Marcos 14
CONSPIRACIÓN CONTRA JESÚS (MT 26,2; LC 22,1; J 11,47)
[1] Faltaban dos días para la Fiesta de Pascua y de los Panes Azimos. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban la manera de detener a Jesús con astucia para darle muerte, [2] pero decían: «No durante la fiesta, para que no se alborote el pueblo.» UNA MUJER UNGE A JESÚS (MT 26,6; J 12,1) [3] Jesús estaba en Betania, en casa de Simón el Leproso. Mientras estaban comiendo, entró una mujer con un frasco precioso como de mármol, lleno de un perfume muy caro, de nardo puro; quebró el cuello del frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. [4] Entonces algunos se indignaron y decían entre sí: «¿Cómo pudo derrochar este perfume? [5] Se podría haber vendido en más de trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres.» Y estaban enojados contra ella. [6] Pero Jesús dijo: «Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo es una obra buena. [7] Siempre tienen a los pobres con ustedes, y en cualquier momento podrán ayudarlos, pero a mí no me tendrán siempre. [8] Esta mujer ha hecho lo que tenía que hacer, pues de antemano ha ungido mi cuerpo para la sepultura. [9] En verdad les digo: dondequiera que se proclame el Evangelio, en todo el mundo, se contará también su gesto y será su gloria.» [10] Entonces Judas Iscariote, uno de los Doce, fue donde los jefes de los sacerdotes para entregarles a Jesús. [11] Se felicitaron por el asunto y prometieron darle dinero. Y Judas comenzó a buscar el momento oportuno para entregarlo. LA ULTIMA CENA DE JESÚS (MT 26,17; LC 22,7; 1 COR 11,23; JN 13) [12] El primer día de la fiesta en que se comen los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el Cordero Pascual, sus discípulos le dijeron: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la Cena de la Pascua?» [13] Entonces Jesús mandó a dos de sus discípulos y les dijo: «Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo [14] hasta la casa en que entre y digan al dueño: El Maestro dice: ¿Dónde está mi pieza, en que podré comer la Pascua con mis discípulos? [15] El les mostrará en el piso superior una pieza grande, amueblada y ya lista. Preparen todo para nosotros.» [16] Los discípulos se fueron, entraron en la ciudad, encontraron las cosas tal como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. [17] Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. [18] Y mientras estaban a la mesa comiendo, les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar, uno que comparte mi pan.» [19] Ellos se entristecieron mucho al oírle, y le empezaron a preguntar uno a uno: «¿Seré yo?» [20] El les respondió: «Es uno de los Doce, uno que moja su pan en el plato conmigo. [21] El Hijo del Hombre se va, conforme dijeron de él las Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! Sería mucho mejor para él no haber nacido.» [22] Durante la comida Jesús tomó pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomen; esto es mi cuerpo.» [23] Tomó luego una copa, y después de dar gracias se la entregó; y todos bebieron de ella. [24] Y les dijo: «Esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por una muchedumbre. [25] En verdad les digo que no volveré a probar el zumo de cepas hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.» JESÚS ANUNCIA LA NEGACIÓN DE PEDRO (MT 26,30; LC 22,23; JN 13,37) [26] Después de cantar los himnos se dirigieron al monte de los Olivos. [27] Y Jesús les dijo: «Todos ustedes caerán esta noche, pues dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. [28] Pero cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea.» [29] Entonces Pedro le dijo: «Aunque todos tropiecen y caigan, yo no.» [30] Jesús le contestó: «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, me habrás negado tres veces.» [31] Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.» Y todos decían lo mismo. LA AGONÍA DE JESÚS EN GETSEMANÍ (LC 18,1) [32] Llegaron a un lugar llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí mientras voy a orar.» [33] Y llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan. Comenzó a llenarse de temor y angustia, [34] y les dijo: «Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense aquí y permanezcan despiertos.» [35] Jesús se adelantó un poco, y cayó en tierra suplicando que, si era posible, no tuviera que pasar por aquella hora. [36] Decía: «Abbá, o sea, Padre, si para ti todo es posible, aparta de mí esta copa. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» [37] Volvió y los encontró dormidos. Y dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿De modo que no pudiste permanecer despierto una hora? [38] Estén despiertos y oren para no caer en la tentación; pues el espíritu es animoso, pero la carne, débil.» [39] Y se alejó de nuevo a orar, repitiendo las mismas palabras. [40] Al volver otra vez, los encontró de nuevo dormidos, pues no podían resistir el sueño y no sabían qué decirle. [41] Vino por tercera vez, y les dijo: «Ahora ya pueden dormir y descansar. Está hecho, llegó la hora. El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. [42] ¡Levántense, vámonos!, ya viene el que me va a entregar.» TOMAN PRESO A JESÚS (MT 26,47; LC 22,47; JN 18,2) [43] Jesús estaba aún hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce; lo acompañaba un buen grupo de gente con espadas y palos, enviados por los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley y los jefes judíos. [44] El traidor les había dado esta señal: «Al que yo dé un beso, ése es; deténganlo y llévenlo bien custodiado.» [45] Apenas llegó Judas, se acercó a Jesús diciendo: «¡Maestro, Maestro!» y lo besó. [46] Ellos entonces lo tomaron y se lo llevaron arrestado. [47] En ese momento uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote cortándole una oreja. [48] Jesús dijo a la gente: «A lo mejor buscan un ladrón y por eso salieron a detenerme con espadas y palos. [49] ¿Por qué no me detuvieron cuando día tras día estaba entre ustedes enseñando en el Templo? Pero tienen que cumplirse las Escrituras.» [50] Y todos los que estaban con Jesús lo abandonaron y huyeron. [51] Un joven seguía a Jesús envuelto sólo en una sábana, y lo tomaron; [52] pero él, soltando la sábana, huyó desnudo. [53] Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y todos se reunieron allí; estaban los jefes de los sacerdotes, las autoridades judías y los maestros de la Ley. [54] Pedro lo había seguido de lejos hasta el patio interior del Sumo Sacerdote, y se sentó con los policías del Templo, calentándose al fuego. [55] Los jefes de los sacerdotes y todo el Consejo Supremo buscaban algún testimonio que permitiera condenar a muerte a Jesús, pero no lo encontraban. [56] Varios se presentaron con falsas acusaciones contra él, pero no estaban de acuerdo en lo que decían. [57] Algunos lanzaron esta falsa acusación: [58] «Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días construiré otro no hecho por hombres.» [59] Pero tampoco con estos testimonios estaban de acuerdo. [60] Entonces el Sumo Sacerdote se levantó; pasó adelante y preguntó a Jesús: «¿No tienes nada que responder? ¿Qué es este asunto de que te acusan?» [61] Pero él guardaba silencio y no contestaba. De nuevo el Sumo Sacerdote le preguntó: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios Bendito?». [62] Jesús respondió: «Yo soy, y un día verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha de Dios poderoso y viniendo en medio de las nubes del cielo.» [63] El Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras horrorizado y dijo: «¿Para qué queremos ya testigos? [64] Ustedes acaban de oír sus palabras blasfemas. ¿Qué les parece?» Y estuvieron de acuerdo en que merecía la pena de muerte. [65] Después algunos empezaron a escupirle. Le cubrieron la cara y le golpeaban antes de preguntarle: «¡Hazte el profeta!» Y los policías del Templo lo abofeteaban. PEDRO NIEGA A JESÚS (MT 26,69; JN 18,15) [66] Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, pasó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote. [67] Al verlo cerca del fuego, lo miró fijamente y le dijo: «Tú también andabas con Jesús de Nazaret.» [68] El lo negó: «No lo conozco, ni entiendo de qué hablas.» Y salió al portal. [69] Pero lo vio la sirvienta y otra vez dijo a los presentes: «Este es uno de ellos.» [70] Y Pedro lo volvió a negar. Después de un rato, los que estaban allí dijeron de nuevo a Pedro: «Es evidente que eres uno de ellos, pues eres galileo.» [71] Entonces se puso a maldecir y a jurar: «Yo no conozco a ese hombre de quien ustedes hablan.» [72] En ese momento se escuchó el segundo canto del gallo. Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres», y se puso a llorar.
LA PASCUA
[1] Los judíos iban a celebrar el 1480º aniversario de su salida de Egipto. La Pascua, o sea, el Paso del Señor, era la fiesta de la independencia nacional y ocupaba el primer lugar en el calendario religioso. Hacía cuarenta años que habían perdido su independencia, y por eso la Pascua despertaba sus ansias de libertad y se prestaba para cualquier disturbio. De todas partes de Palestina los judíos subían en peregrinación a Jerusalén, pues el cordero que se comía en el banquete pascual debía sacrificarse en el Templo. Cada familia debía comer el cordero asado, con lechugas y pan sin levadura, alternando el canto de los salmos con la bendición de varias copas, según un ritual muy antiguo detallado. El padre de familia narraba los acontecimientos de la salida de Egipto y, al recordar el pasado, cada uno pedía al Señor que liberara de una vez a su pueblo humillado.La inmensa mayoría, tanto el pueblo como sus responsables, eran incapaces de echar una mirada nueva hacia el porvenir. La salvación de Israel, sin embargo, no consistía en romper primero sus cadenas políticas, sino en descubrir el secreto de la fraternidad universal por encima de razas y partidos. El Evangelio era el fermento capaz de liberar a la humanidad, venciendo al mal con el bien, y la salvación estaba en la persona de Jesús, pero no la veían. Más bien desconfiaban de él porque su doctrina les parecía demasiado utópica, y Judas era uno de los arrepentidos de haber seguido a ese líder que no servía.Era poco lo que Jesús había hecho en los dos años transcurridos desde que Juan lo había bautizado, pero era lo suficiente para que los jefes lo temieran. Ninguna sociedad es capaz de tolerar la presencia de un hombre libre y sin pecado. Si Jesús no hubiera muerto joven, la sociedad de su tiempo se habría hundido.
[3] Ver Jn 12,1 y el comentario de Lc 7,36.Pocos días antes de la Pascua, Jesús cenó en Betania. (Jn 12,1). Ahí María demostró públicamente su amor tierno y apasionado a Jesús, en presencia de otros que también lo querían, aun cuando no sabían expresárselo. Algunos, sin embargo, se escandalizaron de que María se preocupara de Jesús antes que de los pobres.Lo que ha hecho conmigo es una obra buena. Sepultar a los muertos era una de las «buenas obras» catalogadas por los judíos. Jesús ve en el gesto espontáneo de María un anuncio de su muerte inminente. Nada se debe perder de las horas contadas que le quedan a Jesús entre nosotros. Es más importante fijarse en él y acompañarlo en estos momentos, que correr tras actividades caritativas (algo semejante dijo en Mc 2,19-20 para los que se apegan a sus ayunos y oraciones).A los pobres siempre los tienen entre ustedes. Es muy abusivo traducir: «a los pobres los tendrán siempre» y decir que, para Jesús, perdemos el tiempo al buscar una sociedad más igualitaria. Solamente dice que no en todo momento es lo más urgente ayudar a los pobres.Los evangelios hacen resaltar el contraste entre el gesto de María y el de Judas. El amor verdadero de María la lleva a gestos que a los mismos apóstoles les parecen desatinados. En cambio Judas critica esa expresión del amor bajo pretexto de eficacia.
LA NUEVA ALIANZA
[12] En la Cena de Pascua, Jesús quiso aclarar el sentido de su Pasión inminente. Jesús iba libremente a una muerte que salvaría al mundo. ¿En qué consistía la salvación? En hacer que la historia humana alcanzara su fin; los hombres y los pueblos tenían que madurar, enfrentarse y reunirse en un solo cuerpo pasando por mil crisis y muertes, para alcanzar la resurrección.Jesús había entregado el mensaje capaz de guiar a la humanidad, pero era necesario un pueblo de Dios que fuera como la levadura en la masa, una minoría de personas que se sienten comprometidas con la obra de Dios y con las que Dios también se ha comprometido.Doce siglos antes de Jesús, Dios se había comprometido con el pueblo judío y había celebrado con ellos una alianza en el monte Sinaí: ellos y sus hijos serían el pueblo de Dios entre los demás pueblos. Pero con el pasar del tiempo y ante la experiencia de las faltas del pueblo de Dios, los profetas entendieron que debía darse un paso más; se necesitaba otra alianza, cuyo primer efecto sería obtenernos el perdón de los pecados (Jer 31,31 y Ez 36,22). El pueblo de Dios ya no sería una raza, sino una familia de creyentes que han recibido el perdón de sus pecados; y ésa es la Iglesia.En vísperas de su muerte, Jesús recuerda la primera alianza en la que se derramó la sangre de animales sacrificados (ex 24,8). Pero ahora él derrama su sangre por una muchedumbre (Is 53,11). Esta muchedumbre se refiere, en forma especial, a la Iglesia; Jesús purifica a los que serán su propio pueblo en el mundo.Cada vez que celebramos la Eucaristía o Misa, renovamos esta alianza. Jesús se hace nuestro pan espiritual y nos consagra a su Padre para que participemos cada vez más en la obra de su salvación.La última cena de Jesús fue la primera del culto cristiano. En vez de las solemnes ceremonias del Templo, el momento más importante de la vida de la Iglesia será una comida fraterna, en la que vuelve a hacerse presente el misterio de la muerte y de la resurrección.No volveré a probar el fruto de la vid... (25). La Eucaristía anuncia el día en que Cristo celebrará el banquete del Reino con toda la humanidad reunida en él.Para comprender el sentido de la Cena del Señor es necesario leer los discursos de despedida de Jesús a sus apóstoles, que Juan sitúa en esta misma noche del Jueves Santo (Jn 14-17). Pues Jesús vino, no sólo para hablar, sino también, y mucho más, para difundir su Espíritu entre los creyentes. En adelante estará presente en forma especial y actuará con más eficacia en sus discípulos cuando estén reunidos para celebrar la Santa Cena. Lo explica Juan en Jn 6 y Pablo en 1 Cor 11,17.Ver también el comentario de Mt 26,26.
EL SILENCIO DE DIOS
[32] Jesús está solo para enfrentar la muerte y para vencerla, llevando sobre sí el destino de todos los hombres. Ve toda la maldad de los hombres que lo maltratarán o dejarán que lo maltraten. Y ve detrás de ellos el poder de las tinieblas.En ese momento Jesús es el hombre de los dolores que conoce todos los quebrantos. Carga con toda la maldad de los hombres (2 Cor 5,21), y siente una tristeza de muerte ante su Padre, justo y tan amado.Jesús va repitiendo una sola frase, que expresa la más perfecta oración: Padre, que se haga tu voluntad. Hay momentos y lugares en que la Iglesia es perseguida y está en agonía, y no puede hacer otra cosa que querer que se haga la voluntad del Padre; en esos momentos su oración es más eficaz que nunca (Heb 2,10).Misteriosa agonía del Hijo de Dios, (agonía significa combate). El, que dio a sus mártires la fuerza sobrenatural para enfrentarse impávidos con el suplicio, quiso reservarse a sí mismo, por algunos momentos, toda la debilidad humana. Al hacerse hombre no se ahorró nada del dolor y quiso conocerlo hasta el límite de la desesperaciónComo lo recuerda la carta a los Hebreos (2,10-18), aunque no tenía pecado y por tanto no necesitaba ser purificado, tuvo que conocer la humillación, el sufrimiento e incluso el silencio de Dios, para alcanzar esa madurez que sólo Dios conoce; madurez que todavía le faltaba para ser El Hombre, cabeza de la humanidad.
JUDAS
[43] Judas era uno de los Doce. ¿Cómo pudo elegir Jesús, después de una noche de oración, a este hombre que lo había de entregar? Cuando Judas empezó a seguir a Jesús, soñaba, al igual que los otros apóstoles, con un libertador de corte clásico. Al conocer más y mejor a Jesús, los otros revisaron sus ambiciones, pero Judas no. Lo traicionó para vengarse del Maestro que lo había defraudado. Judas convivió con Jesús, pero no fue capaz de devolverle el cariño que su Maestro le tenía; contestó al amor con el odio y, al final, se dejó caer en el abismo del mal.Judas, como también Leví-Mateo, se había juntado al equipo de los pescadores galileos que formaban la mayoría de los Doce. Tal vez tuvieron parte de responsabilidad en su fracaso: ¿supieron integrarlo a su grupo?
EL PROCESO DE JESUS
[53] Jesús compareció ante dos tribunales. Primero ante el Sanhedrín o Consejo Supremo de los judíos, donde fue acusado de blasfemia, o sea, de insultar a Dios. Después compareció ante el gobernador romano, Pilato, y esta vez lo trataron de agitador político.La razón de este doble proceso se debe a que los romanos habían quitado a los judíos la facultad de condenar a penas mayores. Por eso, después de juzgar a Jesús según las leyes de la Biblia, pidieron a Pilato que hiciera efectiva la pena de muerte, y para obtener esto presentaron nuevas acusaciones a fin de impresionar a Pilato.Es muy difícil afirmar si el proceso de Jesús fue legal o ilegal. Se pareció a tantos procesos que se dan en todo tiempo, en los que las autoridades, valiéndose del poder y del manejo de las leyes, logran condenar a los opositores, sin cometer fraudes demasiado patentes.
LA CONDENACION DE JESUS
[60] Los sacerdotes no logran condenar a Jesús por alguna rebeldía contra la Ley. Así que se ven obligados a recurrir a algo mucho más importante y que ocupa el lugar central en el Evangelio: ¿Eres tú el Hijo de Dios?«Hijo de Dios» era comúnmente un título del Mesías. Jesús escoge, entre los muchos textos bíblicos referentes al Mesías, dos expresiones que dejaban entrever la personalidad divina del Salvador: Hijo del Hombre, que viene de Dios mismo (Dn 7,13), sentado a la derecha de Dios, como en pie de igualdad (Sal 110,1). Con esta afirmación, Jesús proclama claramente que no es sólo un hijo de Dios como puede serlo un santo o un enviado de Dios, sino el Hijo Unico que es Dios con el Padre.Los sacerdotes entendieron muy bien las pretensiones de Jesús, pues si se hubiera declarado sólo Mesías humano, no habría existido blasfemía. No lo condenaron por una cuestión de palabras, sino porque Jesús se ponía en el lugar que corresponde sólo a Dios en toda su manera de actuar.Con eso tranquilizaron su conciencia. No quisieron reconocer que, en realidad, lo odiaban por haber puesto al desnudo su hipocresía, su falta de fe y su amor al dinero. Jesús se sentía libre respecto al orden que ellos defendían, y los hacía caer de sus pedestales. En la persona de Jesús, Dios mismo había venido a pedirles cuentas, los frutos de la viña (Mc 12,2), y ellos se habían puesto en contra.Jesús fue condenado en nombre de Dios y no se rebeló contra la sentencia injusta de los jefes religiosos de su pueblo, que eran representantes legítimos de Dios, aunque indignos. Esta fue su obediencia perfecta al Padre.
[66] No les faltaba hombría a los apóstoles, de lo contrario Jesús no los habría escogido. Pedro había sido sincero cuando afirmó: Aunque todos tropiecen, yo no (14,29). Se sentían dispuestos a morir por él en el entusiasmo de un combate común, pero ese combate no se dio. Cristo los dejó desconcertados al no usar su fuerza divina ni oponer alguna resistencia a sus enemigos. Sería un error, pues, decir que fueron unos cobardes hasta el día que recibieron el Espíritu Santo.Que todos huyeran en el huerto fue una reacción muy comprensible. Pero esta huida sacudió hasta sus bases todas las certezas edificadas sobre su fe en Cristo durante los meses de vida común con él. Pedro negó a Jesús, no sólo porque tenía miedo, sino porque en realidad ya no sabía quién era Jesús.La negación de Pedro fue una caída verdadera, aunque Dios perdona en el momento mismo en que la mirada de Pedro se cruza con la de Jesús y Pedro se arrepiente (Lc 22,61). Pero esta caída obligará a Pedro a dudar de sí mismo hasta el final de su vida. Pedro, Roca y responsable de la Iglesia universal, se mantendrá siempre consciente de su debilidad personal y no se dará descanso hasta lograr seguir a Cristo dando su vida por él (Jn 21,19).
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