Mateo 6

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HACER EL BIEN SÓLO POR DIOS
[1] Guárdense de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las aprecien. Pues en ese caso, no les quedaría premio alguno que esperar de su Padre que está en el cielo. [2] Cuando ayudes a un necesitado, no lo publiques al son de trompetas; no imites a los que dan espectáculo en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. [3] Tú, cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que hace la derecha: [4] tu limosna quedará en secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará. [5] Cuando ustedes recen, no imiten a los que dan espectáculo; les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. [6] Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará. [7] Cuando pidan a Dios, no imiten a los paganos con sus letanías interminables: ellos creen que un bombardeo de palabras hará que se los oiga. [8] No hagan como ellos, pues antes de que ustedes pidan, su Padre ya sabe lo que necesitan.

EL PADRENUESTRO (LC 11,1; MC 11,25)
[9] Ustedes, pues, recen así: Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre, [10] venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. [11] Danos hoy el pan que nos corresponde; [12] y perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; [13] y no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno. [14] Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también el Padre celestial les perdonará a ustedes. [15] Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco el Padre les perdonará a ustedes. [16] Cuando ustedes hagan ayuno, no pongan cara triste, como los que dan espectáculo y aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. [17] Cuando tú hagas ayuno, lávate la cara y perfúmate el cabello. [18] No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino tu Padre que ve las cosas secretas, y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará. (Lc 11,34; 12,33) [19] No junten tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban. [20] Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones para romper el muro y robar. [21] Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. [22] Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos están malos, todo tu cuerpo estará en obscuridad. [23] Y si la luz que hay en ti ha llegado a ser obscuridad, ¡cómo será de tenebrosa tu parte más obscura!

PONER LA CONFIANZA EN DIOS Y NO EN EL DINERO(LC 12,22; 16,13)
[24] Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a uno y amará al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero. [25] Por eso yo les digo: No anden preocupados por su vida con problemas de alimentos, ni por su cuerpo con problemas de ropa. ¿No es más importante la vida que el alimento y más valioso el cuerpo que la ropa? [26] Fíjense en las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, no guardan alimentos en graneros, y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves? [27] ¿Quién de ustedes, por más que se preocupe, puede añadir algo a su estatura? [28] Y ¿por qué se preocupan tanto por la ropa? Miren cómo crecen las flores del campo, y no trabajan ni tejen. [29] Pero yo les digo que ni Salomón, con todo su lujo, se pudo vestir como una de ellas. [30] Y si Dios viste así el pasto del campo, que hoy brota y mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes? ¡Qué poca fe tienen! [31] No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimentos? o ¿qué beberemos? o ¿tendremos ropas para vestirnos? [32] Los que no conocen a Dios se afanan por esas cosas, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso. [33] Por lo tanto, busquen primero el Reino y la Justicia de Dios, y se les darán también todas esas cosas. [34] No se preocupen por el día de mañana, pues el mañana se preocupará por sí mismo. A cada día le bastan sus problemas.
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[1] Después de las seis oposiciones ("pero yo les digo...") Mateo nos da tres ejemplos de otro secreto sin el cual no veremos a Dios: actuar sólo para él, sin querer que alguien lo sepa, y de tal manera que nosotros mismos lo olvidemos pronto. Los que dan espectáculo. La expresión va a aparecer tres veces a propósito de las buenas acciones, de la oración y del ayuno. A menudo se traduce por "hipócritas" una palabra griega que se emplea aquí y que designa de manera mucho más amplia a los que buscan sólo aparecer, o que son superficiales y no quieren profundizar nada. Es difícil tal vez no actuar para los demás, pero es mucho más difícil hacer el bien sin mirarse a sí mismo; sin embargo, ese es el secreto que nos abre la puerta de la presencia de Dios.

[5] El valor de la oración no depende de la cantidad de palabras, pues no es sólo repetición de fórmulas. Lo que da valor a la oración es antes que nada nuestra actitud interior de fe y amor a Dios. Debemos dirigir nuestro espíritu y nuestro corazón hacia Dios, Padre y amigo, que nos ama y está siempre esperándonos en lo secreto. Esta expresión no se refiere a lo que decimos a menudo, que Dios todo lo ve (lo que nos inspira muchas veces más temor que confianza), sino a su presencia íntima de la que los demás no saben nada.Rezar no significa hablar mucho, ni querer imponer a Dios nuestra voluntad, sino dejar nuestra vida en la manos del Padre que nos ama.

[9] Jesús entregó a sus discípulos el Padre nuestro como la oración perfecta que ha de brotar espontáneamente del corazón de los hijos de Dios, pues en ella expresan todos sus deseos en la forma y con el orden que corresponde. En realidad tenemos dos textos del Padre Nuestro, pues Lucas nos ofrece un texto más corto (Lc 11,2-4). Muchos piensan que Mateo presenta una fórmula un poco más larga y mejor compuesta, que se habría impuesto desde la primera generación cristiana, pero esto no es seguro del todo. En Mateo hay doce versos que forman siete peticiones: dos números perfectos. Tres (número de Dios) que se refieren a Dios, y cuatro (número de la tierra) que son para nosotros. En el idioma de Jesús, las iniciales de los primeros versos formaban la palabra venir, que es la palabra clave de esta oración: ¡Venga tu Reino! Ya señalamos que los contemporáneos de Jesús decían «el Cielo» para designar a Dios mismo, pues, por su gran respeto, no se atrevían a nombrarlo. Por eso, también Jesús habla del Reino de los Cielos para decir el Reino de Dios, y del Padre de los Cielos para decir el Padre-Dios. También nosotros mismos seguimos hablando del Cielo para designar otro mundo, otra realidad no material en que Dios comparte su felicidad con aquellos que lo quieren. Por eso, cuando hablamos del Padre de los Cielos, no significa que esté lejos o encima de nosotros. Más bien tratamos de elevar nuestro espíritu hacia él. Reconocemos que nuestras palabras no son dignas de él y que nuestras preocupaciones son muy limitadas y egoístas comparadas con la grandiosidad de sus pensamientos y la generosidad de su amor. Que podamos dirigirnos a Dios y llamarlo Padre no es algo común y corriente, sino un privilegio muy grande. Padre nuestro, y no "madre nuestra", o "padre y madre", como lo quisieran algunos hoy, para escapar del machismo. Si bien Dios transcienda la limitación de los sexos, también nos dirigimos a él como persona en la persona del que es origen de todo por su propia decisión e iniciativa, y aquí conviene mejor la palabra Padre. Además, debemos considerar la unión de los sexos como un reflejo de aquella alianza que es el fin de toda la obra de Dios: la unión de Dios con la humanidad salvada. Y, bajo este aspecto, un término masculino es el que conviene para Dios. La Biblia habla de Dios y también habla del Nombre de Dios. Este término sirve para expresar que toda la creación es una manifestación de Dios. El llena su creación, a pesar de que no se encuentra en ningún lugar determinado, y hablamos de su Nombre para designar su presencia activa, su irradiación, su esplendor que está sobre toda criatura. Es una manera de mantener alguna distancia entre lo que sabemos de El y lo que es. Santificado sea tu Nombre, es decir: ¡Que tu nombre sea reconocido y proclamado santo! ¡Que tu esplendor y generosidad se vean en aquellos que han pasado a ser tus hijos (5,16)! Nosotros necesitamos que venga a nosotros su Reino, pero a él no le hace falta. Lo único que quiere es irradiar su santidad y felicidad en los hijos que se ha escogido. Quiere imprimir su Nombre en nosotros para que, de día y de noche, haya una comunicación misteriosa entre él y nosotros, lo mismo que la hay entre el Padre y el Hijo y quedan unidos por su Espíritu Santo. Venga tu Reino. Dios reina en todo lugar al que ha traído la salvación definitiva. El Reino de Dios ya ha llegado a cualquier lugar donde los hombres han conocido a Dios por la palabra de Jesús. Pues allí puede actuar sin que su actuación sea mal interpretada. Los creyentes ya no lo ven como aferrado a sus derechos y soberanía, o como salvador más poderoso que los otros, sino que también lo reconocen en las humillaciones de su Hijo y en el amor que los une. De esta verdad primordial, propia del Evangelio, brotan el amor y la misericordia, y con el pasar del tiempo gozaremos algunos frutos de ese Reino. Los hijos de Dios son personas reconciliadas y pasan a ser un fermento en la sociedad; de este modo toda la realidad del hombre, con sus proyectos, sus trabajos, sus construcciones económicas y políticas se encamina hacia una meta común: todo y todos han de volver al Padre. Nos corresponde trabajar y sufrir para que llegue el Reino de justicia y verdad, pero no está sujeto a nuestra buena o mala voluntad, a nuestra indiferencia o flojera. El Reino de Dios vendrá con o sin nosotros, porque, en realidad, ya está. Hágase tu voluntad. Esta frase, que Jesús pondrá en el centro de su oración en el Huerto (27,39), condena muchas oraciones en las que queremos reemplazar a Dios. Si bien algunas personas creen tener mucha fe porque constantemente esperan de Dios que solucione sus problemas, los hijos de Dios, en cambio, elevan su espíritu hacia él para que la voluntad de Dios pase a ser su propia voluntad. En la tierra como en el Cielo. Esta precisión vale para las tres peticiones anteriores: santificado sea tu Nombre... hágase tu voluntad. Nos recuerda que todo lo que sucede en el universo creado, sujeto al tiempo, depende de otro mundo no creado donde no corre el tiempo: éste es el Misterio del Ser Divino. El Padre, fuente del Ser Divino, goza de las riquezas de su infinita perfección en la entrega mutua de las tres personas divinas, y con El están sus elegidos, tales como serán después de la resurrección. Su creación la ve tal como será al terminarse la historia, unificada en Cristo. Su voluntad la ve realizada y glorificada por todos. Pero somos nosotros, los que vivimos en el tiempo, los que estamos angustiados por vivir una realidad imperfecta, un mundo en parto, un triunfo aparente de las fuerzas del mal. Y por eso pedimos que todo llegue a ser conforme al proyecto inicial de Dios, que se cumplirá infaliblemente. Pedimos al Padre el pan que se comprometió a darnos si estamos atentos a su palabra ( Deut 8,3). El hombre moderno cree que toda su prosperidad material depende sólo de su esfuerzo. La Biblia, en cambio, afirma que todo depende a la vez de Dios y del hombre. El hombre solo puede conseguir, por un tiempo, milagros económicos, pero derrochará sin provecho las riquezas acumuladas. El que espera de Dios no «su» pan, sino nuestro pan, hará uso de toda su iniciativa y empeño para conseguir trabajo, para trabajar en cosas útiles y para promover la justicia en el mundo del trabajo. ¿Habrá que decir: el pan que necesitamos, o el pan de cada día, o supersustancial? Porque el texto original emplea una palabra difícil que puede tener diferentes significados. Muchos han entendido que los hijos de Dios sienten la necesidad de más cosas de las que les reclama su cuerpo, y que ya se aludía en esta petición a la eucaristía, como se hará también en el relato de la multiplicación de los panes. El Padrenuestro habla de deudas que debemos perdonar (v. 12). Pero, a continuación, en el v. 14 leemos: las ofensas. Es claro que para Jesús deudas y ofensas son cosas parecidas. Cuando perdonamos al que pide perdón (Lc 17,4), no le hacemos ningún regalo, ni ganamos algún mérito: solamente nos liberamos a nosotros mismos de un rencor que nos envenenaba por dentro. El apegarse al propio derecho es siempre una manera de anclarse en este mundo. Dios quiere perdonarnos, o sea, acercarnos a él, pero, mientras nos aferramos a estas cosas, ¿cómo lo haría él? Jesús habla a pobres, acostumbrados a vivir con deudas que a menudo no pueden devolver y para quienes la convivencia obligada con un prójimo muchas veces pesado, multiplica las ocasiones de herirse mutuamente. El estilo de vida independiente promovido por la sociedad moderna, considera como un ideal el no deber nada a nadie, manteniendo al prójimo a cierta distancia; esta suficiencia nos hace muy difícil entender la misericordia de Dios con nosotros. No nos dejes caer en la tentación. Así se expresa el que es consciente de su debilidad. Por más que se sienta animado en el momento presente, sabe que si el Señor esconde su rostro se quedará desamparado. No tiene miedo a emprender cosas difíciles si Dios se lo pide, porque el que manda también da fuerzas para cumplir. Pero no presume de sus fuerzas. Y será más prudente todavía al saber que el enemigo no es el mal, sino el Maligno. Alguien que es más poderoso e inteligente lo está acechando para engañarlo, hacer que se desvíe de la fe y luego derribarlo, por poco que se sienta seguro y descuide los medios que Jesús nos indicó para perseverar en la fe y en la Iglesia.

[16] Aquí Jesús no justifica ni condena el ayuno: él mismo también ayunó (ver 4,2; 9,15; 17,21). Tan sólo afirma que el ayuno no tiene valor si buscamos el aprecio de los demás más que el de Dios. Todas las religiones han practicado el ayuno. Es una manera de llamar la atención de Dios, especialmente cuando nos caen encima grandes desgracias (Jl 2,12). El ayuno conviene a los que se sienten culpables y quieren mover a compasión al que los puede perdonar (Jon 3,8). También es un medio para domar nuestros instintos y estimular nuestras energías con el fin de disponernos para las comunicaciones divinas (Ex 24,28).La Biblia reconoce al ayuno un lugar bastante limitado; los profetas afirmaban que el ayuno no sirve si no va acompañado de una actitud más comprensiva y más justa con el prójimo (Is 58; Za 7,4).Algunas personas y algunos grupos sociales se sirven del ayuno como de un arma política para atraer la atención sobre sus reinvindicaciones. Eso está bien, pero es algo muy diferente del ayuno de que habla Jesús, el cual va dirigido a Dios y no a la opinión pública (Mt 6,18). Implica, por parte del ayunante, una disposición interior de conversión y de pesar por sus propios pecados.

[19] No amontonen riquezas ni reservas en la tierra. El Evangelio dice: "no atesoren tesoros", pero "tesoro" tiene más el sentido de riqueza que se guarda que de cosa amada. Durante siglos la mayoría de los hombres casi no tuvieron reservas personales: la familia o el clan se hacían cargo de ellos en caso de adversidad. Actualmente cada uno debe preocuparse por sí mismo; tal vez sea mejor, pero ¿cómo escapar a esa obsesión por asegurar el futuro? Jesús nos invita una vez más a creer en la Providencia del Padre: si nos encargamos de sus asuntos, él se encargará de los nuestros. Allí estará tu corazón. (En la cultura judía el corazón es el lugar donde se juzga y se toman decisiones). No soy yo quien posee las cosas sino que son éstas las que me poseen y me imponen poco a poco tal o cual estilo de vida. Allí estará tu corazón: Esa es la certeza que inspira cualquier búsqueda de la "pobreza evangélica". Se trata de liberarse al máximo para actuar y para amar. Jesús nos llama a la acción desinteresada, pero al mismo tiempo nos previene en contra de un apego desordenado a las personas, a las ideas y a las cosas propias: se puede llevar a cabo cualquier cosa, pero no debemos apegarnos a los frutos de la acción.

[22] El ojo es aquí la conciencia. Pero por otro lado tener el ojo iluminado significaba entonces generosidad, y tenerlo oscuro, mezquindad. Jesús recalca lo que acaba de decir: nuestra conciencia extraviada nos extravía y nos repliega sobre nosotros mismos.

[24] Nadie puede servir a dos patrones. Este comienzo nos indica que debemos mantenernos libres para servir mejor a Dios. Se había dicho en la Biblia que debemos escoger entre Dios y los falsos dioses. Aquí Jesús afirma que el falso Dios es el Dinero, porque nos ofrece felicidad y seguridad para el porvenir, pero nos hace perder nuestra verdadera riqueza, que es el momento presente. Entendámonos: el dinero y la cuenta bancaria son medios necesarios para la sociedad moderna y no se trata de condenarlos; como con todos los medios, se puede hacer de ellos un uso bueno o malo. Pero el dinero es el medio para tener todo lo demás; más aún, es lo que se pone a resguardo para asegurar el porvenir. Servir al dinero, es contar con él para pasarlo bien en el presente (Lc 12,15) y para asegurar nuestro porvenir, siendo que, en realidad, todo depende a cada instante, directamente de Dios. Mientras sólo pensemos en asegurar el porvenir como buenos avaros de la cuenta en el banco, seremos incapaces de vivir verdadera y libremente; descuidaremos nuestro progreso personal y el de nuestros familiares, callaremos ante el mal y la mentira, nos desentenderemos de los compañeros y nos arrastraremos ante los de arriba. No anden tan preocupados... Después de habernos inquietado porque falta el dinero, porque vamos a pasar un mal rato, porque se demoran los trabajos, nos sentimos avergonzados con sólo encontrar una de esas personas sencillas que acaban de compartir con otros más pobres lo último que tenían y no por eso se ven afligidos ni tampoco creen haber hecho algo grande. Liberación es toda la obra de Dios en la historia, pero ¿tendremos bastante fe para liberarnos de tantas preocupaciones? La comparación con las flores y los pájaros no significa que debemos cruzarnos de brazos; pues si Dios nos hizo con brazos y cerebro es para usarlos. Más bien Jesús nos dice que si Dios cuida y viste de belleza a sus criaturas más ínfimas, también se interesa de que la vida de cada uno de nosotros sea algo hermoso y perfecto. Busquen primero el Reino y la justicia de Dios. Se trata aquí de dos cosas muy concretas: el Reino, es decir, una transparencia de Dios en nuestra vida; su justicia, es decir, un ordenamiento bajo su mirada de todo lo que somos y hacemos. Es un gran riesgo para un joven o para una pareja comenzar a pensar el porvenir, la familia y las actividades apostólicas según los criterios del Evangelio y no con el temor a no alcanzar para sí o para los hijos un determinado nivel de vida.

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