Marcos 3
CURACIÓN DEL HOMBRE DE LA MANO SECA (LC 6,6; MT 12,9; LC 14,1) [1] Otro día entró Jesús en la sinagoga y se encontró con un hombre que tenía la mano paralizada. [2] Pero algunos estaban observando para ver si lo sanaba Jesús en día sábado. Con esto tendrían motivo para acusarlo. [3] Jesús dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Ponte de pie y colócate aquí en medio.», [4] Después les preguntó: «¿Qué nos permite la Ley hacer en día sábado? ¿Hacer el bien o hacer daño? ¿Salvar una vida o matar?» Pero ellos se quedaron callados. [5] Entonces Jesús paseó sobre ellos su mirada, enojado y muy apenado por su ceguera, y dijo al hombre: «Extiende la mano.» El paralítico la extendió y su mano quedó sana. [6] En cuanto a los fariseos, apenas salieron, fueron a juntarse con los partidarios de Herodes, buscando con ellos la forma de eliminar a Jesús. (Mt 12,15; Lc 6,17) [7] Jesús se retiró con sus discípulos a orillas del lago y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, [8] de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de las tierras de Tiro y de Sidón, muchísima gente venía a verlo con sólo oír todo lo que hacía. [9] Jesús mandó a sus discípulos que tuvieran lista una barca, para que toda aquella gente no lo atropellase. [10] Pues al verlo sanar a tantos, todas las personas que sufrían de algún mal se le echaban encima para tocarlo. [11] Incluso los espíritus malos, apenas lo veían, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios.» [12] Pero él no quería que lo dieran a conocer, y los hacía callar,. LOS DOCE APÓSTOLES DE JESÚS (MT 10,1; LC 6,12) [13] Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con él. [14] Así instituyó a los Doce (a los que llamó también apóstoles), para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, [15] dándoles poder para echar demonios. [16] Estos son los Doce: Simón, a quien puso por nombre Pedro; [17] Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; [18] Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo, [19] y Judas Iscariote, el que después lo traicionó. EL PECADO CONTRA EL ESPÍRITU SANTO (MT 12,24; LC 11,15; MT 9,34) [20] Vuelto a casa, se juntó otra vez tanta gente que ni siquiera podían comer. [21] Al enterarse sus parientes de todo lo anterior, fueron a buscarlo para llevárselo, pues decían: «Se ha vuelto loco.» [22] Mientras tanto, unos maestros de la Ley que habían venido de Jerusalén decían: «Está poseído por Belzebú, jefe de los demonios, y con su ayuda expulsa a los demonios.» [23] Jesús les pidió que se acercaran y empezó a enseñarles por medio de ejemplos: [24] «¿Cómo puede Satanás echar a Satanás? Si una nación está con luchas internas, esa nación no podrá mantenerse en pie. [25] Y si una familia está con divisiones internas, esa familia no podrá subsistir. [26] De igual modo, si Satanás lucha contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, y pronto llegará su fin. [27] La verdad es que nadie puede entrar en la casa del Fuerte y arrebatarle sus cosas si no lo amarra primero; entonces podrá saquear su casa. [28] En verdad les digo: Se les perdonará todo a los hombres, ya sean pecados o blasfemias contra Dios, por muchos que sean. [29] En cambio el que calumnie al Espíritu Santo, no tendrá jamás perdón, pues se queda con un pecado que nunca lo dejará.» [30] Y justamente ése era su pecado cuando decían: Está poseído por un espíritu malo. LA VERDADERA FAMILIA DE JESÚS (MT 12,46; LC 8,19) [31] Entonces llegaron su madre y sus hermanos, se quedaron afuera y lo mandaron a llamar. [32] Como era mucha la gente sentada en torno a Jesús, le transmitieron este recado: «Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y preguntan por ti.» [33] Él les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» [34] Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. [35] Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre.»
[1] Aquí la primera preocupación de Marcos no es el milagro que Jesús realiza, curando al hombre que tiene la mano paralizada. Más quiere poner de relieve la actitud de Jesús respecto del sábado. Este hecho comprueba la palabra que Jesús dijo recién en 2,27.Según los fariseos estaba permitido faltar al descanso sabático para salvar a alguien de un peligro de muerte. Jesús va a ampliar esta regla; para él no hacer el bien es hacer el mal, y no sanar es matar. Los fariseos se callaron; sabían que Jesús tenía razón, pero su orgullo de maestros de religión les impedía reconocerlo.Su acuerdo con los Herodianos, que eran sus enemigos, lo confirma. En Galilea no se podía condenar a nadie sin permiso de Herodes; necesitaban pues el apoyo de los partidarios del rey. Marcos hace hincapié aquí en la mala fe, nacida del orgullo, que vuelve al hombre ciego ante el llamado de Dios a que se transforme interiormente. Es más fácil unirse entre adversarios para silenciar al que denuncia una injusticia o proclama una verdad que les molesta a todos ellos.
LOS DOCE. (Ver Mt 10,1)[13] Asediado por el sinnúmero de afligidos que buscan un alivio para sus males, Jesús se busca ayudantes.Fue en un cerro donde Moisés y Elías se reunieron con Dios: Allí les confió Dios su misión (Ex 19; 1 Re 19). Y fue en un cerro donde Jesús llamó a los que iba a asociar de manera especial a su propia misión: estarán con él, y anunciarán la Palabra y expulsarán demonios.Marcos nos indica así lo que es la Iglesia: una comunidad reunida por Jesús y alrededor de él, donde los hombres reciben la Palabra de Dios y son librados de la esclavitud del demonio.¿Qué sabemos de estos doce que pasarían a ser los mandatarios de Jesús, las bases de su Iglesia, los maestros de la fe? El núcleo del grupo lo formaban pescadores del lago, y con ellos un publicano, Mateo; un maestro de la Ley, Bartolomé, y algunos más, de los cuales sólo sabemos que Jesús los había escogido entre hombres del pueblo. El había venido para salvar a todos, pero su obra la empezaría con los pobres.Jesús no pertenecía más a los pobres que a los ricos, pero como cualquier hombre debía ubicarse en un ambiente y en un grupo social. Siendo hijo de artesanos, se había ubicado entre la gente sencilla. Más aún, Jesús había tomado una decisión importante a los 18 ó 20 años: se había quedado como trabajador manual en vez de ingresar en una escuela de maestros de la Ley; pues estas escuelas religiosas estaban abiertas a todos.Jesús habría podido empezar su predicación con un título de maestro y, seguramente, habría encontrado sus ayudantes entre maestros de la Ley sinceros o entre sacerdotes y fariseos de recto corazón. Pero no, prefirió formarse por medio del trabajo manual, sin otra preparación religiosa que las reuniones bíblicas de la sinagoga, sin más libro que la experiencia de la vida diaria. Y por eso, llegada la hora, hallaría a sus apóstoles entre la gente común, hombres sencillos pero responsables.
[20] Más que las curaciones, fueron las expulsiones de demonios las que inquietaron a los fariseos y a los maestros de la Ley. Siendo autoridades en materia religiosa, viajaron desde Jerusalén para ver más de cerca quién era Jesús.Está poseído por Belzebú (22). Los judíos del tiempo de Jesús estaban obsesionados por la creencia en los demonios: los veían por todas partes y muchas veces consideraban a las enfermedades como posesiones diabólicas. Jesús no padece tal obsesión, pero seguramente no hace tanta diferencia entre enfermedad y posesión como hacemos nosotros, pues, de alguna manera, el demonio está detrás de toda miseria humana.Belzebú, nombre de un antiguo ídolo, era uno de los términos usados para designar al demonio.Entrar en la casa del Fuerte (27). Este «fuerte» es el demonio, y su casa es la persona poseída. Saquearle la casa es quitarle el poder sobre su víctima.Se les perdonará todo a los hombres..., y Mateo añade: «Al que haya hablado contra el Hijo del Hombre le será perdonado» (Mateo 12,32).Mientras el Antiguo Testamento exigía la pena de muerte para el que hubiese blasfemado, para salvar así el honor de Dios y evitar que su cólera cayera sobre la comunidad, el Dios que conoce Jesús sabe hasta dónde llega la estupidez humana y no se siente ofendido por tantos despropósitos ridículos o blasfemos a que nos tiene acostumbrados nuestra sociedad; no se defiende como lo hacen los grandes de este mundo.Jesús aceptó ser criticado por los que no entendían su manera de actuar, que fue el caso de muchos fariseos. Pero cosa bien diversa era llamar obra mala a la que era evidentemente buena. Hablar (o blasfemar) contra el Espíritu Santo es atribuir al espíritu malo una obra que es manifiestamente buena. Los que ahora atribuyen sistemáticamente a intenciones malas el bien hecho por otros, sea la Iglesia o personas de otro partido, pecan contra el Espíritu Santo. El que reconoce la verdad y no a Dios, está en mejor camino que el que dice creer en Dios y no reconoce la verdad.De las expulsiones de demonios, Jesús saca una conclusión: El Reino de Dios ha llegado a ustedes. La victoria sobre Satanás se gana, en realidad, día a día. Nuestra oración, la oración perseverante de la comunidad cristiana, el testimonio de vida y la actuación valiente de los cristianos tienen fuerza como para hacer retroceder la presencia del demonio, ya se trate del dinero, la explotación, la droga o del frenesí del sexo.
[31] Jesús ha perdido a sus familiares pero ha encontrado a sus verdaderos hermanos. Desde el día en que nos comprometemos en la obra de Dios nos toca descubrir hermanos y hermanas, y a una madre, María, de la que el Evangelio dice: «Dichosa eres por haber creído.» Jesús no dice: «Ese es mi padre», pues Padre hay uno solo y está en el Cielo.
HERMANOS DE JESUS
La Iglesia nunca dudó de que María hubiera sido siempre virgen y Jesús fuera su hijo único, como es el Unico del Padre (ver comentario de Lc 1,26). ¿Por qué, pues, se habla aquí de sus hermanos y hermanas?En primer lugar digamos que en hebreo se llama hermano a cualquier pariente. En más de quinientos lugares del Antiguo Testamento «hermano» indica un parentesco más o menos próximo, la pertenencia a la misma familia, al mismo clan, a la misma tribu o al mismo pueblo. Cuando se quiere subrayar que se trata de un hermano en el sentido estricto, se usa la expresión «hijo de su madre» ( Deut 13,7; 27,22).Luego recordemos que en la primera Iglesia, en el tiempo en que se escribían los evangelios, había un grupo influyente integrado por la parentela de Jesús y sus paisanos de Nazaret. Estos eran llamados, en forma global, «los hermanos del Señor», y uno de ellos, Santiago, era obispo de la comunidad de Jerusalén. El Evangelio no los celebra mayormente; más bien recuerda que tardaron mucho en creer en Jesús, a pesar de haber vivido tantos años a su lado (Mc 3,21; Jn 7,3-5). Pero al hablar de ellos o de alguno de ellos, los designa con el nombre que les daba la comunidad: «los hermanos del Señor», o bien: «fulano, hermano de Jesús».Alguien podría decir: Si bien la palabra «hermano» puede designar a los primos lejanos, también puede designar a los hermanos en el sentido estricto. Miremos, pues, más de cerca quiénes son esos hermanos de Jesús a los que se menciona cuando Jesús pasa por Nazaret. Son Santiago y Joset (Mateo dice Joseph), Judas y Simón. Ahora bien, entre las mujeres que estaban al pie de la cruz, Marcos menciona a una tal María, «madre de Santiago el menor y de Joset». Si se tratase de María, la madre de Jesús, sería muy extraño que precisamente en ese momento se la presentase sólo como la madre de Santiago y de Joset y no como la madre del ajusticiado. También sería muy extraño que fuera mencionada después de María Magdalena. Juan dice que esta María, mujer de Cleofás, era la hermana, es decir, probablemente una parienta próxima de María (Jn 19,25). Debemos, pues, admitir que Santiago y Joset eran los hijos de esta otra María (Mt 28,1) que formaba parte del grupo de las mujeres de Galilea (Lc 23,55). Santiago y Joset eran primos de Jesús, pero tal vez no fuesen sus primos hermanos; Simón y Judas, por su parte, eran primos más lejanos, pues se nombran después de ellos.
[1] Aquí la primera preocupación de Marcos no es el milagro que Jesús realiza, curando al hombre que tiene la mano paralizada. Más quiere poner de relieve la actitud de Jesús respecto del sábado. Este hecho comprueba la palabra que Jesús dijo recién en 2,27.Según los fariseos estaba permitido faltar al descanso sabático para salvar a alguien de un peligro de muerte. Jesús va a ampliar esta regla; para él no hacer el bien es hacer el mal, y no sanar es matar. Los fariseos se callaron; sabían que Jesús tenía razón, pero su orgullo de maestros de religión les impedía reconocerlo.Su acuerdo con los Herodianos, que eran sus enemigos, lo confirma. En Galilea no se podía condenar a nadie sin permiso de Herodes; necesitaban pues el apoyo de los partidarios del rey. Marcos hace hincapié aquí en la mala fe, nacida del orgullo, que vuelve al hombre ciego ante el llamado de Dios a que se transforme interiormente. Es más fácil unirse entre adversarios para silenciar al que denuncia una injusticia o proclama una verdad que les molesta a todos ellos.
LOS DOCE. (Ver Mt 10,1)[13] Asediado por el sinnúmero de afligidos que buscan un alivio para sus males, Jesús se busca ayudantes.Fue en un cerro donde Moisés y Elías se reunieron con Dios: Allí les confió Dios su misión (Ex 19; 1 Re 19). Y fue en un cerro donde Jesús llamó a los que iba a asociar de manera especial a su propia misión: estarán con él, y anunciarán la Palabra y expulsarán demonios.Marcos nos indica así lo que es la Iglesia: una comunidad reunida por Jesús y alrededor de él, donde los hombres reciben la Palabra de Dios y son librados de la esclavitud del demonio.¿Qué sabemos de estos doce que pasarían a ser los mandatarios de Jesús, las bases de su Iglesia, los maestros de la fe? El núcleo del grupo lo formaban pescadores del lago, y con ellos un publicano, Mateo; un maestro de la Ley, Bartolomé, y algunos más, de los cuales sólo sabemos que Jesús los había escogido entre hombres del pueblo. El había venido para salvar a todos, pero su obra la empezaría con los pobres.Jesús no pertenecía más a los pobres que a los ricos, pero como cualquier hombre debía ubicarse en un ambiente y en un grupo social. Siendo hijo de artesanos, se había ubicado entre la gente sencilla. Más aún, Jesús había tomado una decisión importante a los 18 ó 20 años: se había quedado como trabajador manual en vez de ingresar en una escuela de maestros de la Ley; pues estas escuelas religiosas estaban abiertas a todos.Jesús habría podido empezar su predicación con un título de maestro y, seguramente, habría encontrado sus ayudantes entre maestros de la Ley sinceros o entre sacerdotes y fariseos de recto corazón. Pero no, prefirió formarse por medio del trabajo manual, sin otra preparación religiosa que las reuniones bíblicas de la sinagoga, sin más libro que la experiencia de la vida diaria. Y por eso, llegada la hora, hallaría a sus apóstoles entre la gente común, hombres sencillos pero responsables.
[20] Más que las curaciones, fueron las expulsiones de demonios las que inquietaron a los fariseos y a los maestros de la Ley. Siendo autoridades en materia religiosa, viajaron desde Jerusalén para ver más de cerca quién era Jesús.Está poseído por Belzebú (22). Los judíos del tiempo de Jesús estaban obsesionados por la creencia en los demonios: los veían por todas partes y muchas veces consideraban a las enfermedades como posesiones diabólicas. Jesús no padece tal obsesión, pero seguramente no hace tanta diferencia entre enfermedad y posesión como hacemos nosotros, pues, de alguna manera, el demonio está detrás de toda miseria humana.Belzebú, nombre de un antiguo ídolo, era uno de los términos usados para designar al demonio.Entrar en la casa del Fuerte (27). Este «fuerte» es el demonio, y su casa es la persona poseída. Saquearle la casa es quitarle el poder sobre su víctima.Se les perdonará todo a los hombres..., y Mateo añade: «Al que haya hablado contra el Hijo del Hombre le será perdonado» (Mateo 12,32).Mientras el Antiguo Testamento exigía la pena de muerte para el que hubiese blasfemado, para salvar así el honor de Dios y evitar que su cólera cayera sobre la comunidad, el Dios que conoce Jesús sabe hasta dónde llega la estupidez humana y no se siente ofendido por tantos despropósitos ridículos o blasfemos a que nos tiene acostumbrados nuestra sociedad; no se defiende como lo hacen los grandes de este mundo.Jesús aceptó ser criticado por los que no entendían su manera de actuar, que fue el caso de muchos fariseos. Pero cosa bien diversa era llamar obra mala a la que era evidentemente buena. Hablar (o blasfemar) contra el Espíritu Santo es atribuir al espíritu malo una obra que es manifiestamente buena. Los que ahora atribuyen sistemáticamente a intenciones malas el bien hecho por otros, sea la Iglesia o personas de otro partido, pecan contra el Espíritu Santo. El que reconoce la verdad y no a Dios, está en mejor camino que el que dice creer en Dios y no reconoce la verdad.De las expulsiones de demonios, Jesús saca una conclusión: El Reino de Dios ha llegado a ustedes. La victoria sobre Satanás se gana, en realidad, día a día. Nuestra oración, la oración perseverante de la comunidad cristiana, el testimonio de vida y la actuación valiente de los cristianos tienen fuerza como para hacer retroceder la presencia del demonio, ya se trate del dinero, la explotación, la droga o del frenesí del sexo.
[31] Jesús ha perdido a sus familiares pero ha encontrado a sus verdaderos hermanos. Desde el día en que nos comprometemos en la obra de Dios nos toca descubrir hermanos y hermanas, y a una madre, María, de la que el Evangelio dice: «Dichosa eres por haber creído.» Jesús no dice: «Ese es mi padre», pues Padre hay uno solo y está en el Cielo.
HERMANOS DE JESUS
La Iglesia nunca dudó de que María hubiera sido siempre virgen y Jesús fuera su hijo único, como es el Unico del Padre (ver comentario de Lc 1,26). ¿Por qué, pues, se habla aquí de sus hermanos y hermanas?En primer lugar digamos que en hebreo se llama hermano a cualquier pariente. En más de quinientos lugares del Antiguo Testamento «hermano» indica un parentesco más o menos próximo, la pertenencia a la misma familia, al mismo clan, a la misma tribu o al mismo pueblo. Cuando se quiere subrayar que se trata de un hermano en el sentido estricto, se usa la expresión «hijo de su madre» ( Deut 13,7; 27,22).Luego recordemos que en la primera Iglesia, en el tiempo en que se escribían los evangelios, había un grupo influyente integrado por la parentela de Jesús y sus paisanos de Nazaret. Estos eran llamados, en forma global, «los hermanos del Señor», y uno de ellos, Santiago, era obispo de la comunidad de Jerusalén. El Evangelio no los celebra mayormente; más bien recuerda que tardaron mucho en creer en Jesús, a pesar de haber vivido tantos años a su lado (Mc 3,21; Jn 7,3-5). Pero al hablar de ellos o de alguno de ellos, los designa con el nombre que les daba la comunidad: «los hermanos del Señor», o bien: «fulano, hermano de Jesús».Alguien podría decir: Si bien la palabra «hermano» puede designar a los primos lejanos, también puede designar a los hermanos en el sentido estricto. Miremos, pues, más de cerca quiénes son esos hermanos de Jesús a los que se menciona cuando Jesús pasa por Nazaret. Son Santiago y Joset (Mateo dice Joseph), Judas y Simón. Ahora bien, entre las mujeres que estaban al pie de la cruz, Marcos menciona a una tal María, «madre de Santiago el menor y de Joset». Si se tratase de María, la madre de Jesús, sería muy extraño que precisamente en ese momento se la presentase sólo como la madre de Santiago y de Joset y no como la madre del ajusticiado. También sería muy extraño que fuera mencionada después de María Magdalena. Juan dice que esta María, mujer de Cleofás, era la hermana, es decir, probablemente una parienta próxima de María (Jn 19,25). Debemos, pues, admitir que Santiago y Joset eran los hijos de esta otra María (Mt 28,1) que formaba parte del grupo de las mujeres de Galilea (Lc 23,55). Santiago y Joset eran primos de Jesús, pero tal vez no fuesen sus primos hermanos; Simón y Judas, por su parte, eran primos más lejanos, pues se nombran después de ellos.
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