Levítico 17


[1] Yavé dijo a Moisés: [2] «Habla a Aarón y a sus hijos y a todos los hijos de Israel y diles: Esta es la orden que ha dado Yavé: [3] Cualquier hombre del pueblo de Israel que sacrifique un ternero, una oveja o una cabra dentro del campamento o fuera del mismo, [4] y no lo lleve a la entrada de la Tienda de las Citas para presentarlo como ofrenda a Yavé ante su Morada, será considerado como reo de sangre. Y por haber derramado sangre, será borrado de su pueblo. [5] Los hijos de Israel no sacrificarán más sus víctimas en el campo, sino que las traerán al sacerdote, a la entrada de la Tienda de las Citas. Allí las ofrecerán a Yavé como sacrificios de comunión. [6] El sacerdote derramará la sangre sobre el altar de Yavé a la entrada de la Tienda de las Citas y quemará las grasas como calmante olor para Yavé. [7] De este modo ellos ya no seguirán ofreciendo sacrificios a esos chivos a los que servían y tras los cuales se prostituían. Este será un decreto perpetuo para ellos, de generación en generación. [8] Y les dirás también: Si un israelita o uno de los forasteros que viven en medio de ustedes ofrece un holocausto u otro sacrificio, [9] y no lo lleva a la entrada de la Tienda de las Citas para ofrecerlo a Yavé, ése será borrado de entre los suyos. NO COMERÁN SANGRE [10] Si un hombre de Israel o de los forasteros que viven en medio de ustedes come cualquier clase de sangre, aborreceré esta persona que come sangre y lo exterminaré. [11] Porque el alma de todo ser viviente está en su sangre, y yo les di la sangre para que la lleven al altar para el rescate de sus almas, pues esta sangre paga la deuda del alma. [12] Por eso he dicho a los hijos de Israel: «Ninguno de ustedes comerá sangre, ni tampoco el forastero que viva entre ustedes.» [13] Si un hombre de Israel, o alguno de los extranjeros que viven en medio de ustedes, caza un animal o ave que está permitido comer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra. [14] Porque la sangre de todo ser viviente es su misma alma. Por eso mandé a los hijos de Israel: «No comerán la sangre de ningún animal, pues la sangre es su alma misma.» El que la coma será eliminado. [15] Toda persona nacida en el país, o todo forastero que haya comido carne de animal muerto o destrozado deberá lavar sus vestidos y bañarse en agua, y quedará impuro hasta la tarde; después será puro. [16] Si no los lava ni se baña, cargará con su falta.»

[1] Con este capítulo empieza la llamada Ley de santidad, o sea, ley de un pueblo consagrado a Dios.La ley sobre la sangre es una manera de educar, de inculcar el sentido del carácter sagrado de la vida. Está resumida en 17,11.Como la mayoría de los pueblos primitivos, los hebreos creían que la vida está en la sangre. Por eso la sangre es sagrada, aun la del animal, y solamente puede ser ofrecida a Dios (ver Gén 9,5). Si no se sacrifica en el altar, debe ser derramada en el suelo, pero no se puede comer.Aun en tiempos de Cristo, los judíos sentían tal repulsión por la sangre que, durante algunos años, se ordenó a los cristianos provenientes de otras naciones que respetaran esta ley para no escandalizar a sus hermanos judíos (Hechos 15).El mismo versículo 11 nos explica por qué Cristo escogió una muerte en que derramó su sangre. Cada vez que leemos: «Cristo nos salvó por su sangre», tenemos que entender «por el sacrificio de su vida».

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