Marcos 9
LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS (MT 17,1; LC 9,28)
[1] Jesús les dijo: «En verdad se lo digo: algunos de los que están aquí presentes no conocerán la muerte sin que ya hayan visto el Reino de Dios viniendo con poder.» [2] Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a ellos solos a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambió completamente. [3] Incluso sus ropas se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo sería capaz de blanquearlas. [4] Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús. [5] Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» [6] En realidad no sabía lo que decía, porque estaban aterrados. [7] En eso se formó una nube que los cubrió con su sombra, y desde la nube llegaron estas palabras: «Este es mi Hijo, el Amado, escúchenlo.» [8] Y de pronto, mirando a su alrededor, no vieron ya a nadie; sólo Jesús estaba con ellos. [9] Cuando bajaban del cerro, les ordenó que no dijeran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. [10] Ellos guardaron el secreto, aunque se preguntaban unos a otros qué querría decir eso de "resucitar de entre los muertos".
LA VUELTA DE ELÍAS
[11] Entonces le preguntaron: «¿No dicen los maestros de la Ley que Elías ha de venir primero?» [12] Jesús les contestó: «Ya lo sabemos: Elías viene primero y deja todo reordenado. Pero, ¿por qué dicen las Escrituras que el Hijo del Hombre sufrirá mucho y será despreciado?» [13] Yo se lo digo: Elías ya ha venido, e hicieron con él todo lo que quisieron, tal como de él estaba escrito.
» JESÚS SANA A UN JOVEN EPILÉPTICO (MT 17,14; LC 9,37; 17,6)
[14] Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron con un grupo de gente a su alrededor, y algunos maestros de la Ley discutían con ellos. [15] La gente quedó sorprendida al ver a Jesús, y corrieron a saludarlo. [16] El les preguntó: «¿Sobre qué discutían ustedes con ellos?» [17] Y uno del gentío le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo. [18] En cualquier momento el espíritu se apodera de él, lo tira al suelo y el niño echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda rígido. Les pedí a tus discípulos que echaran ese espíritu, pero no pudieron.» [19] Les respondió: «¡Qué generación tan incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho.» [20] Y se lo llevaron. Apenas vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al muchacho; cayó al suelo y se revolcaba echando espuma por la boca. [21] Entonces Jesús preguntó al padre: «¿Desde cuándo le pasa esto?» [22] Le contestó: «Desde niño. Y muchas veces el espíritu lo lanza al fuego y al agua para matarlo. Por eso, si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos.» [23] Jesús le dijo: «¿Por qué dices "si puedes"? Todo es posible para el que cree.» [24] Al instante el padre gritó: «Creo, ¡pero ayuda mi poca fe!» [25] Cuando Jesús vio que se amontonaba la gente, dijo al espíritu malo: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo ordeno: sal del muchacho y no vuelvas a entrar en él.» [26] El espíritu malo gritó y sacudió violentamente al niño; después, dando un terrible chillido, se fue. El muchacho quedó como muerto, tanto que muchos decían que estaba muerto. [27] Pero Jesús lo tomó de la mano y le ayudó a levantarse, y el muchacho se puso de pie. [28] Ya dentro de casa, sus discípulos le preguntaron en privado: «¿Por qué no pudimos expulsar nosotros a ese espíritu?» [29] Y él les respondió: «Esta clase de demonios no puede echarse sino mediante la oración.
» JESÚS ANUNCIA OTRA VEZ SU PASIÓN (MT 17,22; LC 9,43)
[30] Se marcharon de allí y se desplazaban por Galilea. Jesús quería que nadie lo supiera, [31] porque iba enseñando a sus discípulos. Y les decía: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo harán morir, pero tres días después de su muerte resucitará.» [32] De todos modos los discípulos no entendían lo que les hablaba, y tenían miedo de preguntarle qué quería decir. SI ALGUNO QUIERE SER EL PRIMERO (MT 18,1; LC 9,46; 18,17; 22,24) [33] Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, Jesús les preguntó: «¿De qué venían discutiendo por el camino?» [34] Ellos se quedaron callados, pues habían discutido entre sí sobre quién era el más importante de todos. [35] Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos.» [36] Después tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: [37] «El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado.» [38] Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que hacía uso de tu nombre para expulsar demonios, y hemos tratado de impedírselo porque no anda con nosotros.» [39] Jesús contestó: «No se lo prohíban, ya que nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí. [40] El que no está contra nosotros está con nosotros.» [41] «Y cualquiera que les dé de beber un vaso de agua porque son de Cristo, yo les aseguro que no quedará sin recompensa.
» SI TU OJO ES OCASIÓN DE PECADO, SÁCATELO (MT 18,6; 5,13; LC 17,1)
[42] «El que haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo echaran al mar. [43] Si tu mano te está haciendo caer, córtatela; pues es mejor para ti entrar con una sola mano en la vida, que ir con las dos a la gehenna, al fuego que no se apaga. [44] Y si tu pie te está haciendo caer, córtatelo; [45] pues es mejor para ti entrar cojo en la vida que ser arrojado con los dos pies a la gehenna. [46] Y si tu ojo prepara tu caída, sácatelo; [47] pues es mejor para ti entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos al infierno, [48] donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. [49] Pues el mismo fuego los conservará. [50] La sal es buena, pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se lo devolverán? Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros.»
[1] La transfiguración de Jesús está en el centro del Evangelio de Marcos. Esta escena es una de las más importantes del Nuevo Testamento. En la liturgia de los cristianos orientales, la fiesta de la transfiguración ocupa un lugar muy relevante. Es, efectivamente, no la cumbre, sino el resumen de toda la revelación. Moisés y Elías, los portavoces de la Ley y los Profetas, es decir de todo el Antiguo Testamento, presentan el Cristo del Evangelio a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan -los verdaderos amigos de Jesús-, que serán responsables de la predicación del Evangelio a todo el mundo. Así como Moisés y Elías fueron llevados por Dios a la montaña santa para que allí fueran testigos de su gloria (Ex 33,18; 1 Re 19,9) así también los apóstoles son llevados por Jesús aparte; también suben la montaña y en ella Jesús les manifiesta su gloria. Jesús acababa de anunciar su pasión y su muerte; llega el día en que el Padre le confirma su fin ya próximo (Lc 9,31) y le da un anticipo de su resurrección. Moisés y Elías son testigos de todo eso, ellos que también, en cierto modo, escaparon de la corrupción de la muerte ( Deut 34,6; 2 Re 2,11).¡Escúchenlo! (7). Los apóstoles acompañaban a Jesús desde hacía un año, y habían visto cómo poco a poco se había ido ahondando el foso entre él y las autoridades religiosas del pueblo de Dios. Pudo planteárseles la duda: ¿No estará equivocado Jesús? Las certezas del pueblo de Dios ¿no estarán más bien del lado de los sacerdotes y escribas? Entonces interviene el Padre mismo, al igual que lo hizo con Juan Bautista: ¡Escúchenlo! Escúchenlo, pues él es la Palabra hecha carne (Jn 1,14; Heb 1,1). El es el Profeta y todos los demás no hablan más que para él ( Deut 18,17).Una nube los cubrió con su sombra. La nube que aquí se menciona es la misma que en varios episodios de la historia bíblica indica y oculta al mismo tiempo la presencia misteriosa de Dios (Ex 19 y 1 Re 8,10).Cuando Jesús hacía milagros con los enfermos y más aún con la naturaleza, demostraba que el orden actual del mundo no es el definitivo. Ahora se entreabre la cortina: ojalá los apóstoles comprendieran que el Hijo del Hombre, como Jesús se nombra a sí mismo, se está acercando a su resurrección. Le queda poco tiempo antes de que sus hermanos lo cuelguen de una cruz. Pero también falta poco para que el Padre le comunique la «gloria» que le corresponde. La nube luminosa, la luz y la ropa brillante son signos exteriores que nos manifiestan algo del misterio de Jesús: el día que resucite de entre los muertos, todo su ser humano será renovado, ampliado, lleno de energías divinas para que pueda a su vez resucitarnos a todos.
[11] Al bajar del monte, los apóstoles se sienten molestos: ¿Por qué Moisés y Elías le han hablado de su muerte? Y se aferran a sus ilusiones, apoyándose en textos del Antiguo Testamento. Pues varios textos afirmaban que el profeta Elías debía volver del cielo antes de la venida del Mesías, para que no encontrase ninguna oposición (Mal 3,1; 4,22).Pero Jesús reafirma lo que dijo: las mismas palabras de los Profetas le anuncian humillaciones y sufrimientos. Invita, pues, a los apóstoles a que no tomen al pie de la letra todo lo que se lee en la Biblia: Elías no ha venido ni vendrá personalmente, sino que recién vino Juan Bautista, como un nuevo Elías (Lc 1,16-17).
[23] Todo es posible para el que cree. Jesús se ha reunido con la muchedumbre y ha vuelto a palpar la incredulidad de los hombres. Pero la oración del padre del niño epiléptico ha quedado como modelo de toda oración cristiana; si nos dirigimos a Dios en la oración es porque tenemos fe; pero en ese mismo movimiento descubrimos la pobreza y la fragilidad de nuestra fe.¿Por qué no pudimos expulsar nosotros a ese espíritu? (28). Los apóstoles se extrañan: ¿acaso Jesús no les había dado poder sobre los demonios? Pero olvidan fácilmente la gran distancia que los separa de él y no se dan cuenta de su falta de fe. A ellos también se dirigen las duras palabras de Jesús: «¡Qué generación tan incrédula!» Porque son muy numerosos los que piensan ser grandes creyentes cuando, en realidad, su fe aún no ha movido nada. Esta clase de demonios no puede echarse sino mediante la oración (29). Muy posiblemente varios endemoniados del Evangelio no eran más que enfermos mentales y podían ser sanados por una fuerza magnética, imponiéndoles las manos (Mc 6,5). Pero no éste. A veces nos encontramos, como Jesús, con el poder del Maligno, y se requiere la oración para vencerlo. En el Evangelio de Marcos se habla de la oración tan sólo cuatro veces y con muy pocas palabras. Porque la oración no era una novedad para los judíos. Les bastaba abrir la Biblia para encontrarse con los Salmos, que son oraciones maravillosas. ¿En qué consiste la oración? En dirigir nuestro espíritu hacia Dios. Hay mil maneras de orar, o sea, de mantener nuestro espíritu orientado, tendido hacia él: el rezo de fórmulas y de los salmos, el Rosario meditado, el canto, la lectura bíblica, la meditación... Pero el fin de todos los rezos y oraciones es que el Señor nos dé el espíritu de oración, o sea, que podamos sí ocupar nuestra mente y poner nuestra atención en nuestros quehaceres, pero que, al mismo tiempo, nos mantengamos comunicados con Dios por lo mejor de nuestro espíritu. Tenemos, pues, el medio para expulsar al demonio, como Jesús nos lo enseña en esta página. Porque el demonio multiplicará las trabas para desanimarnos en cuanto vea que nos hemos decidido a seguir a Cristo (Mt 12,43; 13,19).
[30] A Jesús el tiempo se le hace corto. En adelante se dedicará principalmente a preparar al grupo de los apóstoles que tendrán la responsabilidad tremenda de continuar su obra. Los discípulos no entendían... lo de su muerte y resurrección: son cosas que no se entienden sino después de que han sucedido. Prefieren no preguntar ni saber; con eso dejan a Jesús más aislado.
SERVIDORES
[33] Los apóstoles han vuelto a Cafarnaún, centro de sus expediciones misioneras, y están en casa, muy posiblemente la de Simón Pedro y su familia. Han predicado el Reino de Dios, hacen curaciones milagrosas y también expulsan a los demonios. Aún les falta lo más importante: ser humildes. Jesús insiste a menudo en esta humildad que caracteriza al verdadero «servidor» del reino de Dios. Con frecuencia nos vemos tentados a comportarnos como propietarios de los servicios y de los compromisos que aceptamos o que contraemos tanto en la Iglesia como en el mundo. No soportamos que otros puedan tener responsabilidades tan importantes como las nuestras o que nos reemplacen en las que tenemos. Porque nos atribuimos con gran facilidad el mérito de nuestras cualidades o de nuestros conocimientos.
[35] La última frase de Jesús es tan importante como lo anterior: El que recibe a un niño como éste en mi nombre.... Pues en esto se fundamenta para nosotros la dignidad de la persona humana, ennoblecida por Cristo. Dios no espera que hayamos sido bautizados para reconocer en nosotros a su Hijo: El nos ha creado «en Cristo». Esto quiere decir que nos creó a cada uno destinándonos a llevar la semejanza de su Hijo (ver Efesios 1).El término «hijo» toma mucho más peso, por supuesto, cuando Dios nos hace entrar en sus misterios mediante el don de la fe y nos da a conocer nuestra dignidad. Lo más grande del hombre no es su capacidad de razonar o de amar, sino el que pueda decir a Dios: Tú eres mi Padre; y que Dios pueda mirarlo diciendo: Tú eres mi hijo o mi hija. La Iglesia enseñó ya desde su comienzo la eminente dignidad de la persona humana, a pesar de que, a lo largo de su historia y con mucha frecuencia, su actuación no haya estado en acuerdo con esta enseñanza. Los mártires, más que nadie, nos enseñaron el valor de las personas, superior a todos los intereses o lazos colectivos. Pero es imposible separar esta dignidad del hombre de su relación filial con el Padre, y de no tener esta base, muchos combates por el respeto a nuestros hermanos serán muy difíciles de justificar.
IGLESIAS SEPARADAS
[38] Mientras Jesús forma a sus apóstoles, a quienes quiere confiar su Iglesia, hay otros que predican el Evangelio y expulsan demonios. Lo mismo ocurre hoy; al lado de la Iglesia católica, la Iglesia de los Apóstoles, hay otros que predican el Evangelio, sanan enfermos y se agrupan en iglesias de diversas denominaciones. Esta evangelización paralela a la Iglesia, o rival de la Iglesia, le presenta un desafío. Si otros evangelizan, tal vez se deba a que nosotros lo hacemos muy poco y Dios quiere que otros actúen en lugar nuestro. Pues demasiados católicos no salen de sus prácticas o de sus pequeños grupos, y muy a menudo se han acostumbrado a no tomar iniciativas, dejando que los sacerdotes y religiosas lo hagan todo. Y debido a eso, la Iglesia está casi ausente en muchísimos lugares, especialmente en las inmensas poblaciones suburbanas. La multiplicación de las Iglesias separadas es para la Iglesia católica un llamado a que se reforme. Está paralizada por la falta de un espíritu verdadero de pobreza y sus estructuras pesadas no permiten que la gente sencilla encuentre en ella el aire fresco y vivificante del Evangelio. En tales condiciones, ¿cómo podríamos condenar a quienes, por su acción misionera, hacen que gran número de hombres y mujeres encuentren a Cristo en comunidades acogedoras, aun si en esto no todo es auténtico? Al decir esto no olvidamos las riquezas de la Tradición cristiana que han perdido muy a menudo los que abandonaron la Iglesia, en particular la convicción de que toda la realidad humana tiene que ser rescatada, -lo que significa no condenar al mundo ni encerrarse en los problemas de su Iglesia- y la forma humilde de creer y de hacer la voluntad del Padre, de la que María es el símbolo. Si bien el hecho de que cada Iglesia o secta trabaje por cuenta propia favorece las desviaciones de la fe, más grave todavía es que con esto se desobedezca la voluntad del Padre, que quiso que fuéramos en el mundo un signo de unidad. Pues el deseo no desinteresado de tener más adeptos, lleva a usar medios de propaganda que riñen con la práctica del evangelio, y a calumniar a la Iglesia en vez de entrar en el ecumenismo, es decir, el diálogo entre las diferentes iglesias. Pero no por eso debemos olvidar nuestras propias fallas, y no hay lugar para envidia u odio, pues ¿cómo podrían perjudicarnos si hacemos la voluntad de Dios?
[42] El que haga caer: ver el comentario de Mt 18,6. Ser arrojado a la gehenna (45). Este era un modo de designar el infierno. Entrar a la vida... entrar al Reino tiene el mismo significado. El Reino de Dios no es un lugar en que Dios nos coloca; más bien es una vida que nos invade, el encuentro de uno consigo mismo, la plena realización de todas nuestras posibilidades, la unión perfecta con Dios en que los hijos e hijas son transformados a semejanza del Padre. Tengan sal en ustedes (50). Es la conclusión del discurso motivado por la discusión entre los apóstoles (9,34). Por supuesto que debemos hacernos servidores de los demás (9,35). Pero no por eso vamos a ser personas apocadas. La sal significa la creatividad y las riquezas propias de cada uno. Seamos personas que viven (y que a veces pelean), pero preocupados por mantener la confianza fraterna y el respeto mutuo.
Comentarios