Hechos 16, 1 - 40

PABLO LLEVA A TIMOTEO CONSIGO

[1] Pablo se dirigió a Derbe, y después a Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía que había abrazado la fe, y de padre griego; [2] los hermanos de Listra e Iconio hablaban muy bien de él. [3] Pablo quiso llevarlo consigo y de partida lo circuncidó, pensando en los judíos que había por aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego. [4] A su paso de ciudad en ciudad, iban entregando las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén y exhortaban a que las observaran. [5] Estas Iglesias se iban fortaleciendo en la fe y reunían cada día más gente. [6] Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo no les dejó que fueran a predicar la Palabra en Asia. [7] Estando cerca de Misia intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús. [8] Atravesaron entonces Misia y bajaron a Tróade. [9] Por la noche Pablo tuvo una visión. Ante él estaba de pie un macedonio que le suplicaba: «Ven a Macedonia y ayúdanos.» [10] Al despertar nos contó la visión y comprendimos que el Señor nos llamaba para evangelizar a Macedonia. PABLO PASA A EUROPA [11] Nos embarcamos en Tróade y navegamos rumbo a la isla de Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis. [12] De allí pasamos a Filipos, una de las principales ciudades del distrito de Macedonia, con derechos de colonia romana. Nos detuvimos allí algunos días, [13] y el sábado salimos a las afueras de la ciudad, a orillas del río, donde era de suponer que los judíos se reunían para orar. Nos sentamos y empezamos a hablar con las mujeres que habían acudido. [14] Una de ellas se llamaba Lidia, y era de las que temen a Dios. Era vendedora de púrpura y natural de la ciudad de Tiatira. Mientras nos escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que aceptase las palabras de Pablo. [15] Recibió el bautismo junto con los de su familia, y luego nos suplicó: «Si ustedes piensan que mi fe en el Señor es sincera, vengan y quédense en mi casa.» Y nos obligó a aceptar. PABLO Y SILAS EN PRISIÓN [16] Mientras íbamos un día al lugar de oración, salió a nuestro encuentro una muchacha esclava que estaba poseída por un espíritu adivino. Adivinando la suerte producía mucha plata a sus amos. [17] Empezó a seguirnos y a Pablo gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y les anuncian el camino de la salvación.» [18] Esto se repitió durante varios días, hasta que Pablo se cansó, Se volvió y dijo al espíritu: «En el nombre de Jesucristo te ordeno que salgas de ella» Y en ese mismo instante el espíritu la dejó. [19] Al ver sus amos que con ello se esfumaban también sus ganancias, tomaron a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza ante el tribunal. [20] Y los presentaron a los magistrados diciendo: «Estos hombres son judíos y están alborotando nuestra ciudad; [21] predican unas costumbres que a nosotros, los romanos, no nos está permitido aceptar ni practicar.» [22] La gente se les echó encima. Los oficiales mandaron arrancarles las ropas y los hicieron apalear. [23] Después de haberles dado muchos golpes, los echaron a la cárcel, dando orden al carcelero de vigilarlos con todo cuidado. [24] Este, al recibir dicha orden, los metió en el calabozo interior, y les sujetó los pies con cadenas al piso del calabozo. LIBERACIÓN MILAGROSA [25] Hacia la media noche Pablo y Silas estaban cantando himnos a Dios, y los demás presos los escuchaban. [26] De repente se produjo un temblor tan fuerte que se conmovieron los cimientos de la cárcel; todas las puertas se abrieron de golpe y a todos los presos se les soltaron las cadenas. [27] Se despertó el carcelero y vio todas las puertas de la cárcel abiertas. Creyendo que los presos se habían escapado, sacó la espada para matarse, [28] pero Pablo le gritó: «No te hagas daño, que estamos todos aquí.» [29] El hombre pidió una luz, entró de un salto y, después de encerrar bien a los demás presos, se arrojó temblando a los pies de Pablo y Silas. [30] Después los sacó fuera y les preguntó: «Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?» [31] Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia.» [32] Así que le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa, [33] y él, sin más demora, les lavó las heridas y se bautizó con toda su familia a aquella hora de la noche. [34] Los había llevado a su casa; allí preparó la mesa e hicieron fiesta con todos los suyos por haber creído en Dios. [35] Por la mañana los magistrados enviaron a unos oficiales con esta orden: «Deja en libertad a esos hombres.» [36] El carcelero se lo comunicó a Pablo y Silas, diciendo: «Los magistrados han dado orden de dejarlos en libertad. salgan, pues, y marchen en paz.» [37] Pero Pablo le contestó: «A nosotros, ciudadanos romanos, nos han azotado públicamente y nos han metido en la cárcel sin juzgarnos, ¿y ahora quieren echarnos fuera a escondidas? Eso no. Que vengan ellos a sacarnos.» [38] Los oficiales transmitieron esto a los magistrados, que se llenaron de miedo al escuchar que eran ciudadanos romanos. [39] Fueron a la prisión acompañados por un grupo de amigos de Pablo y les pidieron que se marcharan, diciéndoles: «¡Cómo íbamos a pensar que ustedes fueran muy buena gente!» Y cuando Pablo y Silas estaban para irse, les rogaron: «Ahora que se van libres, por favor, no nos hagan problemas por haberles hablado duramente». [40] Apenas dejaron la cárcel fueron a casa de Lidia. Allí se encontraron con los hermanos, a los que dieron ánimo y antes de marcharse.


[1] No le bastó a Pablo haber establecido ancianos en cada comunidad, quiso también tener asistentes que, igual que él, visitaran y reforzaran las comunidades existentes y formaran otras. Timoteo es el primero de esos asistentes. El apóstol toma en cuenta el buen testimonio que los creyentes dan de él; después de él, la Iglesia tomará muy en cuenta la opinión de la comunidad cuando se trate de encontrar dirigentes (véase 1 Tim 3,7 y Ti 1-6).Un detalle nos muestra que Pablo era capaz de transigir. No quería que los convertidos fueran circuncidados, pues ese ritual ya no tenía sentido para un cristiano; pero circuncida a Timoteo para evitarle problemas con los creyentes de origen judío. Lucas da sólo algunos detalles de un viaje que probablemente duró dos años. Las cartas de Pablo nos dan a entrever el tipo de trabajo perseverante a que debió consagrarse para formar a los creyentes y a sus responsables; una misión no consiste sólo en preparar el terreno donde se va a entregar la palabra; también hay que suscitar y convertir a los que harán que la comunidad viva por sí misma y siga desarrollándose. Dos veces el Espíritu Santo impide a Pablo que se quede en la provincia romana de Asia. Debe ir más lejos, a Macedonia, entrando así en Europa. Así se confirma la voluntad de Dios que el Evangelio llegue al centro del imperio.

[9] Sin advertirlo, el texto dice «nosotros», lo que indica que Lucas comienza a narrar sus propios recuerdos. De ahí hay que deducir que en Tróade Pablo y Silas encontraron a Lucas, un ex-médico de Antioquía, que los esperaba. A lo mejor había llegado por mar mientras los dos misioneros recorrían el interior.

[16] Desde la primera etapa, el Evangelio muestra su fuerza liberadora... y hace aterrizar a los apóstoles en la prisión. Pablo libera a una joven que predecía la suerte. Esta actividad era condenada por el Antiguo Testamento (Lev 19,31 ; Deut 18,11). Lucas ve en ella un artificio del demonio y de las fuerzas oscuras que niegan el dominio absoluto de Dios sobre el destino de sus hijos (Col 2,15; 1 Cor 2,8); tratar de saber el propio porvenir es, de hecho, dudar de Dios. Los patrones de esa joven presentan un argumento que quiere impresionar a las autoridades en una sociedad donde las costumbres son sagradas, -el mismo argumento que los judíos utilizaron y utilizarán en contra de Pablo, y que a continuación utilizarán también sociedades cristianas-: predican unas costumbres que a nosotros no nos está permitido aceptar. En las prisiones romanas había una sala principal, y en el centro del embaldosado una reja cerraba la abertura por la que se metía a los prisioneros más peligrosos en un calabozo subterráneo. Allí echaron a Pablo y a Silas. Libres, a pesar de sus cadenas y de sus heridas, tuvieron ánimo para alabar a Dios, y en el silencio de la noche los otros prisioneros los escuchaban. Dios también escucha, y las rejas se abren. ¡Cuántos episodios semejantes tuvieron lugar en lugares y tiempos en que se dieron testimonios de libertad cristiana a riesgo de la propia vida! Nosotros que nos tomamos el tiempo, y con razón, para preparar un bautismo, a lo mejor nos sorprenderemos de este bautismo tan rápido de toda una familia. Se podría decir que no todo el mundo es Pablo y que el caso era muy especial; digamos además que se trataba de un mundo muy diferente al nuestro, en el que las personas no tenían la misma capacidad de hoy día para un proceso personal de la fe.

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