Mateo 22
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EL BANQUETE DE BODAS (LC 14,15)
[1] Jesús siguió hablándoles por medio de parábolas: [2] «Aprendan algo del Reino de los Cielos. Un rey preparaba las bodas de su hijo, [3] por lo que mandó a sus servidores a llamar a los invitados a la fiesta. Pero éstos no quisieron venir. [4] De nuevo envió a otros servidores, con orden de decir a los invitados: He preparado un banquete, ya hice matar terneras y otros animales gordos y todo está a punto. Vengan, pues, a la fiesta de la boda. [5] Pero ellos no hicieron caso, sino que se fueron, unos a sus campos y otros a sus negocios. [6] Los demás tomaron a los servidores del rey, los maltrataron y los mataron. [7] El rey se enojó y envió a sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos e incendiaron su ciudad. [8] Después dijo a sus servidores: El banquete de bodas sigue esperando, pero los que habían sido invitados no eran dignos. [9] Vayan, pues, a las esquinas de las calles e inviten a la fiesta a todos los que encuentren. [10] Los servidores salieron inmediatamente a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, de modo que la sala se llenó de invitados. [11] Después entró el rey para conocer a los que estaban sentados a la mesa, y vio un hombre que no se había puesto el traje de fiesta. [12] Le dijo: Amigo, ¿cómo es que has entrado sin traje de bodas? El hombre se quedó callado. [13] Entonces el rey dijo a sus servidores: Atenlo de pies y manos y échenlo a las tinieblas de fuera. Allí será el llorar y el rechinar de dientes. [14] Sepan que muchos son llamados, pero pocos son elegidos.
» EL IMPUESTO DEBIDO AL CÉSAR (MC 12,13; LC 20,20) [15] Los fariseos se movieron para ver juntos el modo de atrapar a Jesús en sus propias palabras. [16] Le enviaron, pues, discípulos suyos junto con algunos partidarios de Herodes a decirle: «Maestro, sabemos que eres honrado, y que enseñas con sinceridad el camino de Dios. No te preocupas por quién te escucha, ni te dejas influenciar por nadie. [17] Danos, pues, tu parecer: ¿Está contra la Ley pagar el impuesto al César? ¿Debemos pagarlo o no?» [18] Jesús se dio cuenta de sus malas intenciones y les contestó: «¡Hipócritas! ¿Por qué me ponen trampas? [19] Muéstrenme la moneda que se les cobra.» Y ellos le mostraron un denario. [20] Entonces Jesús preguntó: «¿De quién es esta cara y el nombre que lleva escrito?» Contestaron: «Del César. » [21] Jesús les replicó: «Devuelvan, pues, al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios.» [22] Con esta respuesta quedaron muy sorprendidos. Dejaron a Jesús y se marcharon.
LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS (MC 12,18; LC 20,27) [23] Ese mismo día vinieron a él algunos saduceos. Según ellos, no hay resurrección de los muertos, y por eso mismo le propusieron este caso: [24] «Maestro, Moisés dijo que si alguno muere sin tener hijos, el hermano del difunto debe casarse con la viuda para darle un hijo, que será considerado descendiente del difunto. [25] Sucedió que había entre nosotros siete hermanos. Se casó el mayor y murió, y al no tener hijos, dejó su mujer a su hermano. [26] Lo mismo pasó con el segundo y el tercero, hasta el séptimo. [27] Después de todos ellos murió también la mujer. [28] Ahora bien, cuando venga la resurrección de los muertos, ¿cuál de los siete se quedará con esta mujer, si todos la tuvieron?» [29] Jesús contestó: «Ustedes andan muy equivocados. Ustedes no entienden ni las Escrituras ni el poder de Dios. [30] Primeramente, en la resurrección no se toma mujer ni esposo, sino que son como ángeles en el Cielo. [31] Y en cuanto a saber si hay resurrección de los muertos, ¿no han leído lo que Dios les dijo: [32] Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Él no es un Dios de muertos, sino de vivos.» [33] Era mucha la gente que escuchaba a Jesús, y estaba asombrada de sus enseñanzas. [34] Cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él. [35] Uno de ellos, que era maestro de la Ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta: [36] «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?». [37] Jesús le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. [38] Este es el gran mandamiento, el primero. [39] Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. [40] Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos.
» EL MESÍAS, HIJO Y SEÑOR DE DAVID (MC 12,35; LC 20,41) [41] Aprovechando que los fariseos estaban allí reunidos, [42] Jesús les preguntó: «¿Qué piensan ustedes del Mesías? ¿De quién tiene que ser hijo?» Contestaron: «De David.» [43] Jesús entonces añadió: «¿Cómo es que David llama al Mesías su Señor en un texto inspirado? [44] En un salmo dice: El Señor ha dicho a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies. [45] Si David lo llama su Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?» [46] Y nadie supo qué contestarle. Desde ese día nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
[1] Hay dos partes en esta parábola. En la primera Dios nos llama a un banquete en el que hay lugar para todos. Ha enviado a sus profetas a lo largo de la historia para predicar la justicia, la misericordia y la confianza en Dios. Pero el pueblo judío, que no hizo mucho caso de los profetas, menos aún hará caso de Jesús. No fallará por esto el proyecto de Dios, sino que enviará a sus apóstoles a predicar el Evangelio a los pueblos que todavía no lo conocen para que entren en la Iglesia de Jesús. Algunos judíos, sin embargo, los pocos escogidos entre tantos llamados, formarán el núcleo de la Iglesia primitiva. El Rey celebra las bodas de su Hijo, que es Cristo, el cual merece ser llamado el esposo de la humanidad, porque la ha reunido en un solo cuerpo para unirla a sí. Esta obra grandiosa de reunir a los hombres para luego resucitarlos es la que se va realizando a lo largo de toda la historia. Cristo resucitado es el que dirige; el Espíritu de Dios es el que va transformando y resucitando a los hombres para que puedan sentarse a la mesa de los vivos (para usar esta figura del banquete que Jesús propone aquí).La eucaristía es habitualmente la única mesa de Cristo, que los cristianos conocen, pero, al participar en ella, no debemos olvidar lo anterior. Nuestro encuentro en la misa ha de recordarnos que Dios nos llama a preparar en la vida diaria el banquete que reserva a toda la humanidad. Es tarea nuestra unir y reconciliar a todos los hombres .¿Y si no respondemos? Entonces la vida de la Iglesia Santa se retirará poco a poco de nuestras asambleas de cristianos cómodos, y otros se levantarán para hacerse cargo de la obra de Dios: conviden a la boda. Viene luego la segunda parte de la parábola: Tú, cristiano, que has entrado en la Iglesia, ¿tienes el traje nuevo, es decir, una vida justa, pura y responsable? No pensemos que el invitado sorprendido sin traje de fiesta era algún pobre: en ese tiempo se acostumbraba proporcionar a los invitados las túnicas que usarían en la fiesta. Este la recibió y no se la puso: por eso quedó callado sin tener qué responder.
[14] Muchos son llamados... Algunos se inquietan: ¿a quién se refiere esta sentencia? Si la referimos a la primera parte de la parábola, significa que, de los primeros invitados, pocos llegaron al banquete. Estos invitados eran los judíos, y en realidad pocos fueron los que entraron en la Iglesia de Jesús. Si la referimos a la segunda parte, significa que pocos de los que entran en la Iglesia tienen las disposiciones necesarias y que, en el momento del juicio, la mayoría serán condenados. Pero esto contraría lo que leímos anteriormente, pues uno solo de tantos comensales fue echado fuera. Es mejor no ligar demasiado esta sentencia con la parábola del banquete. Jesús nos advierte (como en 7,13) que son pocos los que descubren con el Evangelio la libertad verdadera y la nueva existencia. Y los otros ¿están salvados? Sí y no, pues para Jesús la salvación no significa escapar del infierno, sino llegar a la perfección.
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