fabuloso que trajo Naamán no sirve de nada. Acompañaré a mi rey al templo de su dios Rimón (18). Naamán sabe ahora que no hay más Dios que el de Israel. Pero no puede salirse del mundo en que vive, donde se honran otros dioses. La respuesta de Eliseo indica la comprensión de Dios ante estas situaciones. La misma comprensión con los hombres de buena voluntad que tienen otras religiones se expresa en algunos textos del Génesis y del Exodo que fueron escritos precisamente por profetas de los mismos grupos que rodeaban a Eliseo: ver Gén 20,1-7 y Ex 18,1-20.Naamán figura al adulto de buena voluntad infectado por esa enfermedad incurable que es el pecado, y que viene a Cristo para pedir su salud. Es el hombre que viene de muy lejos a la Iglesia, porque descubre que en ella hay una fuente de vida escondida. El agua del bautismo no actúa por sí sola. Su eficacia viene de que por ella entramos en el pueblo de Cristo, la Iglesia.

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