Juan 12
LA CENA DE BETANIA (MT 26,6; MC 14,1) [1] Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. [2] Allí lo invitaron a una cena. Marta servía y Lázaro estaba entre los invitados. [3] María, pues, tomó una libra de un perfume muy caro, hecho de nardo puro, le ungió los pies a Jesús y luego se los secó con sus cabellos, mientras la casa se llenaba del olor del perfume. [4] Judas Iscariote, el discípulo que iba a entregar a Jesús, dijo: [5] «Ese perfume se podría haber vendido en trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres.» [6] En realidad no le importaban los pobres, sino que era un ladrón, y como estaba encargado de la bolsa común, se llevaba lo que echaban en ella. [7] Pero Jesús dijo: «Déjala, pues lo tenía reservado para el día de mi entierro. [8] A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.» [9] Muchos judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por ver a Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. [10] Entonces los jefes de los sacerdotes pensaron en dar muerte también a Lázaro, [11] pues por su causa muchos judíos se alejaban de ellos y creían en Jesús.
EL MESÍAS ENTRA EN JERUSALÉN (MT 21,5; MC 11,1) [12] Al día siguiente, muchos de los que habían llegado para la fiesta se enteraron de que Jesús también venía a Jerusalén. [13] Entonces tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Rey de Israel!» [14] Jesús encontró un burrito y se montó en él, [15] según dice la Escritura: No temas, ciudad de Sión, mira que viene tu Rey montado en un burrito. [16] Los discípulos no se dieron cuenta de esto en aquel momento, pero cuando Jesús fue glorificado, recapacitaron que esto había sido escrito para él y que lo habían hecho para él. [17] Toda la gente que había estado junto a Jesús cuando llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de entre los muertos, cantaba sus alabanzas, [18] y muchos otros vineron a su encuentro a causa de la noticia de este milagro. [19] Mientras tanto los fariseos comentaban entre sí: «No hemos adelantado nada. Todo el mundo se ha ido tras él.
» SI EL GRANO NO MUERE [20] También un cierto número de griegos, de los que adoran a Dios, habían subido a Jerusalén para la fiesta. [21] Algunos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.» [22] Felipe habló con Andrés, y los dos fueron a decírselo a Jesús. [23] Entonces Jesús dijo: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. [24] En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. [25] El que ama su vida la destruye; y el que desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. [26] El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Y al que me sirve, el Padre le dará un puesto de honor. [27] Ahora mi alma está turbada. ¿Diré acaso: Padre, líbrame de esta hora? ¡Si precisamente he llegado a esta hora para enfrentarme con todo esto! [28] Padre, ¡da gloria a tu Nombre!» Entonces se oyó una voz que venía del cielo: «Lo he glorificado y lo volveré a glorificar.» [29] Los que estaban allí y que escucharon la voz, decían que había sido un trueno; otros decían: «Le ha hablado un ángel.» [30] Entonces Jesús declaró: «Esta voz no ha venido por mí, sino por ustedes. [31] Ahora es el juicio de este mundo, ahora el que gobierna este mundo va a ser echado fuera, [32] y yo, cuando haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí.» [33] Con estas palabras Jesús daba a entender de qué modo iba a morir. [34] La gente le replicó: «Escuchamos la Ley y sabemos que el Mesías permanece para siempre. ¿Cómo dices tú que el Hijo del Hombre va a ser levantado? ¿Quién es ese Hijo del Hombre?» [35] Jesús les contestó: «Todavía por un poco más de tiempo estará la luz con ustedes. Caminen mientras tienen luz, no sea que les sorprenda la oscuridad. El que camina en la oscuridad no sabe adónde va. [36] Mientras tengan la luz, crean en la luz y serán hijos de la luz.» Así habló Jesús; después se fue y ya no se dejó ver más.
INCREDULIDAD DE LOS JUDÍOS [37] Aunque había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él. [38] Tenía que cumplirse lo dicho por el profeta Isaías: Señor, ¿quién ha dado crédito a nuestras palabras? ¿A quién fueron revelados los caminos del Señor? [39] ¿Por qué no podían creer? Isaías lo había dicho también: [40] Cegó sus ojos y endureció su corazón para que no vieran, ni comprendieran, ni se volvieran a mí: de hacerlo, yo los habría sanado. [41] Esto lo dijo Isaías, porque vio su gloria y habló de él. [42] En realidad, de entre los mismos jefes, varios creyeron en él; pero no lo dijeron abiertamente por miedo a que los fariseos los echaran de la comunidad judía. [43] Prefirieron ser honrados por los hombres antes que por Dios. [44] Pero Jesús dijo claramente: «El que cree en mí no cree solamente en mí, sino en aquel que me ha enviado. [45] Y el que me ve a mí ve a aquel que me ha enviado. [46] Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no permanezca en tinieblas. [47] Si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo, porque yo no he venido para condenar al mundo, sino para salvarlo. [48] El que me rechaza y no recibe mi palabra ya tiene quien lo juzgue: la misma palabra que yo he hablado lo condenará el último día. [49] Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, sino que el Padre, al enviarme, me ha mandado lo que debo decir y cómo lo debo decir. [50] Yo sé que su mandato es vida eterna, y yo entrego mi mensaje tal como me lo mandó el Padre.»
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[1] Mateo y Marcos cuentan también esta cena en que María demostró a Jesús su amor apasionado. Lo amaba con todas sus fuerzas, y su amor, lejos de volverla ciega, la llevaba a sentir y a respetar la misteriosa personalidad de Cristo. No todos los apóstoles comprendieron su gesto, porque todavía tenían mucho que aprender sobre el amor a Cristo. Nosotros a menudo hablamos como Judas de dar a los pobres, a pesar de que el Señor no nos pide primeramente dar sino amar. Y amar al pobre es anunciarle el llamado que Dios le hace y ayudarle a crecer como persona, superando debilidades y divisiones; es enseñarle a cumplir la misión que Dios le confió. ¿Y cómo se puede amar a los pobres sin tener un amor apasionado por Cristo? Cuando falta esto... hablamos de dar. Seis días antes de la Pascua. Marcos y Mateo dan la impresión de que esta cena ocurrió dos días antes de la Pascua (Mt 26,2). Tal vez esto se deba a que Mateo vuelve atrás en 26,6, después de lo dicho en el párrafo anterior. Hay otros desacuerdos entre los evangelistas respecto a la fecha de la Pascua. Mientras Juan afirma que Jesús murió en vísperas de la Pascua (Jn 19,14), los otros tres dicen que la última Cena tuvo lugar el mismo día en que los judíos celebraban la Pascua. Según una tradición muy antigua que se conservó en varias iglesias de Oriente, Jesús habría celebrado la última Cena, no el jueves, sino el martes; con esto su proceso se habría prolongado por dos días, miércoles y jueves (lo que parece mucho más probable que colocar todas las sesiones del doble proceso de Jesús en la sola mañana del viernes). Y habría muerto el viernes, como lo afirman todos los textos. La explicación de estos desacuerdos surgió en estos últimos años del estudio de los famosos manuscritos de Qumrán. En aquel tiempo competían dos calendarios: en el más antiguo la Pascua se celebraba siempre el martes; el nuevo la fijaba en el 14 de Nisán (Ex 12,6) cualquiera fuera el día. Jesús se conformó al calendario tradicional, y los fariseos comieron la Pascua el viernes por la noche.
[20] . Algunos extranjeros (los llamaban griegos a causa de su idioma), se habían convertido a la fe de los judíos. Sin tener los mismos derechos que los judíos observantes, eran aceptados en el Templo de Jerusalén, donde les estaba reservado un patio separado del de los judíos. El interés manifestado por esos griegos da a Jesús la oportunidad para anunciar que su reino se extenderá a toda la tierra, cuando haya sido levantado en la cruz. Si el grano de trigo no cae en tierra y muere. Jesús va a morir y nacerá la Iglesia universal. Jesús deja que su cuerpo sin vida sea depositado en el sepulcro; cuando se levante de la sepultura, su mismo cuerpo, ya glorificado, abarcará también a los creyentes unidos a él. Si el grano no muere: es la ley de toda vida que quiere ser fecunda (Mc 8,34). Ya los primeros creyentes decían: «La sangre de los mártires es una semilla.»
[27] Esta página de Juan recuerda, a la vez, la transfiguración de Jesús (Mc 9,1) y su agonía en Getsemaní (Mc 14,26).Entonces se oyó una voz (28). Mientras Jesús pasa entre los gritos de la gente alborotada, algo se escucha: ¿mensaje del cielo o simple ruido? Este hecho, tan insignificante es como la presencia fugaz del mundo verdadero en el escenario ilusorio donde se agitan los hombres. Poco importa cómo esa gente comprende el mensaje de Jesús; poco importa que luego lo entreguen a sus gobernantes. Jesús mira más allá. Sabe que no puede salvar a su nación de un fracaso histórico, pero su muerte va a cambiar el rumbo del mundo; él vencerá ahí donde se juega el destino de la humanidad. Desde los comienzos de nuestra historia, el que gobierna este mundo, el Espíritu del Mal, ha oscurecido en nosotros la capacidad de reconocer a Dios. Dios había dispuesto toda la creación como una progresión hasta una madurez, llegando al parto del hombre nuevo. Pero ahora el parto se ha hecho sufrimientos, derroche y esclavitud. El único camino para salvarnos es volver a la obediencia, no «a Dios», sino al Padre, y Cristo nos ha abierto este camino con su sacrificio: he llegado a esta hora para enfrentarme con todo esto (27).Muy comúnmente se olvida que la meta de nuestra vida es glorificar a Dios. Esto no se logra principalmente construyendo templos o cantando: ¡Gloria a Dios!, sino aceptando ser nosotros mismos sacrificios agradables a Dios. Un obispo y un mártir de la Iglesia primitiva, san Ireneo, escribía: «Dios es glorificado cuando vive el hombre; pero, para el hombre, vivir es ver a Dios.» Nuestro sacrificio es aceptar que Dios nos dé la vida, que nos haga semejantes a él y nos prepare para reflejar su propia gloria. Esto sí que es un sacrificio, porque Dios nos hará pasar por una muerte. Dios es glorificado cuando sus hijos llegan a la gloria, es decir, a su propia perfección y a su perfecta remodelación por obra del fuego y del Espíritu Santo.
UNA DECISION IRREPARABLE
[37] Aquí viene la conclusión de la predicación de Jesús. A Juan se le hace difícil aceptar que el pueblo elegido por Dios haya permanecido ciego frente a su Mesías. Y trata de aclarar ese rechazo con dos textos de los profetas. El primero encabeza en la Biblia un largo poema dedicado al Servidor de Yavé, víctima voluntaria en favor de sus hermanos (Is 53,1). Dice lo difícil que es para los hombres aceptar un Salvador humillado. El segundo afirma que el rechazo de Cristo no tiene por qué extrañarnos. Pues tampoco se les hizo caso a los anteriores profetas mientras vivían; y en eso se cumple un plan misterioso de Dios. Juan recalca el pecado de la mayoría que no se comprometió con Cristo, aunque lo respetara interiormente. Muchos sospechaban que Jesús venía de Dios, pero otra cosa era creer lo que decía y tomarlo por lo que pretendía ser. Para nosotros también, creer en el Evangelio significa tomar un compromiso. No podemos hacer el quite a su Iglesia, a pesar de que está muy lejos de ser trasparente. Su palabra nos encuentra sumidos en muchas preocupaciones y, las más de las veces, no nos sentimos obligados a dar inmediatamente nuestra respuesta: «Yo avisaré en seguida.» No nos sentimos muy culpables por esa palabra rechazada, a pesar de que, de hecho, hemos rechazado a Dios mismo, y no se nos dará tal vez otra oportunidad. En la Biblia no hay lugar para la creencia de que tendremos vidas sucesivas y que, en la próxima, podremos arreglar lo que falló en la vida presente. Toda la eternidad se decide hoy.
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