Mateo 25
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PARÁBOLA DE LAS DIEZ JÓVENES (MC 13,35; LC 13,25)
[1] Escuchen, pues, lo que pasará entonces en el Reino de los Cielos. Diez jóvenes salieron con sus lámparas para salir al encuentro del novio. [2] Cinco de ellas eran descuidadas y las otras cinco precavidas. [3] Las descuidadas tomaron sus lámparas como estaban, sin llevar más aceite consigo. [4] Las precavidas, en cambio, junto con las lámparas, llevaron sus botellas de aceite. [5] Como el novio se demoraba en llegar, se adormecieron todas y al fin se quedaron dormidas. [6] Al llegar la medianoche, se oyó un gritó: «¡Viene el novio, salgan a su encuentro!» [7] Todas las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
[8] Entonces las descuidadas dijeron a las precavidas: «Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando.» [9] Las precavidas dijeron: «No habría bastante para ustedes y para nosotras; vayan mejor a donde lo venden, y compren para ustedes.» [10] Mientras fueron a comprar el aceite, llegó el novio; las que estaban listas entraron con él a la fiesta de las bodas, y se cerró la puerta. [11] Más tarde llegaron las otras jóvenes y llamaron: «Señor, Señor, ábrenos.» [12] Pero él respondió: «En verdad, se lo digo: no las conozco.» [13] Por tanto, estén despiertos, porque no saben el día ni la hora. PARÁBOLA DE LOS TALENTOS (LC 19,12; MC 4,25; 13,34) [14] Escuchen también esto. Un hombre estaba a punto de partir a tierras lejanas, y reunió a sus servidores para confiarles todas sus pertenencias. [15] Al primero le dio cinco talentos de oro, a otro le dio dos, y al tercero solamente uno, a cada cual según su capacidad. Después se marchó. [16] El que recibió cinco talentos negoció en seguida con el dinero y ganó otros cinco. [17] El que recibió dos hizo otro tanto, y ganó otros dos. [18] Pero el que recibió uno cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su patrón. [19] Después de mucho tiempo, vino el señor de esos servidores, y les pidió cuentas. [20] El que había recibido cinco talentos le presentó otros cinco más, diciéndole: «Señor, tú me entregaste cinco talentos, pero aquí están otros cinco más que gané con ellos.» [21] El patrón le contestó: «Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te voy a confiar mucho más. Ven a compartir la alegría de tu patrón.» [22] Vino después el que recibió dos, y dijo: «Señor, tú me entregaste dos talentos, pero aquí tienes otros dos más que gané con ellos.» [23] El patrón le dijo: «Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más. Ven a compartir la alegría de tu patrón». [24] Por último vino el que había recibido un solo talento y dijo: «Señor, yo sabía que eres un hombre exigente, que cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has invertido. [25] Por eso yo tuve miedo y escondí en la tierra tu dinero. Aquí tienes lo que es tuyo.» [26] Pero su patrón le contestó: «¡Servidor malo y perezooso! Si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he invertido, [27] debías haber colocado mi dinero en el banco. A mi regreso yo lo habría recuperado con los intereses. [28] Quítenle, pues, el talento y entréguenselo al que tiene diez. [29] Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene. [30] Y a ese servidor inútil, échenlo a la oscuridad de afuera: allí será el llorar y el rechinar de dientes.
» EL JUICIO FINAL (LC 9,26) [31] Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria rodeado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de Gloria, que es suyo. [32] Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al igual que el pastor separa las ovejas de los chivos. [33] Colocará a las ovejas a su derecha y a los chivos a su izquierda. [34] Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. [35] Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. [36] Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.» [37] Entonces los justos dirán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? [38] ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o sin ropa y te vestimos? [39] ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y te fuimos a ver? [40] El Rey responderá: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.» [41] Dirá después a los que estén a la izquierda: «¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles! [42] Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer; tuve sed y no me dieron de beber; [43] era forastero y no me recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron.» [44] Estos preguntarán también: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos?» [45] El Rey les responderá: «En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí. » [46] Y éstos irán a un suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna
[1] Las tres parábolas que siguen nos dicen que tenemos que esperar la venida de Cristo despiertos y activos. La primera, la parábola de las "diez vírgenes", como dice el texto griego, es la parábola más bella sobre la fidelidad. Las diez, según la costumbre, esperaban de noche al novio para llevarlo a la casa de la novia. El novio tarda en llegar, lo que no debería extrañar a nadie. Pero de la esposa no se habla: a lo mejor las muchachas descubrirán al final que la esposa no es otra que ellas mismas. Se quedaron dormidas: Una vez que se pone el sol, todo es negro y no se puede hacer nada (Jn 9,4). Lo que se espera pues de ellas no es trabajo sino la fidelidad del corazón (Cant 5,2): necesitarán aceite para mantener la lámpara encendida. Aquí como en muchos otros lugares, el evangelio nos muestra que no todo está hecho con la conversión y el primer entusiasmo: hay que durar (7,24). Asegurarse una reserva de aceite es conseguirse los medios que permitirán perseverar en nuestra vocación. Algunos dirán que Mateo puso aquí esta parábola a propósito de los primeros cristianos, pues, después de haber aguardado el regreso de Cristo, veían que nada pasaba. Pero es un error. Jesús se dirige a los creyentes de todos los tiempos para quienes, uno u otro día, la fidelidad se hace pesada. "No tenía idea entonces a qué me comprometía". Allí está justamente la grandeza de la fidelidad. No se puede saber de antemano; entregar su mano a Dios es dar un salto en lo Desconocido. No hay otro camino fuera de la perseverancia para salvarse (Mt 24,13), es decir, para encontrarse a sí mismo. No porque somos cristianos somos mejores que los demás, sino que el Señor nos ha llamado para una misión especial. A los que escoge, Dios les pide antes que nada fidelidad y perseverancia, ambas cosas muy escasas en este mundo; y es con ellas que somos luz.
TRABAJAR. - CONFIAR EN SI MISMO
[14] En tiempos de Jesús, el talento equivalía a unos 35 kilos de metal precioso. Pero en esta parábola Jesús se sirvió de los talentos para figurar las capacidades que Dios distribuye a cada uno, y se ha conservado el sentido nuevo de la palabra. Siervo bueno y fiel. Fiel: mejor sería traducir por: "con quien se puede contar". No se ve ningún término de carácter religioso en esta parábola: Dios evalúa la manera cómo se ha hecho multiplicar sus talentos, y el pecado consiste en haber guardado para sí lo que uno había recibido. ¡Qué condenación para una sociedad en que es tan común consumir lo que se ha recibido: la formación humana y los conocimientos que se han heredado de su patria y que no se transmitirán a una descendencia, los beneficios de una familia en la que los padres han sabido sacrificarse por sus hijos, y tal vez la Palabra de Dios que se debió poner en práctica para realizar el gran designio de Dios sobre el mundo! Yo te confiaré mucho más: Lo que construimos en la tierra no es lo definitivo sino sólo el andamio: muy distintas serán las riquezas que Dios distribuirá a los que vivirán en él. Tú sabías que cosecho donde no he sembrado (26). Como en Lucas 18,1, Jesús reconoce nuestra desconfianza tenaz con respecto a Dios y nos toma la palabra. Si no aspiramos al puesto que el Esposo tiene reservado para la esposa (25,1) tratemos al menos de no ser servidores buenos para nada. Muchas oportunidades se presentan de asumir riesgos y de emprender algo, y a menudo tenemos miedo de ofrecernos para ello: "No soy el más capaz". Pero si los que son capaces no se han movido? Entonces: Quítenle el talento y dénselo a otro.
EL JUICIO UNIVERSAL
[31] Sabemos que los cristianos son tan sólo una minoría en el mundo. Como lo hacemos nosotros ahora, los judíos pensaban de cuando en cuando en esa mayor parte de la humanidad que no conocía a Dios y sus promesas. La veían como una masa tremenda, lista para engullirlos, un mundo inquietante al que Dios algún día debería imponer su ley. Y lo llamaban las naciones. En esta última parábola Jesús deja atrás estas perspectivas. Nos enseña cómo juzgará a todos los hombres sin hacer ninguna discriminación por concepto de sus orígenes, el día en que venga como Rey de las naciones. Todos los que, sin conocer a Cristo, compartieron el destino común de la humanidad, serán juzgados por él. En realidad, él nunca los abandonó, sino que puso a su lado a esos pequeños que son sus hermanos como representantes suyos. El Rey pone al descubierto los innumerables gestos humanos que han construido lo mejor de nuestra civilización y, puestos ante él, los hombres contemplan asombrados al Dios que amaron o despreciaron en la persona de su prójimo. Aunque la mayoría no pensaron mucho en el más allá, en el juicio se les presenta el Reino preparado desde siempre y para siempre, cuya única ley es el amor. No hay lugar neutral. El fuego es la figura del tormento de quienes se perdieron a sí mismos cuando cerraron y esterilizaron su corazón hasta ser incapaces de amar. Durante su vida vivieron indiferentes a la desgracia de sus hermanos marginados y hambrientos; ahora la irradiación del Dios que es amor los quema y atormenta. Cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos (40). Jesús habla de atender a nuestro prójimo, bien sea amigo o enemigo, y no de servir a la comunidad, o a la clase, o a la nación en forma general. Pues tanto la nación como la clase o la humanidad son conceptos que nosotros formamos y deformamos según nuestra ideología, y siempre con estas palabras se excluye a una parte de nuestros hermanos que no son de nuestra nación o de nuestro grupo. En cambio, el que ama de verdad, reconoce a sus hermanos sin dar mayor importancia a las etiquetas; las personas son las que existen y las que viven para Dios. Y estos irán al suplicio eterno (44). Hoy en día esa división de los hombres entre buenos y malos no sólo nos molesta sino que además nos parece un punto de vista ya caduco. (Véase comentario a Mt 13,36). Y esto es cierto en algún sentido. Hasta la Edad Moderna casi no había más que gente «de una sola idea». Uno podía tener a los pocos años una visión completa de las diversas opciones de la vida; en su medio no veía casi más que una religión, y desde su juventud escogía el camino «bueno» o "malo". Bien es cierto que se daban algunas conversiones para el bien o para el mal (Ez 18), pero en general parecía que la humanidad estaba dividida en buenos y malos. Hoy en día es muy distinto, pues nuestras elecciones son muy complejas y necesitamos mucho tiempo para ver las cosas con claridad. Se vive toda la vida, o gran parte de ella, llevando consigo tanto al personaje bueno como al malo. Debemos pues entender que Jesús hablaba el lenguaje de los profetas, esquematizando las opciones. Pero si la gente de hoy es mucho más lenta para hallarse a sí misma, eso no impide que cada uno se incline poco a poco a una elección definitiva. Dios quiera que la inmensa mayoría no rechace la verdad; pero algunos elegirán conscientemente perderse, y son capaces de ir hasta el fin. Decir que Dios es tan bueno que los salvará en el último momento, es afirmar algo que Jesús nunca quiso decir. Eso significaría en el fondo que todo lo que uno ha vivido en su vida casi no tendría importancia y que nuestra libertad no sería más que un juego. Lo que dice Jesús en esta página vale para todos. Pero sería un error citar esta parábola como si cubriese todas las responsabilidades de un cristiano. El mundo no necesita tanto de pan, agua o ropa, sino de la verdad y de la esperanza que Dios ha confiado a los que se eligió. Los cristianos serían infieles a su misión si se limitaran a hablar de ayuda o albergues, etc. y se olvidaran de lo que es vida para la humanidad; en primer lugar la Palabra de Dios, el conocimiento y el amor de su Señor. El será siempre el primero, y necesitamos que lo sea para nosotros.
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