Lucas 3
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JUAN BAUTISTA PREPARA EL CAMINO AL SEÑOR
[1] Era el año quince del reinado del emperador Tiberio. Poncio Pilato era gobernador de Judea, Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Filipo en Iturea y Traconítide, y Lisanias en Abilene; [2] Anás y Caifás eran los jefes de los sacerdotes. En este tiempo la palabra de Dios le fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. [3] Juan empezó a recorrer toda la región del río Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón de los pecados. [4] Esto ya estaba escrito en el libro del profeta Isaías: Oigan ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos. [5] Las quebradas serán rellenadas y los montes y cerros allanados. Lo torcido será enderezado, y serán suavizadas las asperezas de los caminos. [6] Todo mortal entonces verá la salvación de Dios. [7] Juan decía a las muchedumbres que venían a él de todas partes para que las bautizara: «Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se acerca? [8] Produzcan los frutos de una sincera conversión, pues no es el momento de decir: "Nosotros somos hijos de Abraham". Yo les aseguro que Dios puede sacar hijos de Abraham también de estas piedras. [9] El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.» [10]] La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer?» [11] El les contestaba: «El que tenga dos capas, que dé una al que no tiene, y el que tenga de comer, haga lo mismo.» [12] Vinieron también cobradores de impuestos para que Juan los bautizara. Le dijeron: «Maestro, ¿qué tenemos que hacer?» [13] Respondió Juan: «No cobren más de lo establecido.» [14] A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les contestó: «No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense con su sueldo.» [15] El pueblo estaba en la duda, y todos se preguntaban interiormente si Juan no sería el Mesías, [16] por lo que Juan hizo a todos esta declaración: «Yo les bautizo con agua, pero está para llegar uno con más poder que yo, y yo no soy digno de desatar las correas de su sandalia. El los bautizará con el Espíritu Santo y el fuego. [17] Tiene la pala en sus manos para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en sus graneros, mientras que la paja la quemará en el fuego que no se apaga.» [18] Con estas instrucciones y muchas otras, Juan anunciaba la Buena Nueva al pueblo. [19] Pero como reprochara al virrey Herodes que estuviera viviendo con Herodías, esposa de su hermano, y también por todo el mal que cometía, Herodes [20]no dudó en apresar a Juan, con lo que añadió otro crimen más a todos los anteriores.
JESÚS ES BAUTIZADO POR JUAN
[21] Un día fue bautizado también Jesús entre el pueblo que venía a recibir el bautismo. Y mientras estaba en oración, se abrieron los cielos: [22] el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó exteriormente en forma de paloma, y del cielo vino una voz: «Tú eres mi Hijo, hoy te he dado a la vida.» [23] Jesús ya había pasado los treinta años de edad cuando comenzó. Para todos era el hijo de José, hijo de Helí, [24] hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melquí, hijo de Janaí, hijo de José, [25] hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Eslí, hijo de Nagai, [26]hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semeí, hijo de José, hijo de Judá, [27] hijo de Joanán, hijo de Resí, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Nerib, [28] hijo de Melquí, hijo de Adí, hijo de Koram, hijo de Elmada, hijo de Er, [29] hijo de Jesús, hijo de Eliecer, hijo de Jarim, hijo de Matat, hijo de Leví, [30] hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim, [31] hijo de Milea, hijo de Mená, hijo de Matatá, hijo de Natán, [32] hijo de David, hijo de Jesé, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salomón, hijo de Najasón, [33] hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Esrón, hijo de Farés, hijo de Judá, [34] hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Tara, hijo de Najor, [35] hijo de Seruc, hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala, [36] hijo de Cainam, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, [37] hijo de Matusalén, hijo de Henoc, hijo de Jared, hijo de Malaleel, hijo de Cainam, [38] hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, que venía de Dios.
[1] Lucas proporciona datos que permiten situar a Jesús en la historia. Estamos en el año 27 «después de Cristo» y, en realidad, Jesús tendría entre treinta y treinta y cinco años. Los judíos habían perdido su autonomía y el país estaba dividido en cuatro pequeñas provincias. Herodes y Filipo, hijos del Herodes que se menciona cuando nació Jesús (ver Mt 2,1), gobiernan dos de esas provincias. Los que se interesan por estas anotaciones de carácter cronológico podrán leer también Jn 2,20.En los dos primeros capítulos Lucas nos mostró cómo el hijo de Dios se había insertado en la humanidad. Como lo dice Pablo en la carta a los Gálatas, "nació de una mujer, sometido a la Ley" (Gál 4,4), es decir, que quiso ser formado por una cultura, marcado por un tiempo, limitado por el contexto humano de su tiempo. Ahora vamos a ver que no comenzó su misión con un golpe brillante, con milagros prodigiosos, sino que entró con mucha sencillez en una corriente que otro, Juan Bautista, había suscitado. Este párrafo nos muestra el desmembramiento de la tierra santa, un desafío a las promesas de Dios y, en el hecho de que hubiera varios sumos sacerdotes al mismo tiempo, un menosprecio a las leyes de Dios, pues, según esas, los sumos sacerdotes se sucedían de padre a hijo y lo eran por toda la vida. En esta situación humillante aparece un elemento nuevo que sacudirá al pueblo, la predicación de Juan Bautista.
[3] Oigan ese grito en el desierto. Estas palabras son de Isaías (40,3). Juan reanuda la tradición de los profetas después de cuatro siglos de interrupción y, al igual que muchos de ellos, va a hablar de un juicio inminente. Encarar el juicio de Dios es siempre algo terrible, por eso Juan habla de recuperar el sentido de la justicia. Juan habla de la Cólera que viene. Esta palabra significaba para los Judíos una gran prueba a escala nacional o mundial (Lc 21,23; 1 Tes 2,16) en la que los creyentes reconocerían el juicio de Dios. Entonces los malos recibirían su castigo, mientras que los que confiaron en Dios serían salvados (Is 1,24-27; Joel 3,1-5; Za 14). Juan despierta pues la espera de un Salvador. Para nosotros es fácil decir que se trataba de Jesús, y que el juicio de Dios vendría algunos años después con la guerra que destruyó a la nación judía, pero para los que escuchaban a Juan, era difícil imaginar lo que sería ese salvador. Nosotros somos hijos de Abrahán. Juan nos pone en guardia contra el fanatismo nacional o religioso, tal como lo habían hecho los profetas; no basta con tomar como bandera al Dios de Israel (o la pertenencia a la Iglesia) pues muchos de los que pretenden defender su causa no son más que raza de víboras: él pide justicia y que reparen el mal que han hecho. Aquí vemos a Juan que predica sin haber pedido nada a las autoridades religiosas, y el pueblo viene de todas partes en busca de su perdón. Los versículos 12-14 nos dicen que Juan no rechazaba a nadie: ni a las prostitutas, ni a los cobradores del impuesto romano. Pero a todos les pedía que se comprometieran en un movimiento de solidaridad. Cuando se ha instalado la corrupción o cuando se ha perdido de vista la Alianza de Dios, los que reconocen su participación en el mal que afecta a la sociedad, deben hacer gestos concretos con respecto al dinero o al deseo de gozar, gestos que serán para todos un signo y un llamado a la conversión. Tales signos deben multiplicarse actualmente en todas las comunidades cristianas y en los movimientos que tratan de purificar a nuestra sociedad. Entonces es cuando adquiere su pleno sentido la renuncia total de Juan y su vida de tremenda austeridad; no se trata de que todos lo imiten, pero sus sacrificios dan peso a su palabra. Los jefes religiosos y los fariseos que se creían modelos permanecían a distancia, incluso se burlaban (7,30 y 33), pero el pueblo iba a pedir el bautismo de Juan.
[15] Bautizarse significa sumergirse en el agua y levantarse. Los judíos del desierto se bautizaban en ocasión de ciertas fiestas, para demostrar su deseo de alcanzar una vida más limpia cuando viniera el Salvador. Juan, a su vez, bautiza a los que quieren enderezar su vida, sellando ese compromiso con un rito visible. Aquí el Evangelio compara a Juan con Jesús, el bautismo de Juan con el bautismo cristiano. Todos escuchamos de vez en cuando frases como estas: puesto que Jesús se bautizó a los treinta años, el bautismo se debería recibir siendo ya adulto. Pero el argumento no vale, porque no se trata del mismo bautismo.
[16] Bautizar con agua... bautizar con fuego. Esta comparación se refiere a una experiencia muy común. Con agua se lavan las manchas de la ropa, pero lo lavado difícilmente se parece a lo nuevo, y hay manchas que no salen. En cambio, con el fuego se purifica el metal oxidado y del crisol sale el metal brillante, tan nuevo como anteriormente; también el fuego es capaz de consumir las manchas con el objeto manchado. Juan bautiza con agua a los que quieren enderezar su vida. El bautismo es para ellos una manera de expresar públicamente su decisión y sus promesas. Pero éstas son falibles, como todo compromiso humano, y no bastan para extirpar del corazón la raíz misma del mal. Jesús, en cambio, manda a sus apóstoles a bautizar a los que se integran a la Iglesia. Entonces Dios comunicará su Espíritu, que transforma interiormente a las personas. Juan no bautizaba a los niños (y tampoco bautizaba a las mujeres). Pero el bautismo cristiano saca su fuerza, no del compromiso del bautizado, sino del don de Dios que nos hace sus hijos. Por eso también los niños pueden ser bautizados, para comunicarles este don de Dios. Yo no soy digno de desatar las correas de su sandalia. En aquel tiempo, el que bautizaba desataba las correas del calzado al que se iba a bautizar y luego le ayudaba a desvestirse. Juan quiere decir, con esas palabras, que no es digno de bautizar a Jesús.
[21] Jesús no necesitaba conversión ni recibir el bautismo de Juan. Pero siendo el Salvador, quiere empezar por mezclarse con sus hermanos pecadores, que buscan el camino del perdón. Al recibir el bautismo de Juan, Jesús afirma que su camino es el bueno: buscar la justicia y reformar la propia vida. Hacía ya siglos que no se veían profetas. Parecía que Dios estaba callado, y los judíos decían que «los cielos estaban cerrados». Pero ahora Dios vuelve a hablar y Jesús toma el relevo de los profetas. Se abrieron los cielos, o sea que Jesús recibió una comunicación divina (ver Ez 1,1 y Ap 4,1).Tú eres mi Hijo (22). ¿Quién oyó aquella voz? El Evangelio no lo deja claro (Mt 3,16; Mc 1,10; Jn 1,32). El estudio de los textos lleva a la conclusión de que Jesús fue favorecido con una comunicación divina que tal vez compartió Juan Bautista. Pero, ¿qué finalidad tenía semejante manifestación? ¿Necesitaba acaso Jesús saber que era Hijo de Dios? No olvidemos que la frase Hijo de Dios puede tener varios sentidos. El rey de Israel era llamado hijo de Dios en tiempos anteriores a Jesús; y también se le llamaba hijo de Dios cuando se quería designar al rey esperado, elegido por Dios para salvar a Israel. Jesús era Hijo de Dios desde su concepción (en el sentido que damos a esta frase: Hijo Unico del Padre, Dios nacido de Dios). Y desde ese momento era consciente de ser Hijo de Dios, pero sólo en el momento de ser bautizado por Juan recibió el llamado de Dios que lo invitaba a empezar su ministerio de salvación y lo hacía hijo suyo (en el sentido antiguo de la Biblia), o sea, profeta y rey de su pueblo. Por eso leemos en el v. 3,22 una cita del salmo 2: Tú eres mi hijo, hoy te he dado a la vida, que era palabra referida al Mesías.(Nótese, sin embargo, que muchos textos antiguos ponen aquí el mismo texto de Mc 1,11).En ese momento Jesús recibe la plenitud del Espíritu que consagra a los profetas y que obra milagros. Jesús gozaba desde su concepción de esa plenitud del Espíritu que lo mantenía en una relación única con su Padre; pero ahora recibe otra comunicación del Espíritu para ser el profeta y el servidor del Padre. Jesús, pues, es ungido para proclamar el Reino de Dios y para llamar a los pobres en primer lugar (4,18). A diferencia de tantos libertadores que, según la Biblia, recibieron el Espíritu con miras a una misión determinada, Jesús es hecho salvador en toda su persona. A diferencia también de nosotros, que estamos tan preocupados por reservarnos una puerta de salida en nuestros compromisos, Jesús ya no tendrá descanso hasta que su palabra y su testimonio por la verdad lo lleven a la muerte. El Evangelio de Juan muestra que Jesús no se dio prisa para actuar en público, a pesar de esta revelación tan manifiesta. Al día siguiente, Juan Bautista le forzó la mano al enviarle algunos de sus propios discípulos (Jn 1,35), y a los ocho días fue la intervención de María en las bodas de Caná la que terminó de decidirlo (Jn 2,1).
[23] A continuación Lucas pone una lista de los antepasados de Jesús, muy diferente de la que ofrece Mateo (Mt 1,1). Lucas no se conforma con remontarse hasta Abrahán, sino que nos da también la lista legendaria de los antepasados desde Abrahán hasta el primer hombre, como para recordar que Jesús viene a salvar a toda la humanidad. Jesús no es sólo el salvador de los cristianos, sino que su venida da sentido a toda la historia, y aclara el aporte de los sabios y de los santos que Dios ha hecho surgir en otras partes del mundo. La lista que presenta Lucas, desde José hasta Abrahán, es muy diferente de la que leemos en Mateo. Los antepasados no son los mismos, tal vez porque se hayan fijado en los padres según la sangre o en los padres adoptivos, pues la adopción era practicada frecuentemente entre los judíos.
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