Hechos 22, 1 - 30
PABLO SE DIRIGE A LOS JUDÍOS
[1] «Hermanos y padres, escúchenme, pues les quiero dar algunas explicaciones.» [2] Al oír que les hablaba en hebreo, se calmó más aún su agitación. Y Pablo continuó: [3] «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad. Teniendo a Gamaliel de maestro, fui instruido en la Ley de nuestros padres en la forma más seria, y era un fanático del servicio de Dios, como ustedes ahora. [4] Así que perseguí a muerte a este camino e hice encadenar y meter en la cárcel a hombres y mujeres; [5] esto lo saben muy bien el sumo sacerdote y el Consejo de los Ancianos. Incluso me entregaron cartas para nuestros hermanos de Damasco, y salí para detener a los cristianos que allí había y traerlos encadenados a Jerusalén para que fueran castigados. [6] Iba de camino, y ya estaba cerca de Damasco, cuando a eso del mediodía se produjo un relámpago y me envolvió de repente una luz muy brillante que venía del cielo. [7] Caí al suelo y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» [8] Yo respondí: «¿Quién eres, Señor?» Y él me dijo: «Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues.» [9] Los que me acompañaban vieron la luz y se asustaron, pero no oyeron al que me hablaba. [10] Entonces yo pregunté: «Qué debo hacer, Señor?» Y el Señor me respondió: «Levántate y vete a Damasco. Allí te hablarán de la misión que te ha sido asignada.» [11] El resplandor de aquella luz me dejó ciego, y entré en Damasco llevado de la mano por mis compañeros. [12] Allí vino a verme un tal Ananías, un hombre muy observante de la Ley y muy estimado por todos los judíos que vivían en Damasco. [13] Me dijo: «Saulo, hermano mío, recobra la vista». Y en el mismo instante pude verle. [14] Entonces agregó: «El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y oigas su propia voz. [15] Con todo lo que has visto y oído, serás en adelante su testigo ante las personas más diversas. [16] Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su Nombre.» [17] Después de regresar a Jerusalén, mientras un día me encontraba orando en el Templo, tuve un éxtasis. [18] Vi al Señor que me decía: «Muévete y sal pronto de Jerusalén, pues no escucharán el testimonio que les des de mí.» [19] Yo respondí: «Señor, ellos saben que yo recorría las sinagogas encarcelando y azotando a los que creían en ti. [20] Y cuando se derramó la sangre de tu testigo Esteban, yo me encontraba allí; estaba de acuerdo con ellos e incluso guardaba las ropas de los que le daban muerte.» [21] Pero el Señor me dijo: «Márchate; ahora te voy a enviar lejos, a las naciones paganas.» [22] Hasta este punto la gente estuvo escuchando a Pablo, pero al oír estas últimas palabras, se pusieron a gritar: «¡Mata a ese hombre! ¡No tiene derecho a vivir!» [23] Vociferaban, agitaban sus vestidos y tiraban tierra al aire. [24] Entonces el comandante ordenó que lo metieran dentro de la fortaleza y lo azotaran, para que confesara por qué motivo gritaban de esa manera contra él. [25] Pero cuando quisieron quitarle la ropa, Pablo preguntó al oficial que estaba allí presente: «¿Es conforme a la ley azotar a un ciudadano romano sin haberlo antes juzgado?» [26] Al oír esto, el oficial fue donde el comandante y le dijo: «¡Qué ibas a hacer! Ese hombre es un ciudadano romano.» [27] El comandante vino y le preguntó: «Dime, ¿eres ciudadano romano?» «Sí», respondió Pablo. [28] El comandante comentó: «A mí me costó mucho dinero hacerme ciudadano romano.» Pablo le contestó: «Yo lo soy por nacimiento.» [29] Al momento se retiraron los que estaban para torturarlo, y el mismo comandante tuvo miedo, porque había hecho encadenar a un ciudadano romano.
PABLO COMPARECE ANTE EL CONSEJO JUDÍO
[30] Al día siguiente hizo soltar a Pablo. Quería conocer con certeza cuáles eran los cargos que los judíos tenían contra él, y mandó que se reunieran los jefes de los sacerdotes y todo el Consejo que llaman Sanedrín. Después hizo bajar a Pablo para que compareciera ante ellos.
[1] Pablo da aquí su testimonio personal, y por eso insiste en su fidelidad a la religión de sus padres. Pero no pudo impedir que Cristo, el Señor (y sabemos que para él era como decir Yahvé), se impusiera a él. Pablo citará a Gamaliel (He 5,34) y luego a un judío cristiano muy fiel a la Ley, Ananías (12).La multitud escucha y solamente reacciona cuando Pablo da a entender que los paganos van a reemplazar a los judíos en el plan de Dios; ¡pero si los paganos son nuestros enemigos, gente impura y enemiga de Dios!... Esa misma afirmación había sido decisiva para condenar a Jesús (Mt 21,42).
[3] Para comprender los siguientes capítulos y el proceso de Pablo, tenemos que recordar que la justicia estaba muy bien organizada en el imperio romano. El tribunal supremo estaba en Roma, era el Tribunal del César. Por eso, los ciudadanos romanos que temían un error judicial en su provincia, podían apelar al tribunal del César. Había gobernadores (o procuradores) que administraban justicia en cada provincia. En el territorio judío, país ocupado por los Romanos, éstos se reservaban las causas más importantes, pero dejaban lo demás a los tribunales judíos, sobre todo cuando tenía que ver con la religión. Pablo, pues, comparecerá ante varios tribunales, comenzando por el Sanedrín, el tribunal religioso de los judíos. Por último, terminará en el tribunal del César.Las palabras de Jesús, en que confió a sus apóstoles la misión de proclamarlo ante las autoridades judías y paganas (Lc 21,12) se van a cumplir, una vez más, en el caso de Pablo. Pablo tratará de hacer de la resurrección de Cristo el tema de su declaración. Ha habido un proceso para condenar a Jesús. Ahora Pablo quiere que los gobernadores juzguen la causa de Jesús resucitado.
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