Hechos 6, 1 - 15
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LOS DOCE Y LA ELECCIÓN DE LOS SIETE
[1] Por aquellos días, como el número de los discípulos iba en aumento, hubo quejas de los llamados helenistas contra los llamados hebreos, porque según ellos sus viudas eran tratadas con negligencia en la atención de cada día. [2] Los Doce reunieron la asamblea de los discípulos y les dijeron: «No es correcto que nosotros descuidemos la Palabra de Dios por hacernos cargo de las mesas. [3] Por lo tanto, hermanos, elijan entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu y de sabiduría; les confiaremos esta tarea [4] mientras que nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la Palabra.» [5] Toda la asamblea estuvo de acuerdo y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, que era un prosélito de Antioquía. [6] Los presentaron a los apóstoles, quienes se pusieron en oración y les impusieron las manos. [7] La Palabra de Dios se difundía; el número de los discípulos en Jerusalén aumentaba considerablemente, e incluso un buen grupo de sacerdotes había aceptado la fe.
HISTORIA DE ESTEBAN [8] Esteban, hombre lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo. [9] Se le echaron encima algunos de la sinagoga llamada de los libertos, y otros llegados de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia. Se pusieron a discutir con Esteban, [10] pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. [11] Al no poder resistir a la verdad, sobornaron a unos hombres para que afirmaran: «Hemos oído hablar a este hombre contra Moisés y contra Dios.» [12] Con esto movieron el pueblo, los ancianos y los maestros de la Ley, llegaron de improviso, lo arrestaron y lo llevaron ante el Sanedrín. [13] Allí se presentaron testigos falsos que declararon: «Este hombre no cesa de hablar contra nuestro Lugar Santo y contra la Ley. [14] Le hemos oído decir que Jesús el Nazareno destruirá este Lugar Santo y cambiará las costumbres que nos dejó Moisés.» [15] En ese momento, todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron los ojos en Esteban, y su rostro les pareció como el de un ángel.
[1] Jesús seguramente no dijo a sus apóstoles, en detalle, la manera en que debían organizar la Iglesia. Pero surge un conflicto entre dos grupos sociales: los Judíos llamados Hebreos, que no habían dejado su país, y los Helenistas, que habían vivido en el extranjero, en países griegos. Estos helenistas parece que seguían el partido de los Esenios; para ellos los grandes sacerdotes no eran legítimos y se abstenían de tomar parte en las ceremonias del Templo. El conflicto entre Hebreos y Helenistas había producido choques con el tiempo, y era necesario dar a los Helenistas una cierta autonomía. Como de hecho los apóstoles se identifican más fácilmente con los Hebreos, los otros tendrán sus propios responsables en algunas actividades. La comunidad elige a siete hombres y los apóstoles les dan el sello de su autoridad, porque toda misión viene de Cristo a través de los apóstoles. Los candidatos que se presentan deben estar llenos de fe y del Espíritu Santo, pues no están allí sólo para servicios materiales; e incluso, aunque se tratara sólo de finanzas, la Iglesia tendría bastante que sufrir con administradores muy competentes, a quienes les faltara el espíritu del evangelio. Estos siete hombres ¿fueron los primeros diáconos? Lucas nos dice únicamente que ellos servían, y «diácono» significa: servidor, habitualmente un administrador. De hecho, este término «diácono» va a dar desde el comienzo el verdadero sentido a cualquier ministerio en la Iglesia: es un servicio (1 Cor 12,5). Lo importante es la comunidad reunida por el Espíritu para testimoniar en medio de los hombres la salvación dada por Jesús. A lo largo de los siglos, los ministros de la Iglesia estarán tentados de abusar del cargo que se les ha confiado para el bien de la comunidad, y de aprovecharse de él para ponerse por encima de ella; se harán servir y honrar y no vacilarán en hacerse llamar príncipes de la Iglesia. Lo que es verdad para los que son llamados a un rango elevado en la jerarquía, lo es igualmente para todos aquellos a los cuales, ya sean sacerdotes o laicos, se les ha confiado responsabilidades menos importantes: todos debemos acordarnos de la palabra de Jesús (Lc 22,24-26).
[8] Esteban pertenecía a la corriente de los Helenistas. Al igual que los sacerdotes de Qumrám, a orillas del Mar Muerto, daban menos importancia que los Judíos ortodoxos al culto del Templo y a las tradiciones de los rabinos. Por eso mismo Esteban era un creyente sospechoso. Era uno de los que empujaban a la Iglesia a liberarse de los moldes del pasado y de las ataduras con la comunidad judía. El largo discurso de Esteban ante el Sanedrín (el Gran Consejo) es un notable compendio del Antiguo Testamento. Recuerda las iniciativas incesantes de Dios que llama, da, promete, corrige y salva y, frente a ese amor incansable, la rebelión constante de Israel que desprecia a Dios y rechaza a sus enviados. Ya el profeta Os expresaba este drama del amor de Dios desconocido por su pueblo (Os. 11,1-4). Esteban lo proclama nuevamente: este drama encontró su punto culminante cuando los hombres clavaron a Jesús en la cruz (H 2,23; 3,15; 4,10).
[57] Comparar He 7,56 con Mt 26,64; He 7,60 con Lc 22,34. Saulo, el futuro San Pablo, formaba parte del grupo encargado de apedrear a Esteban.
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