Mateo 8
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CURACIÓN DE UN LEPROSO (MC 1,40; LC 5,12)
[1] Jesús, pues, bajó del monte, y empezaron a seguirlo muchedumbres. [2] Un leproso se acercó, se arrodilló delante de él y le dijo: «Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.» [3] Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Al momento quedó limpio de la lepra. [4] Jesús le dijo: «Mira, no se lo digas a nadie; pero ve a mostrarte al sacerdote y ofrece la ofrenda ordenada por la Ley de Moisés, pues tú tienes que hacerles una declaración.
» LA FE DEL CENTURIÓN (LC 7,1; JN 4,46) [5] Al entrar Jesús en Cafarnaún, se le acercó un capitán de la guardia, suplicándole: [6] «Señor, mi muchacho está en cama, totalmente paralizado, y sufre terriblemente.» [7] Jesús le dijo: «Yo iré a sanarlo.» [8] El capitán contestó: «Señor, ¿quién soy yo para que entres en mi casa? Di no más una palabra y mi sirviente sanará. [9] Pues yo, que no soy más que un capitán, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le digo a uno: Vete, él se va; y si le digo a otro: Ven, él viene; y si ordeno a mi sirviente: Haz tal cosa, él la hace.» [10] Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe. [11] Yo se lo digo: vendrán muchos del oriente y del occidente para sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos, [12] mientras que los que debían entrar al reino serán echados a las tinieblas de afuera: allí será el llorar y rechinar de dientes.» [13] Luego Jesús dijo al capitán: «Vete a casa, hágase todo como has creído.» Y en ese mismo momento el muchacho quedó sanó. [14] Jesús fue a casa de Pedro; allí encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. [15] Jesús le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y comenzó a atenderle. [16] Al atardecer le llevaron muchos endemoniados. Él expulsó a los espíritus malos con una sola palabra, y sanó también a todos los enfermos. [17] Así se cumplió lo que había anunciado el profeta Isaías: Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades. (Lc 9,57) [18] Jesús, al verse rodeado por la multitud, dio orden de cruzar a la otra orilla. [19] Entonces se le acercó un maestro de la Ley y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.» [20] Jesús le contestó: «Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni siquiera tiene dónde recostar la cabeza.» [21] Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre.» [22] Jesús le contestó: «Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.
» JESÚS CALMA LA TEMPESTAD (MC 4,35 LC 8,22) [23] Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. [24] Se levantó una tormenta muy violenta en el lago, con olas que cubrían la barca, pero él dormía. [25] Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que estamos perdidos!» [26] Pero él les dijo: «¡Qué miedosos son ustedes! ¡Qué poca fe tienen!» Entonces se levantó, dio una orden al viento y al mar, y todo volvió a la más completa calma. [27] Grande fue el asombro; aquellos hombres decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
» LOS ENDEMONIADOS DE GADARA (MC 5,1; LC 8,26) [28] Al llegar a la otra orilla, a la tierra de Gadara, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y vinieron a su encuentro. Eran hombres tan salvajes que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. [29] Y se pusieron a gritar: «¡No te metas con nosotros, Hijo de Dios! ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?» [30] A cierta distancia de allí había una gran piara de cerdos comiendo. [31] Los demonios suplicaron a Jesús: «Si nos expulsas, envíanos a esa piara de cerdos.» Jesús les dijo: «Vayan». [32] Salieron y entraron en los cerdos. Al momento toda la piara se lanzó hacia el lago por la pendiente, y allí se ahogaron. [33] Los cuidadores huyeron, fueron a la ciudad y contaron todo lo sucedido, y lo que había pasado con los endemoniados. [34] Entonces todos los habitantes salieron al encuentro de Jesús y, no bien lo vieron, le rogaron que se alejase de sus tierras.
[1] En esta segunda sección de su Evangelio (8,1-9,35) Mateo puso una colección de milagros. Para él estos milagros no son únicamente cosas extraordinarias, sino que además contienen lecciones sobre lo que es ser discípulo de Cristo. Para comenzar, la curación del leproso: un acto de valentía de Jesús, y un acto que viola abiertamente la «ley de la pureza». Véase comentario a Mc 1,40.A continuación (8,5) la fe del centurión, un oficial romano. Jesús habla de los judíos que van a ser excluidos del Reino de Dios.
[4] Pues tú tienes que hacerles una declaración. El texto dice: «para darles un testimonio», pero esto no significa que Jesús manda al leproso donde los sacerdotes para convencerlos de que él hizo un milagro. Jesús no se preocupó por convencer a los sacerdotes, a los que su misma función les hacía más difícil que a otros acercarse a él y convertirse - lo mismo como pasó con Juan Bautista. Aquí Jesús pide al leproso que cumpla con la Ley, la cual exigía que lo examinaran los sacerdotes antes de que pudiera reintegrarse a la comunidad (Lev 14,2).En esto comprobamos el respeto de Jesús por la Ley de Moisés, ley de Dios para su pueblo en el Antiguo Testamento. Es cierto que Jesús quebrantó con propósito la ley del sábado en algunas oportunidades, pero esto cobra su pleno sentido por el hecho de que Jesús fue habitualmente muy respetuoso de la Ley, como lo dijo sin ninguna hipocresía en Mt 5,19. Jesús participó fielmente a las asambleas del sábado, a pesar de que, en Nazaret, la pequeña comunidad no debía destacarse por su nivel intelectual o espiritual: ahí participaba en el culto que el pueblo de Dios debe rendir a su Dios, y daba gloria, él también, a su Padre. Lo mismo, subía a Jerusalén para las fiestas, observaba en su modo de vestir y de rezar las costumbres de los judíos piadosos (Mt 9,20). Es importante ver que para Jesús, «adorar a Dios en espíritu y verdad» (Jn 4,24) no significaba despreciar los usos de la comunidad religiosa. No se vive más en la verdad replegándose en la oración privada o en comunidades de nuestra elección, y no haciendo más caso del pueblo de Dios con sus ritos y sus fiestas, frutos de una larga tradición. Jesús criticará con toda libertad el peso de las tradiciones, y Pablo se opondrá a que se imponga a gente de otra cultura lo que tuvo sentido para cierto tiempo y lugar, pero lo harán como quienes saben que un pueblo sin tradiciones se descompone rápidamente.
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